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Benjamin Bernheim o la tradición del mejor canto francés

Un tenor excepcional, un álbum inolvidable: Benjamin Bernheim revive en ‘Boulevard des Italiens’ óperas italianas destinadas a teatros parisinos, con interpretaciones llenas de historia y belleza.

Designado Artista Lírico del Año 2020 (junto con la mezzosoprano Karine Deshayes) por Les Victoires de la Musique, sin duda el mayor espaldarazo para la popularidad de este tenor de origen suizo le llegó cuatro años después, al participar en la reapertura de Notre Damede París.

En la solemne ceremonia, muy al gusto de la tradicional pompa a la francesa, cantó el Ave Maria de Gounod-Bach, demostrando de nuevo que así funcionan hoy las cosas. Varios años de importante carrera en los mejores escenarios del mundo apenas valen para alcanzar el reconocimiento que unos minutos televisivos consiguen.

Francia cuenta con un buen grupo de tenores que hacen carrera a la par que Bernheim. En su mayoría tenores de carácter lírico tirando a ligero: Matthias Vidal, Cyrille Dubois, Julien Behr, Philippe Talbot, Stanislav de Barbeyrac o Sebastien Droy. Bernheim parece hallarse en camino de situase en la cumbre de esa falange tenoril.

Años de formación

Bernheim, nacido en París en 1985, realizó una sólida formación culminada por la asistencia a clases de canto impartidas por Carlo Bergonzi cuya huella puede captarse en sus maneras canoras. Formó pate de las compañías de ópera de Lausanne y Zúrich, en partes menores como Roderigo junto al Otello de José Cura o Edmondo frente a la Manon de la Netrebko. De este modo fue adquiriendo repertorio, experiencia y tablas.

Paralelamente se presentaba en otras localidades operísticas, así en 2014 se le escucho en París en Capriccio de Strauss al lado de Emily Magee en exitoso montaje de Robert Carsen.

Poco después era Nicias de Thaïs de Massenet al lado de Marina Rebeka y Plácido Domingo en Salzburgo. A partir de 2018 se da a conocer en uno de sus personajes más asociados: el Faust de Gounod. Su relación con el doctor goetheano se extendió a la grabación completa de la versión original de 1859 con diálogos dejando de ella un magnífico registro para Palazzetto Bru Zane.

Asimismo el Roméo goudoniano junto al Hoffmann de Ofenbach le impusieron en el Met neoyorkino mientras que con el Werther de Massenet se ganaba al público milanés de la Scala. En 2020 con una carrera ya imparable propia de una primera figura participó en el espectáculo, A riveder le stelle, en la misma Scala de Milán con Riccardo Chailly y montaje de Davide Livermore. Velada de máxima concentración estelar, si se recuerdan oros participantes: Lisette Oropesa, Sonya Yoncheva, Roberto Alaña. Carlos Alvarez, Ludovic Tézier, Ildar Abdrazakov, Juan Diego Flórez, Elina Garanča y otros de similar rango.

Sin llegar a las dos décadas en activo cuenta ya con un amplio repertorio francés primordialmente pero también italiano e incluso ruso (Lenski), siempre sin salirse de sus coordenadas instrumentales: un perfecto tenor lírico. Con su buena figura se capacita para dar en escena la imagen del héroe romántico que personifica.

Un repertorio excelente

Deutsche Grammophon lo contrató en exclusiva y en un primer recital de 2018 con paginas repartidas entre compositores italianos y franceses, incluido el menos frecuentado tocayo: el Godard de Dante (por cierto rabada entera por el Palazzetto Bru Zane). A ese repertorio se añade el citado Lenski ruso, por lo que Bernheim dio cuenta de sus perspectivas y posibilidades.

Dada la acogida de este registro, en marzo de 2021 sumó el disco que motiva estas líneas (Boulevard des Italiens) con un programa de especial relevancia. Nada menos que partituras de compositores italianos destinadas a teatros parisinos, salvo una de ellas pero igualmente sobre textos redactados en francés. En un espacio temporal que se extiende a lo largo del todo el siglo XIX con alguna ramificación hasta el XX, exactamente de 1807 a 1906. Con sus correspondientes cambios de estilo y significado.

El capítulo donizettiano del disco lo inicia Bernheim con la segunda intervención solista de Tonio en La fille du régiment. No la cabaletta de los brillantes nueve do sino la delicada romanza Pour me rapprocher de Marie, permitiéndole exponer, en el desarrollo central de la melodía, la dorada calidad de su voz, la elegancia en el canto, la atenta dicción de las palabras claves en el discurso. Momento escaso de agudos, su nota más alta no pasa del la (Kraus añadía una superior de lucimiento), Benheim demuestra su capacidad para el sentimentalismo con un canto legaro de inmaculada exposición. Su timbre juvenil añade un efecto importante en la caracterización.

