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«Super 8» (J. J. Abrams, 2011)

De la unión explosiva entre Steven Spielberg –en calidad de productor– y J. J. Abrams –en calidad de director, guionista y productor– surge Super 8 (2011), un blockbuster veraniego que rezuma nostalgia y pasión cinéfila.

Contraviniendo la norma de Alfred Hitchcock de no trabajar con animales ni con niños, este filme ambientado en el verano de 1979 da cuenta de las peripecias de unos chavales que están rodando un cortometraje de zombis con una cámara de Súper 8. Una noche, mientras se encuentran filmando una escena, presencian el aparatoso descarrilamiento de un tren militar, provocado por un coche que se lanza a las vías. Poco después, una serie de fenómenos inexplicables comienzan a sembrar el caos en la pequeña y apacible localidad, aparentemente relacionados con una misteriosa criatura escapada de uno de los vagones blindados del tren.

«En 1979, las fuerzas aéreas de Estados Unidos cerraron una sección del área 51. Todos los materiales tuvieron que ser trasladados a un complejo de seguridad de Ohio«. Estas sugerentes frases del tráiler, en el que puede verse un extracto del catastrófico «accidente» ferroviario, dan una idea de la trama de la película, surgida de la fusión entre dos proyectos de Abrams apenas esbozados, uno sobre un grupito de adolescentes que se inician en el cine con su cámara de Súper 8 y otro sobre el traslado de materiales secretos de la mítica Área 51 a otras bases militares en trenes nocturnos de mercancías.

Como cuenta Abrams, del primer proyecto «no había gran cosa, y era frustrante porque no avanzaba en mi cabeza… no podía decir de qué iba la historia. Sabía los personajes, sabía las situaciones, sabía que había temas sobre las clases sociales y una historia de amor en su núcleo, y que sería una película sobre el paso a la madurez«. Por contra, el segundo tenía «un punto de partida bastante bueno, pero no tenía ningún personaje del que hablar… así que estaba en posesión de dos mitades, y después de seis meses o así se me ocurrió juntarlas«.

No resulta extraño que esta historia de ciencia-ficción con un grupo de niños como testigos privilegiados a la vez que protagonistas de la acción llamara la atención del gran «experto» en el tema, Steven Spielberg. Con un claro regusto a la obra de este –en especial a películas como E.T. El extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, 1982) o Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977), con las que comparte la conspiranoia y el recelo hacia los militares– la idea entusiasmó al director veterano por varias razones.

Pues Super 8 no solo toca la fibra sensible del espectador amante de aquel tipo de cine «ochentero», palomitero y juvenil, también apela a la infancia de sus mismos artífices, que en su momento hicieron sus primeros pinitos en el cine con cámaras domésticas. No en vano el primer contacto entre Abrams y Spielberg estuvo relacionado con sus talentos primerizos: cuando contaban 15 años, Abrams y su amigo Matt Reeves –posterior director de Monstruoso (Cloverfield, 2008)–, que ya habían participado en varios concursos de cine, fueron escogidos para restaurar las películas «caseras» de 8 mm rodadas por Spielberg cuando también era un crío.

Los creadores comparten obsesiones con los jóvenes protagonistas del filme (especialmente del personaje interpretado por el debutante Joel Courtney), apasionados de las películas, de las revistas, de las maquetas y del maquillaje de monstruos, unos gustos «raros» que no cuentan con la aprobación de los padres. Algo parecido le sucedió en la niñez a Spielberg. Admirador confeso en su infancia de la revista Famous Monsters de Forrest J. Ackerman (que inició su andadura en febrero de 1958), reconoció que su influencia «me impulsó, de joven, a salir corriendo con la cámara de ocho milímetros de mi padre, con mis tres hermanas a la zaga y diecisiete rollos mojados de papel higiénico […] que necesitaba para enrollarlas y convertirlas en momias» (1), peculiares aficiones que le valieron no pocos castigos por parte de sus mayores.

La pasión por los monstruos desde la más tierna infancia también es uno de los elementos destacados de El misterio de Salem’s Lot (Salem’s Lot, Tobe Hooper, 1979), otra de las influencias de Super 8. Y es que esta miniserie adapta una novela de otro ávido lector de Famous MonstersStephen King.

Con un estreno precedido por una exigua campaña publicitaria consagrada a mantener intacto el elemento sorpresa, Super 8 se presenta como un sentido tributo a los que fueron niños en los años ochenta, que crecieron con películas como E.T. El extraterrestreEncuentros en la tercera faseLos goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985), Cuenta conmigo (Stand by Me, Rob Reiner, 1986) o Una pandilla alucinante (The Monster Squad, Fred Dekker, 1984), aunque apostando por una mirada mucho más seria, por momentos demoledora.

Prescindiendo de la parafernalia del 3D, Abrams apuesta por un cine espectacular a la vez que profundamente sentimental pero sin caer en la cursilería, en el que el dramatismo se impone dosificando convenientemente los momentos de ternura y de humor. El resultado: una apasionante aventura juvenil que rebosa amor por el cine, potenciada por una más que correcta labor de casting y por el buen hacer de los niños protagonistas (en especial de Elle Fanning, la hermana pequeña de Dakota Fanning), a pesar de que dos de ellos debutan con este filme.

(1) David J. Skal, Monster Show. Una historia cultural del horror, Madrid, Valdemar, 2008, pp. 339-340.

Copyright del artículo © Lola Clemente Fernández. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Amblin Entertaiment, Relativity Media, Bad Robot Productions y Paramount Pictures. Cortesía de Paramount Pictures Spain. Reservados todos los derechos.

Mª Dolores Clemente Fernández

Mª Dolores Clemente Fernández es licenciada en Bellas Artes y doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid con la tesis “El héroe en el género del western. América vista por sí misma”, con la que obtuvo el premio extraordinario de doctorado. Ha publicado diversos artículos sobre cine en revistas académicas y divulgativas. Es autora del libro "El héroe del western. América vista por sí misma" (Prólogo de Eduardo Torres-Dulce. Editorial Complutense, 2009). También ha colaborado con el capítulo “James FenimoreCooper y los nativos de Norteamérica. Génesis y transformación de un estereotipo” en el libro "Entre textos e imágenes. Representaciones antropológicas de la América indígena" (CSIC, 2009), de Juan J. R. Villarías Robles, Fermín del Pino Díaz y Pascal Riviale (Eds.). Actualmente ejerce como profesora e investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

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