Estudio 60 (Studio 60 on the Sunset Strip, NBC, 18 de septiembre de 2006 – 28 de junio de 2007) es la mejor serie que se ha escrito y se escribirá en la Historia de la televisión.
A lo largo de 22 episodios, Aaron Sorkin, su creador, nos cuenta en clave de comedia cómo vive y trabaja el equipo encargado de producir un espacio televisivo muy similar a Saturday Night Live.
Entre los personajes recurrentes de la serie, encontramos al atribulado director Danny Tripp (Bradley Whitford, viejo conocido de El Ala Oeste de la Casa Blanca), el guionista Matt Albie (Matthew Perry), la responsable de programación Jordan McDeere (Amanda Peet), la actriz puritana Harriet Hayes (Sarah Paulson) y los cómicos Tom Jeter (Nate Corddry) y Simon Stiles (D. L. Hughley).
La serie es excepcional en todos los sentidos. Hay un capítulo, The Long Lead Story (16 de octubre de 2006), que concluye con una escena de amor entre los dos protagonistas, Matt y Harriet –inspirada, según dicen, por Kristin Chenoweth, que fue novia de Sorkin en la vida real–. En ese episodio, ambos ponen fin a su relación mientras, al fondo, el mismísimo Sting interpreta en directo Fields of gold con un laúd. Por decirlo de forma contundente, la secuencia es una pasada, y sirve para resumir la esencia de la serie.
Tras ver el episodio piloto, la crítica televisiva lo puso por las nubes. El NY Daily News la situó en el sexto lugar de su lista de mejores series del año. Ese capítulo inicial obtuvo una audiencia de 13,4 millones de espectadores. Por desgracia, el público no le fue fiel. Un 12% abandonó Estudio 60 en su segunda entrega. Al llegar a la quinta emisión, la audiencia ya se había desplomado un 43%. Finalmente, los ejecutivos de la NBC decidieron cancelar el proyecto de Sorkin al cabo de una temporada.
Ni siquiera el gremio televisivo se sintió a gusto con su planteamiento: Ken Levine, guionista de Frasier, Cheers y Los Simpson, subrayó que el modo en el que trabaja el equipo de Estudio 60 se parece poco a su experiencia personal. «Sorkin pretende lanzar grandes ideas y cambiar la perspectiva del público. Ningún humorista trabaja de ese modo. Van a por las risas y dejan las lecciones en segundo término» (Deborah Netburn, Los Angeles Times).
En realidad, la serie fue un proyecto fallido. ¿Importa eso? En realidad, no. Y es que, en mi opinión, la clave es otra. ¿Cómo logra Sorkin que en este sonoro fracaso se me erice la piel en algún momento de todos y cada uno de sus capítulos?
Y atención, porque no lo consigue con frases altisonantes, momentos gloriosos o secuencias prodigiosas. No. Son chispazos. Como latigazos que nos sacuden el corazón, y que uno no termina de entender muy bien. No sé cómo llamarlo: si talento, inspiración o, simplemente, envidia por el talento de un creador excepcional.
Algún día me extenderé más y será mi cabeza quien hable y no las tripas, pero ahora, si me disculpáis, voy a ver otro episodio más…
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