Cualia.es

Mis libros de cabecera: «If Only», de Geri Halliwell

Si bien, como ya sabéis, no cultivo un sesgo religioso hacia la literatura –o sea, no la sacralizo, debido a mi afición primera a los cómics y la cultura popular, que siempre se consideraron material intelectual de desecho–, podría considerar que If Only ha sido mi BIBLIA PERSONAL durante mucho tiempo.

Escrita hace justo veinte años, se trata de la autobiografía temprana de Geri Halliwell (Horner Hidalgo de apellidos reales), hija británica de una emigrante de Huesca y cantante lunática de las Spice Girls. Por entonces, las Spice eran mi grupo favorito de pop. Su repertorio resultaba muy contagioso por su descaro clasebajero y porque recuperaban la filosofía lúdica de los años 80, salpimentando los hasta entonces aburridísimos 90, por culpa de Kurt Cobain y demás niñatos amargados de existencialismo arrastrado.

Defender entonces a las Spice me valió el despido de una revista musical de prestigio urbanita que sólo dedicaba portadas a artistas españoles feos, y mi obsesión por ellas llegó a tal extremo que fui el único adulto en primera fila de su concierto en Barcelona, tras apartar a todas sus fans doceañeras a codazos.

Yo quería cantar como Mel C, poseer la actitud de Victoria, conseguir una novia como Mel B…, pero dentro de mí, sabía que a quien más me parecía era a su líder pelirroja (Baby Spice fue la única con la que no me identifiqué jamás). Más tarde, mi cuento más querido en mi primer libro de ficción estuvo protagonizado por un trasunto neurótico de Geri al borde del suicidio, incapaz de entablar una relación empática con nadie. En una ocasión le pasé un ejemplar a Mel C, pero me olvidé de traducírselo, lo cual tal vez me ahorró una demanda.

If Only es la apasionante historia de una chica muy loca con anorexia y hambre de fama, que hará lo imposible por lograrla, aunque luego descubra que ninguna cantidad de popularidad la colma. Predispuesta a las perrerías y autosabotajes más delirantes con tal de cumplir sus sueños, lo sorprendente en la crónica de Geri es lo bien escrita que está, así como lo ingeniosa y audaz que resulta su confesión. No sé si el mérito proviene de alguna mercenaria literaria –y quién sabe si de un mercenario con alma de Montserrat Caballé, como yo– o de ella en persona, pero el resultado es el mismo: una delicia por un lado y un tortazo de sinceridad apabullante por el otro.

Por esa misma sinceridad y porque Geri está muy desquiciada, yo juraría que el libro, en efecto, lo escribió la susodicha: ¿sabéis de aquellas veces que quedaba con George Michael, su mejor amigo tras la ruptura con las Spice, y ella misma llamaba a los paparazzi para informarles del restaurante donde los encontrarían cenando juntos? Esas gracias le costaron la amistad con el torturado cantante, lógicamente. Y de ésas, tiene varias que no tuvo empacho en divulgar.

Pese a sus abusos de confianza en busca de la foto más vendible o precisamente por eso, siempre me cayó muy bien la indómita y patosa Geri. Sus falencias la hacen superhumana a mis míseros ojos. Incluso creo que su huida de las Spice y su apuesta pop inicial fueron de mucho mérito.

Su repertorio en solitario no empezó nada mal, los expertos en música g(u)ay os lo podemos garantizar. Pero me da la sensación de que no confió lo suficiente en sí misma o sobreestimó el éxito que podía obtener en solitario. Lo más probable es que su psicosis le impidiera disfrutar cualquier logro. Al final, malquebién y con altibajos, Mel C le ganó en la construcción de una trayectoria musical enjundiosa dentro de un perfil pop. Pero si Mel C contaba con la voz, Geri contaba con la desesperación por el triunfo. Su afán por vivir en un valle de muñecas admiradas la hizo precipitarse colina abajo.

Si seguís sin entender mi interés por estos andurriales poperos, echad un ojo a las opiniones de los lectores de la obra reseñada. Corroboraréis que la mayoría confirma mi enfoque. Uno de ellos incluso se atreve a afirmar en GoodReads: “As an aspiring writer, I identified with a lot of Geri‘s career struggles”.

¿Veis?

Y es que el mamotreto de marras lo contiene todo: aspiración, sacrificio, éxito, mesianismo, excesos narcisistas, caída en picado, posibilidad de redención, improbabilidad de retorno…

Es una buena Biblia.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
(Avatar © David Campos)

Sugerencias