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«Alien Nación» (1989-1990), de Kenneth Johnson

Los alienígenas en su versión invasora –hostil o amigable– disfrutaron de una amplia popularidad tanto en el cine como en la televisión a finales del siglo XX. Alien Nación es un buen ejemplo de esa tendencia.

Ya comentamos en un artículo previo la película Alien Nación, sus puntos fuertes y aquellos en los que había resultado decepcionante (me remito al mismo en cuanto al contexto narrativo general en el que tiene lugar la acción de la serie que ahora comento) ¿Podía extraerse de aquel irregular film una serie de televisión que capitalizara sus aciertos y enmendara los fallos? La respuesta parecía tenerla el guionista y productor Kenneth Johnson.

Desde luego, parecía el trabajo adecuado para un perfil profesional como el suyo: bajo su supervisión, el cómic de Stan Lee The Incredible Hulk se había reinventado en una saga de fugitivo simpático con oscuro secreto: una personalidad dual compuesta por el doctor David Banner (Bill Bixby) y el furioso monstruo verde Hulk (Lou Ferrigno). Duró cinco temporadas (1978-1982) y dio lugar a tres telefilmes, el último en 1990. Antes de eso, había escrito La Mujer Biónica (1976–1978), contrapartida femenina y spin-off de El Hombre de los Seis Millones de Dólares (1974-1978), también producida por él, ambas series cosechando un considerable éxito. Y, desde luego, había sido el creador de la famosa miniserie V, de la que también hablamos en su respectivo artículo.

Aunque Johnson no se mostró muy interesado al principio en Alien Nación, pensó que podía darle un giro temático, dándole más peso al aspecto racial para así explorar algunos de sus temas favoritos: tolerancia, prejuicio y discriminación. Aunque los personajes principales, los policías Matt Sikes (humano) y George Francisco (alienígena) continuaron respondiendo a los mismos arquetipos generales (el primero violento e impulsivo, el segundo reflexivo y pacífico), los guiones de la serie ayudaron a perfilar más en detalle sus respectivas caracterizaciones.

Así, Sikes, interpretado por Gary Graham (cuyo aspecto tenía un cierto aire a Mick Jagger), se convirtió en un personaje de naturaleza contradictoria, enfrentado al desafío de «desaprender» el conservadurismo acumulado durante su educación y su experiencia como policía; en una escena, defiende con apasionamiento a la hija de George, Emily, cuando ésta acude a una escuela en la es víctima de la intolerancia de sus compañeros. A continuación, Sikes va a su apartamento y se encuentra con que una de sus nuevas vecinas es extraterrestre, exclamando: «Fenomenal, ¿por qué en mi edificio?» Por otra parte, George (Eric Pierpoint) no se muestra tan frio y distante como en la versión cinematográfica; por muy inteligente y maduro que sea, sigue siendo un forastero en tierra extraña y no puede evitar mostrarse demasiado ingenuo en determinadas ocasiones.

La asociación entre ambos policías constituyó el núcleo alrededor del cual giraba el resto de los personajes, algunos de ellos «experimentales», cuyo papel se quiso que fuera regular pero que, al probarse limitados, fueron eliminados de la historia (el fotógrafo de un tabloide y varios policías, por ejemplo). Los que sí se convirtieron en personajes habituales y que fueron evolucionando con el tiempo fueron los miembros de la familia de George. Éste es el primer alienígena que ha alcanzado el rango de detective. Él y su familia se han trasladado a un vecindario de mayor categoría en el que también son los primeros extraterrestres.

Su esposa, Susan (Michele Scarabelli) puede tolerar los prejuicios ajenos, pero se preocupa por su rebelde hijo adolescente Buck (Sean Six), que se niega a adaptarse al nuevo planeta, desafiando a sus padres hablando su idioma nativo y uniéndose a una banda callejera de alienígenas; y su hija menor, Emily (Lauren Woodland), recién llegada a un colegio en el que es la primera y única extraterrestre. El reparto lo redondeaba la vecina alienígena de Matt, una doctora en bioquímica e investigadora llamada Cathy Frankel (Terri Treas), con la que acabaría estableciendo una relación romántica.