La capacidad de su registro superior la deja Bernheim para la cavatina de Fernand en La Favorite. Se trata de la archiconocida Spirto gentil que para su estreno francés de 1840 sonó como Ange si pur.El tenor prescinde del recitativo previo, desplegando la tan sencilla como hermosa y ascendente melodía del aria con una pericia de enorme sensibilidad, planteándola en general en un tono meditativo, gracias a la suavidad de una continuidad en la media voz. El ascenso al do es firme aunque el color suene algo menos redondo. Se trata de una personal y muy refinada lectura muy a la francesa que demuestra la inteligencia y la fantasía del artista. 

Fernando fue escrito y estrenado por Gilbert-Louis Duprez quien pusiera en órbita lírica el llamado do di petto. Pocos años después Duprez volvería a disfrutar de otro personaje donizettiano a medida: Dom Sébastien en la opera que le tiene como título. Su aria Seul sur la terre, Desserto in terra tal como nos la dieron a conocer grabaciones pretéritas de Enrico Caruso y Alfred Piccaver, cuenta con una estructura parecida al aria anterior de Fernand, incluyendo su arrebatador melodismo. Bernheim utiliza los mismos y anteriores recursos expresivos, alcanzando el re bemol sobreagudo afalsetado de manera muy respetable. Teniendo en cuenta que está bien encajado con el resto de la sonoridad y, por supuesto, acorde con el planteo global de la página.

La sombra de Kraus

La sombra alargada de Alfredo Kraus parece planear sobre el disco de Bernheim. No solo por las anteriormente recordadas interpretaciones de Hoffmann, Faust y Roméo que comparte con Bernheim, sino por la presencia de otros cometidos asociados al tenor canario. Así como Nadir en Ali-Baba de Cherubini, justamente cantado por Kraus, aunque fugazmente pero con documentación sonora. Kraus en ese única oportunidad lo hizo joven para la RAI de 1963.

Esta última partitura de Cherubini de 1833 está bien alejada de otras anteriores, pomposas y grandilocuentes como culminando la estela modelada por Gluck, como Les Abancérrages, y bien alejada de su obra más representada en la actualidad: Medea. En la línea de sus comedietas amables e inspiradas, las dos arias del protagonista Nadir en este cuento oriental disponen del elegante lirismo de algunas obras contemporáneas (a lo Auber o Adam) y ya anuncian el mundo de Gounod. Bernheim las redacta como si fueran escritas expresamente para él con una comodidad y naturalidad extraordinarias.

En el Teatro alla Scala, de la mano de Maria Callas y Luchino Visconti, recuperó en 1954 La Vestale de Spontini pero cantada en italiano. Licinio fue encomendado a un tenor heroico como era Franco Corelli. Sin embargo, cuando se estrenó en 1807 la parte la cantó Étienne Lainez que era un haute-contre o tenor muy agudo a la manera del Orphée francés de Gluck. Bernheim devuelve a Licinius su carácter y propiedades originales.  

Verdi a la francesa

Verdi compuso varias obras destinadas a la Opera de París. La primera, Jérusalem de 1847, fue una adaptación de su anterior I lombardi alla Prima Crociata, un drama lírico de cuatro años atrás convertido en grand-opéra. Bernheim, que es ahora Gaston (antes Oronte), canta Je veux encore entendre que en su versión italiana, La mia letizia, tanto le gustaba a Giacomo Lauri-Volpi quien nos la puso en candelero.

Bernheim la concibe más a la francesa, como corresponde, dándole un tono soñador y recogido hasta ascender a un soberbio do agudo en tenuta media voz. Oronte tenía como su nota más alta un si bemol, mientras que Gaston llegaba a este do natural puesto que su primer intérprete fue Duprez.

Ocho años más tarde de esta Jérusalem, Verdi escribe directamente para la Opera parisina Les vêpres siciliennes sobre la revuelta de los sicilianos contra los dominadores franceses allá por el siglo XIII. El aria de Henri, O toi que j’ai chérie, página que en la versión italiana posterior (la más representada) se convirtió en el lamento Giorno di pianto. El aria francesa, musicalmente distinta de la italiana, pulsa el lado más sentimental del personaje por lo que conviene perfectamente a la personalidad y sensibilidad de Bernheim.

En 1867 la Ópera de París dio a conocer el Don Carlos verdiano, una de las partituras más extraordinarias no sólo del maestro sino de todo el siglo XIX. Bernheim canta, por supuesto, el aria del acto I en la versión original den cinco actos, dándole ese clima de afligida personalidad romántica que caracteriza al hijo rebelde de Felipe II.

