Ni siquiera el centenario de este músico francfortés sirvió para repasar, al menos en parte, su obra. El compacto que hoy les recomendaré cumple acabadamente con iluminar la sección pìanística de ella. Pensemos que Chopin elogió su don poético, su fuego y su espíritu (sic), que Mendelssohn lo situó en la primera fila de su tiempo y que Schumann lo juzgó pleno de fantasía y de pasión. El primero era sensible y enfermo, el segundo era elegante y alerta, y el tercero podía ser la mar de malévolo por lo que un trío de semejantes coincidencias significan algo a tener en cuenta.
En esta entrega podría situarse Hiller a mitad de camino entre el arrebato schumanniano y la sensatez mendelssohniana. O, si se prefiere, en la tradición chopiniana, es decir la vibración romántica unida a la obediencia de claridad como deber clásico. Si bien en la sonata el tratamiento de cada movimiento es el convenido, la estructura de las obras resulta muy personal porque son tripartitas y las velocidades son variedades de una misma agitación, lo que da a los conjuntos cierto perfil de rapsodias montadas sobre secciones sonatísticas.
En las pequeñas series de piezas breves, en cambio, la opción romántica se hace evidente y resulta inevitable recordar las Canciones sin palabras de Mendelssohn. En especial cuando acude a la forma de la gacela, una pieza estrófica medieval de la literatura árabe que fue rehabilitada en el siglo XX por la última manera de García Lorca en su Diván del Tamarit.
La obra hilleriana es una prueba enésima de la perduración romántica durante el Ochocientos, debida a la influencia de las fuentes que alimentaron el movimiento y a su incorporación potente por los cauces académicos e institucionales. Se puede afirmar, sin riesgo de énfasis, que nació junto con el gran momento de Beethoven y murió en la plenitud de Brahms. Ahí queda eso.
Disco recomendado: Ferdinand Hiller (1881-1885): Obras para piano Alexandra Oehler, piano / CPO / Ref.: 777584-2 (1 CD)
Imagen superior: Alexandra Oehler.
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