La fórmula de la serie era al tiempo esquemática y versátil y el comentario racial, obvio, aunque no llega a convertirse en un sermón chorreante de moralina. La mayoría de los episodios tenían lo que los guionistas llaman una “historia A” (la narración principal, habitualmente una investigación policiaca con poco interés) y una “historia B” (un argumento paralelo en torno al barrio, el lugar de trabajo o asuntos domésticos). En Alien Nación, sin embargo, ambas líneas narrativas solían compartir el mismo tema. Así, mientras Matt y George investigaban el uso de esteroides ilegales en un gimnasio –lo que remite a nuestra percepción de la masculinidad humana–, George ha de lidiar con su imagen de varón embarazado a punto de dar a luz (los machos extraterrestres comparten físicamente el embarazo con sus esposas), sufriendo los mismos cambios de humor que una mujer. De hecho, a causa del esfuerzo realizado en la misión, tiene un parto prematuro y Matt ha de asistir al evento, ayudando al bebe extraterrestre –o ya terrestre, según se mire– a venir al mundo. La pequeña criatura se modeló con tanto cuidado que muchos espectadores no se dieron cuenta de que era un muñeco y escribieron indignados a la cadena para protestar por haberle puesto semejante maquillaje a un bebé.

Aquel episodio (el nº 17, Hombres auténticos, 19-2-1990), escrito por Diane Frolov y Andrew Schneider, fue la culminación de una trilogía en la que se detallaban las diferencias entre la gestación de bebés humanos y alienígenas.

Kenneth Johnson recordaba: «Tuve la idea de que, como sucede con los caballitos de mar, fuera el macho quien llevara a la progenie hasta su completo desarrollo. Lo haría en una bolsa, como los canguros… Tendría lugar como parte de una ceremonia religiosa… Me dije: ¿No sería divertido si la ceremonia exige que George y Susan practiquen sexo en mitad del cuarto de estar?… Y entonces, en el último momento, todo el mundo les da la espalda y forma un círculo cogiéndose de las manos… Matt se sentiría la mar de incómodo».

No era totalmente nuevo para algunas series de CF televisiva el hacer hincapié en aspectos especialmente emocionales, dirigidos tanto al corazón como a la conciencia, pero Alien Nacion lo convirtió en marca de la casa, refinándolo y ampliándolo a medida que iba avanzando la serie. De hecho, las historias policiacas (que iban desde extraterrestres asesinados por un doctor humano para extraerles una glándula de la longevidad a la muerte de una prostituta alien, de la protección de un testigo, al rescate de rehenes pasando por el consabido asesino en serie) eran directas y convencionales. Donde radicaba el interés de la serie era en el detallado retrato de la biología y cultura alienígenas, con lenguaje subtitulado incluido.

Los tenctoneses se embriagan con leche agria y el agua salada puede matarlos. Su espalda es su zona erógena y sus métodos reproductivos tienen miga: hacen falta dos machos para preñar a una hembra y, como hemos apuntado, padres y madres se turnan en el embarazo. En uno de los episodios, Susan es «preparada» por un Binnaum –un miembro de una respetada orden religiosa– y en otra entrega da a luz a una especie de vaina que será incubada por George hasta que nazca definitivamente.

Y entonces, Barry Diller, a la sazón presidente de la Fox, canceló el programa tras 22 episodios (incluido el piloto) de 60 minutos de duración. Fue aquella la primera temporada en la que la Fox incluía programación propia para el lunes por la noche, y aunque Alien Nación no era un éxito arrollador, sí contaba con un número estable y creciente de seguidores.

Por desgracia, eran también aquellos los años en los que dominaban las comedias (o eso pensaban las principales cadenas de TV) y Diller quería dedicar la parrilla horaria de Alien Nación a ese género. Sirvió de poco que un año después, el ejecutivo de la Fox Peter Chernin declarara ante la Asociación de Críticos de Televisión que cancelar Alien Nación había sido un gran error: la cadena siguió haciendo oídos sordos a las súplicas para reanudar la serie que Kenneth Johnson siguió dirigiéndoles los siguientes dos años.

