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«Alien 3» (1993), de David Fincher

Tras el éxito de los dos primeros films de Alien, se produjo un importante bache en la saga. Las cosas se torcieron desde el comienzo.

Los productores contrataron primero a Renny Harlin (La Jungla de Cristal 2Deep Blue Sea) como realizador, pero tras un año trabajando en el guión no supo dar con algo que verdaderamente apartara la nueva película de las anteriores. El neozelandés Vincent Ward (The Navigator) convenció a los ejecutivos de la Fox con una historia ambientada en un mundo artificial de madera habitado por monjes. Los estudios le dieron luz verde y los diseñadores, artistas conceptuales y técnicos diversos se pusieron manos a la obra en los estudios londinenses de Pinewood. Sin embargo, a mitad de preproducción, los indecisos productores exigieron una serie de cambios que alteraban sustancialmente la historia, socavando al mismo tiempo la autoridad de Ward hasta tal punto que éste decidió abandonar (o forzar su despido, véase como se quiera).

Y ahí entra el entonces el entonces desconocido David Fincher, quien, al igual que Ridley Scott, provenía del mundo de los anuncios televisivos y los vídeos musicales. Probablemente ilusionado por la oportunidad de dirigir su primera película y nada menos que para una franquicia del peso de Alien, aterriza en medio de un campo de batalla en el que nadie sabe muy bien lo que ocurre, con una historia ya hecha pero que hay que reescribir continuamente sobre la marcha, unos decorados a medio hacer que es necesario transformar y adaptar al guión que se va improvisando, un presupuesto inflexible a las demandas del director y con una fecha de estreno ya fijada e inamovible que añadía aún más presión a la mezcla…

El desconcierto y la incomodidad de todo el equipo ante tal situación era tan inevitable como comprensible. Incluso H.R. Giger, que realizó nuevos diseños para la criatura, acabó molesto con el estudio y desvinculado en lo sucesivo de la franquicia. Fincher, sometido a una presión brutal, acabó tan quemado que abandonó el barco antes de completar el montaje. Nunca ha querido oír hablar de la película, ni siquiera para montar su propia versión en las ediciones especiales en DVD que se hicieron de la serie. En los extras, de hecho, no aparece ni una sola entrevista con él.

Una de las historias que se barajaron para la película fue escrita por el famoso escritor de CF William Gibson. En ella, la acción transcurría principalmente en una estación orbital terrestre y la infección alien se transmitía por el aire. Los infectados se arrancaban la piel y se convertían en xenomorfos. La nave Sulaco, superviviente de la segunda parte, regresaba a casa en medio de intrigas políticas y Ripley, Hicks y la pequeña Newt mantenían su protagonismo.

Otros guiones que se consideraron fueron escritos por Eric Red o David Twohy (Pitch Black). El de Vincent Ward, ya lo he dicho, transcurría en un mundo poblado de monjes que veía al alien como el cumplimiento de sus profecías religiosas, una versión que acercaba la película más al género del terror fantástico que al de la CF. El guión definitivo (tras más de una decena de propuestas), siguió derroteros completamente diferentes.

Al final de la película de Cameron, Ripley, Hicks, el androide Bishop y la pequeña Newt iniciaban en animación suspendida el viaje de regreso a casa a bordo de la nave Sulaco. Pero, sin ellos saberlo, un alien se ha infiltrado en la nave causando una avería que activa el sistema de evacuación de emergencia. El vehículo de escape se estrella en un planeta que alberga una antigua fundición de plomo propiedad de la Corporación Weyland-Yutani, reconvertida en colonia penal.

Ripley es la única superviviente de la colisión, y es llevada a las instalaciones de la fundición por sus trabajadores, un puñado de mugrientos convictos psicópatas que se han «convertido» a la religión liderados por el carismático Dillon. Sin embargo, el alien se las ha arreglado también para salir indemne, y no tarda en empezar a exterminar a los presos uno a uno.

