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Crítica: «Criadas y señoras» (Tate Taylor, 2011)

Tras terminar sus estudios universitarios, el sueño de Skeeter (Emma Stone) es convertirse en escritora, aunque de momento se conforma redactando una columna sobre consejos domésticos en el periódico local de su natal Jackson (Mississippi). Pero pronto se volcará en un trabajo personal: un libro en el que pretende reflejar la desigualdad imperante a través del testimonio de las mujeres negras que trabajan para la clase alta, en el que contará con la inestimable ayuda de las sirvientas Aibileen (Viola Davis) y Minny (Octavia Spencer). Un proyecto arriesgado y revolucionario para la reaccionaria sociedad del momento, que deberá llevar en secreto para protegerse a sí misma y a sus entrevistadas.

Este es, en esencia, el argumento de Criadas y señoras (The Help, 2011), dirigida y escrita por Tate Taylor a partir del exitoso best-seller de Kathryn Stockett. Una película que se asoma al Sur de los Estados Unidos de los primeros sesenta –antes del asesinato del presidente John F. Kennedy– para posar la mirada en la situación de injusticia vivida por las asistentas de raza negra. Una sociedad cerrada, profundamente racista y clasista pero en la que empiezan a sentirse tímidamente los primeros aires de cambio.

El deseo de llevar a la pantalla The Help surgió cuando la novela estaba todavía en la forma de manuscrito. La escritora le envió al cineasta –amigo suyo desde la infancia– el texto aún inédito, dado que tenía grandes dificultades para publicarlo. Finalmente, el libro salió a la venta en 2009 y se convirtió en un clamoroso éxito al que tampoco le ha faltado una dosis de polémica. Abilene Cooper, que trabajó durante doce años como criada y niñera en la casa del hermano de la autora, acusó a esta de apropiarse, sin su consentimiento, de detalles de su vida para dar forma al personaje de Aibileen, una demanda que fue desestimada por el juez encargado del caso.

Una historia de mujeres

Además de un drama de denuncia, la película es también una historia de amistad entre mujeres muy distintas pero que tienen en común cuestiones fundamentales como el sentido de la justicia y las ansias de superación. Son los primeros pasos de la lucha por los derechos civiles de las minorías raciales, pero también de la emancipación femenina.

La desigualdad social imperante configura las relaciones (asimétricas) entre «criadas» y «señoras», «pobres» y «ricos», «blancos» y «negros» o «mujeres» y «hombres», limitando las relaciones de amistad a los grupos de iguales. Es por ello que las relaciones con los hombres solo pueden observarse desde el prisma del noviazgo/matrimonio o que la exclusión no se limita a una cuestión puramente racial sino también de clase. Así, el personaje de Celia Foote (Jessica Chastain), perteneciente a una clase social inferior –catalogada despectivamente como «white trash«, esto es, «basura blanca»– pero casada con un hombre de clase alta, nunca será considerada una «señora» por sus vecinas pudientes.

La protagonista Skeeter desafiará esas reglas trabando relación con las sirvientas Aibileen y Minny, algo que será visto como una gran traición por parte de sus «amigas de toda la vida», chicas de su mismo estatus como Hilly (una estupenda Bryce Dallas Howard), Elizabeth (Ahna O’Reilly) o Jolene (Anna Camp), muy satisfechas con sus privilegios de clase. Aunque de modo inconsciente, Celia también vulnerará las normas de comportamiento; esta rubia oxigenada con «cuerpo de Jessica Rabbit» –en palabras de la actriz que la interpreta– pero dulce, sensible y cariñosa encontrará refugio a su soledad en la amistad con Minny.

La dama sureña y la mammy afroamericana

Criadas y señoras refleja las profundas desigualdades camufladas tras los lujosos hogares retratados con exquisito detalle, que funcionan a modo de escaparate del American Way of Life. Para ello se alimenta de dos estereotipos antagónicos fuertemente arraigados en la tradición del Sur: la dama sureña y la mammy afroamericana, dos figuras que plasman las dos caras de la moneda de una época en el que las huellas del pasado esclavista seguían todavía frescas. Así, personajes como Hilly o Elizabeth se encuentran muy cercanos a las protagonistas de dramas de época como Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, Victor Fleming, 1939) o El árbol de la vida (Raintree County, Edward Dmytryk, 1957) –encarnadas respectivamente por Vivien Leigh y Elizabeth Taylor–, damas caprichosas, orgullosas, egoístas, racistas, clasistas y tremendamente infantiles.
Apoyada en el prodigioso trabajo de todo el reparto, en el que brillan con luz propia Viola Davis y Octavia Spencer, la película trata de dar voz e identidad a esas mujeres prácticamente invisibles tras la etiqueta y el uniforme de «servicio». Partiendo de la representación estereotipada de la mammy, esa esclava/sirvienta a la par que niñera encargada de la crianza y educación de los hijos de «su señora» blanca –y que actúa para los niños como una suerte de madre adoptiva, a veces más cercana que la biológica–, Criadas y señoras trata de descubrir la mujer real que se encuentra detrás. La película se consagrará a sacar a la luz los sentimientos, las miserias y también la grandeza de «esas mujeres que crían niños blancos y ni siquiera pueden usar el aseo en nuestras casas«.

Copyright del artículo © Lola Clemente Fernández. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © DreamWorks Pictures, Harbinger Pictures, Reliance Entertaiment, 1492 Pictures, Imagenation Abu Dhabi y Participant Media. Cortesía de The Walt Disney Company Spain. Reservados todos los derechos.

Mª Dolores Clemente Fernández

Mª Dolores Clemente Fernández es licenciada en Bellas Artes y doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis “El héroe en el género del western. América vista por sí misma”, con la que obtuvo el premio extraordinario de doctorado. Ha publicado diversos artículos sobre cine en revistas académicas y divulgativas. Es autora del libro "El héroe del western. América vista por sí misma" (Prólogo de Eduardo Torres-Dulce. Editorial Complutense, 2009). También ha colaborado con el capítulo “James FenimoreCooper y los nativos de Norteamérica. Génesis y transformación de un estereotipo” en el libro "Entre textos e imágenes. Representaciones antropológicas de la América indígena" (CSIC, 2009), de Juan J. R. Villarías Robles, Fermín del Pino Díaz y Pascal Riviale (Eds.). Actualmente ejerce como profesora e investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).