Mientras tanto, las referencias y alusiones que la serie hacía a la situación y problemas de las comunidades étnicas más pobres de Estados Unidos, se convertirían en pocos meses tras su cancelación en proféticas. En 1991, la campaña que la policía de Los Ángeles estando llevando a cabo para convencer a los vecinos de raza no blanca de que se estaban reformando y sensibilizando hacia los asuntos que les concernían, se vino abajo súbitamente cuando las televisiones de todo el mundo mostraron a unos agentes apaleando a un motorista negro llamado Rodney King. El brutal ataque confirmó las afirmaciones de los grupos de derechos civiles acerca de la injusticia del sistema norteamericano. El escándalo aumentó cuando los policías fueron exonerados. Estallaron entonces las peores revueltas de la historia de la ciudad.

La ciencia ficción se entremezclaba con la realidad en las noticias de los telediarios, con imágenes de incendios, saqueos, tiroteos y palizas en las barriadas negras e hispanas de Los Angeles, mientras las autoridades trataban de reinstaurar el orden social. Ya fuera interpretado como una revuelta criminal y anárquica o una protesta contra la tiranía racial, los sucesos de Los Ángeles mostraron que el racismo contra las minorías étnicas aún existían por mucho que el gobierno se esforzara en promover la imagen de una sociedad multicultural.

El sesgo que se produjo en Estados Unidos en la década de los noventa hacia las minorías no blancas fue el más pronunciado del siglo XX. Al mismo tiempo, las ciudades crecían cada vez más. Era evidente que las comunidades más pobres ya residentes en los centros urbanos se iban a ver sometidas a una presión adicional ante el aumento de población y la diversidad cultural. La inmigración era muy alta y las infraestructuras y servicios sociales ya se encontraban sometidos a una considerable presión.

La quiebra del orden social, el foco en la vida callejera de las grandes ciudades y el conflicto racial eran parte de la representación que de Los Ángeles hacía Alien Nación. El hecho de que la serie estuviera aún emitiéndose pocos meses antes del caso de King y los disturbios de Los Ángeles, demuestra la capacidad de la ciencia ficción, si no para la profecía, sí para el comentario acertado de la actualidad y la naturaleza humana a través de la alegoría y la metáfora.

Tras su cancelación, el espíritu de Alien Nación siguió vivo en otro medio. Kevin Ryan, editor jefe del departamento de libros de Star Trek de Pocket Books, consiguió los derechos de publicación y encargó una serie de novelas a escritores especializados en este tipo de ficción basada en shows televisivos. Se llegaron a publicar ocho libros firmados por Judith y Garfield Reeves-StevensBarry LongyearPeter DavidK.W. JeterL.A. Graf (acrónimo de “Let’s all get rich and famous», tras el cual se escondían Julia Ecklar y Karen Rose Cercone) y David Spencer.

Cuando Lucy Salhany ocupó el puesto de responsable de Fox Broadcasting, dio un empujón a Alien Nación en la forma de telefilmes en los que se desarrollaron algo más las relaciones entre los personajes. Que la idea aún gozaba de aprecio entre el público lo demuestra el hecho de que entre 1994 y 1997 llegaron a producirse cinco películas –bastante insulsas–, todas ellas dirigidas por Kenneth Johnson y contando con el mismo reparto de la serie. En la primera, Dark Horizon, se resolvía la crisis inconclusa en el último episodio. Las dos siguientes, Body and Soul y Millenium desarrollaban guiones previamente escritos para una segunda temporada de la serie que nunca llegó a concretarse. Las dos últimas fueron The Enemy Within y The Udara Legacy.

Siendo un producto sindicado que ya estaba reponiéndose en varias cadenas comerciales, incluso el breve revival en forma de telefilmes era forzosamente limitado. Alien Nación quedó como testamento de un concepto que había sido trabajado con cariño en la línea divisoria que separa el «casi bueno» del «extraordinario», una metáfora acerca de las relaciones raciales en Norteamérica que trataba de ilustrar esas palabras de Hammerstein que decían que nadie nace con prejuicios, sino que éstos han de ser «cuidadosamente enseñados».

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".