Resulta sorprendente que la película sea mucho mejor de lo que el caos que reinaba tras las bambalinas pudiera hacer pensar. Si se pasan por alto la implausibilidad de la premisa inicial (que la misma historia pueda suceder una tercera vez), y la posible decepción de encontrarse con menos acción y ritmo que en la segunda entrega, nos encontramos con una buena película.

El guión es poco sólido, pero cuenta con personajes interesantes, como Clemens (Charles Dance), el médico caído en desgracia con quien Ripley entabla una efímera relación; o Dillon (Charles Dutton), el líder de los presos; o la propia Ripley, con una Sigourney Weaver con la cabeza rapada proyectando el cansancio vital que el personaje debía arrastrar llegado ese punto. Cansancio que también afectaba a la actriz, un tanto harta del personaje y con ganas de terminar con él, demanda que consiguió imponer al estudio y que encontró su reflejo en el guión definitivo.

La presencia de Sigourney Weaver añadió peso al guión y al propio personaje, convirtiéndolo en el auténtico motor del film.

De ser una endurecida y testaruda pragmática, Ripley se convierte en alguien emocionalmente arruinado por las horribles experiencias que ha tenido que pasar. Ciertamente, este desarrollo, que el director quiere dejar claro al comienzo de la película, ralentiza el ritmo de la misma hasta que la criatura empieza a tomarse en serio su labor asesina, pero ello permitió introducir en la serie un matiz psicológico ausente en las anteriores películas de la saga.

A pesar de todas las dificultades que tuvo que afrontar, David Fincher se negó a copiar lo que Ridley Scott y James Cameron habían hecho por la serie antes que él, consiguiendo imprimir su propio estilo en la película.

La influencia de las anteriores entregas es evidente: la textura de Scott y la acción de Cameron están presentes en Alien 3, pero Fincher introdujo un elemento adicional de terror y tensión paralelo al del monstruo propiamente dicho: la presencia de Ripley en una colonia penal masculina sin supervisión ni control más allá de sus frágiles convicciones religiosas, añadía una capa adicional de la que las anteriores películas carecían. Se retomaba asimismo –y se llevaba a sus últimas consecuencias‒ el tema de la maternidad que ya se había planteado en las anteriores entregas y que comenté en sus respectivas entradas. En el aspecto visual, en contraste con las superficies metálicas y los tonos azules y fríos de Alien y AliensAlien 3 abunda en amarillos intensos y crudos, rojos y naranjas, especialmente cuando la acción sube de ritmo. La cuidada iluminación de los rostros de los personajes aportaba una calidad especial a sus interpretaciones.

Las apariciones del alien ‒incorporándose por detrás de sus víctimas, silueteado tras las cortinas de la enfermería o surgiendo repentinamente de los conductos de ventilación‒ tenían lugar en un escenario de ruina industrial que contrastaba con el estilo casi medieval de sus habitantes. La decadente fundición de plomo hace el papel de monasterio, en el que los presos, como si se tratara de monjes, se reúnen para conferenciar sobre el pecado y la tentación sentados entre y sobre tuberías y pasarelas metálicas.

El film no recibió buenas críticas, pero recaudó el mismo dinero que la anterior entrega y el paso del tiempo ha permitido mirar con mejores ojos lo que fue, teniendo en cuenta las circunstancias de producción mencionadas, un excelente debut para un director que luego confirmaría su talento en películas como SevenEl Club de la Lucha, (películas ambas que retomarían al mismo aspecto visual de Alien 3, dominado por la mugre y el tenebrismo), Zodiac o La Red Social.

Los fans se quejaban de inconsistencias en la biología del alien o del deprimente final; pero lo cierto es que Fincher había creado algo mejor que una simple copia de lo anterior, abriendo para la serie nuevos campos estilísticos y argumentales.

Puede que al final Alien 3 siga siendo considerada una película fracasada, pero es uno de los fracasos más interesantes y dignos de ver del cine de ciencia-ficción.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Este texto apareció previamente en Un universo de ciencia ficción y se publica en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".