Luego se incluye en el disco el dúo con el barítono, Rodrigue, donde ambos jóvenes declaran inquebrantable fidelidad y comunidad de ideas políticas. Por supuesto que cantan el fragmento según se hizo en su estreno, parte que luego fue variada profundamente para las sucesivas adaptaciones italianas. Recordemos que se pueden cantar cuatro versiones distintas de tan monumental obra. Acompañado por el barítono Florian Sempey, casi de la misma edad que el tenor, ambos nos pueden sin mucho esfuerzo de imaginación evocarnos lo que fue aquel estreno donde cantaron Jean Morère y Jean-Baptiste Faure, un barítono entrado en la leyenda entre os de su cuerda.

El turno de Puccini

La Ópera de Montecarlo adquirió un renombre internacional durante el larguísimo periodo que en el que fue gestionada (de 1893 a 1951), sobretodo en sus primeros años por Raoul de Gunsbourg. Prueba de ello fueron las presencias de grandes estrellas que por allá pasaron, aunque el mejor motivo para considerar su prestigio se centra en la cantidad de óperas allá estrenadas. Massenet, entre l1900 y 1912, nada menos que ofreció siete títulos. A ellos se suman algunos de Saint-Saëns y Ravel, además de La Rondine de Puccini en 1918 y Amica de Mascagni en 1905. Mientras que la puciniana se cantaba en italiano, la de Mascgani se hizo en francés. Con ella el compositor volvía a sus orígenes veristas tras Zanetto, Iris o Le maschere. Trama de contenido muy trágico donde el amor fraterno triunfa por encima de la pasión de dos hermanos por la mujer del título. La parte de Giorgio demanda un tenor de fuerza y, seguramente, Bernheim no se planteará nunca cantarlo si la obra surge del olvido. Pero la expansión lírica que contiene el recitativo y el aria Pourquoi garder ce silence obstiné? Un instante de los más inspirados, que le permite mantener el alto nivel de las demás interpretaciones del disco. Giorgio es más frágil y delicado, incluso enfermizo, que su rudo hermano Rinaldo y Bernheim da cuenta de esas características.

Al igual que Verdi hiciera con Il Trovatore u Otello (con algunos cambios o añadidos) estrenándolas en París y cantadas en francés, Puccini hizo los mismo con Tosca o Madama Butterfly. Sin embargo, jamás compuso una partitura directamente encargada por un teatro parisino.

La Tosca «afrancesada»vio la luz en 1903 en la Opéra-Comique. Dirigida por el compositor André Messager (el de la algo difundida Fortunio) fueron sus tres intérpretes, hoy olvidados (recordémoslos aquí), Claire Friché, Léon Beyle y Héctor Dufranne, Tosca, Cavaradossi y Scarpia en ese orden.

Tras superar el impacto de escuchar en francés Recondita armonía, aria de presentación de Cavaradossi enormemente conocida en italiano, se observa la adecuación de Bernheim a la página. Planteada con moderad lentitud permite al tenor darle ese contenido reflexivo y satisfecho propio de del momento por lo que resulta lógicamente muy musical su término: un c’est toi! (Sei tu!) en una suaves notas apianadas. Otros colegas prefieren darle más entusiasmo, solución asimismo plausible.

Igualmente la Opéra-Comique parisina acogió el estreno francés de Madama Butterfly. En 1906 la dieron a conocer Marguerite Carré, Edmond Clément y Jean-Alexis Périer, Cio-Cio-San, Pinkerton y Sharpless respectivamente. Los tres están más presentes en el recuerdo por sus grabaciones sobre todo el tenor, una de las glorias del canto francés de las que el último eslabón por ahora puede considerarse a Bernheim. Fue su director François Ruhlmann que, escrito sea de paso, grabó Trovatore en 1912 en la versión francesa antes citada.

De nuevo Bernheim demuestra capacidades para su exposición de Adieu, séjour fleuri (o sea Addio, fiorito asil). Concebida en términos de tempo muy parecidos a la página anterior, es la que abre el recital mientras que la otra lo cierra. Puede tener un significado especial para productor, tenor y batuta.

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Fernando Fraga

Es uno de los estudiosos de la ópera más destacados de nuestro país. Desde 1980 se dedica al mundo de la música como crítico y conferenciante.
Tres años después comenzó a colaborar en Radio Clásica de Radio Nacional de España. Sus críticas y artículos aparecen habitualmente en la revista "Scherzo".
Asimismo, es colaborador de otras publicaciones culturales, como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Crítica de Arte", "Ópera Actual", "Ritmo" y "Revista de Occidente". Junto a Blas Matamoro, ha escrito los libros "Vivir la ópera" (1994), "La ópera" (1995), "Morir para la ópera" (1996) y "Plácido Domingo: historia de una voz" (1996). Es autor de las monografías "Rossini" (1998), "Verdi" (2000), "Simplemente divas" (2014) y "Maria Callas. El adiós a la diva" (2017). En colaboración con Enrique Pérez Adrián escribió "Los mejores discos de ópera" (2001) y "Verdi y Wagner. Sus mejores grabaciones en DVD y CD" (2013).