Los cánones siempre han sido incómodos. Se originaron en el seno de la iglesia, como códigos, leyes o juicios normalmente basados en las Sagradas Escrituras, y se trasladaron al terreno del arte en el siglo XVIII, durante el relevo entre la Ilustración y el Romanticismo. Santo Tomás creía que ordenaban la razón, y unos siglos más tarde Matthew Arnold se convirtió en su cómplice solo que intentando proporcionar al arte el sesgo que antes había tenido la religión: otorgándole a éste la capacidad de ordenar y mejorar nuestras vidas. Entre el canon religioso y el canon secular, la distancia siempre ha sido estrecha en cuanto a intenciones; lo que los distinguió hasta el siglo XIX fue el papel que jugaba en ellos la ciencia.
Las listas de las mejores películas del año o de la historia no duran demasiado tiempo. El tiempo hace que nuestra perspectiva sobre las cosas cambie y se enriquezca, que añadamos capítulos a la particular historia de la cultura que vamos haciendo mentalmente, a medida que vemos películas. ¿Quién habría incluido una película de Chantal Akerman, sin ir más lejos, entre sus favoritas en los años ochenta? Sin embargo, ahora Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975) ocupa, según la lista de Sight and Sound de 2022, el primer puesto de las 100 mejores.
Cambiamos nuestros gustos y con ellos cambia nuestro canon. Al mismo tiempo, cambian también los motivos por los cuales apreciamos las cosas. Si antes nos gustaba el formalismo de los cineastas rusos, de Alfred Hitchcock u Orson Welles, luego comenzamos a apreciar más a gente intuitiva, como Nicholas Ray, John Cassavetes o Luis Buñuel.
De las disciplinas interpretativas pasamos a las disciplinas descriptivas, y de pronto las películas nos fueron gustando por motivos en los que rara vez habíamos pensado. Incluso los contextos han ido modificando nuestros gustos. Un viaje a Estados Unidos hizo que la obra de Monte Hellman o Terrence Malick cobrase una importancia mayor para mí. Acontecimientos como el confinamiento de 2020 me obligó a ver el cine de manera diferente. Las listas ponen de relieve nuestras experiencias, también la amplitud de nuestros conocimientos y la profundidad de nuestra percepción. Gracias a ellas es fácil hacerse una idea sobre quienes las elaboran, sobre sus relaciones con el presente y con el pasado, sobre su posición con respecto a su propia cultura. Son algo parecido a un retrato robot, donde quedan insinuados los rasgos suficientes para identificar a alguien.
He de reconocer que yo, cuando hago mis propios juicios, tiendo a despreocuparme sobre su criterio de verdad o falsedad, y les otorgo a las obras de arte esa autonomía que les supuso David Hume al asumir que, cualquiera que sea nuestra actitud con respecto a ellas, encontrarán su camino hacia el futuro aunque en el pasado fueran menospreciadas y en el presente vivan en el olvido.
Criterios, gustos y caprichos
Sé que tengo caprichosas nociones sobre la belleza, el equilibrio o la proporción; y que me encanta la imagen de Moisés (Charlton Heston) en Los diez mandamientos (The Ten Commandments, 1956, Cecil B. De Mille) cuando sujeta en sus manos las Tablas de la Ley y lo hace coléricamente, poco antes de estamparlas contra el suelo y así destruir para siempre los preceptos divinos y dejarnos a expensas de nosotros mismos. En ausencia de un dios al que obedecer, una academia a la que servir o una publicación a la que deba proporcionar simplemente contenido, yo diría que las veinte mejores películas que vi el año pasado fueron:
Segundo premio (2024, Isaki Lacuesta & Pol Rodríguez)
Soundtrack to a Coup d’Etat (2024, Johan Grimonprez)
Civil War (2024, Alex Garland)
El aprendiz (The Apprentice, 2014, Ali Abbasi)
C’est pas moi (2024, Leos Carax)
Todo documento de civilización (2024, Tatiana Mazú)
Grand Tour (2024, Miguel Gomes)
No esperes demasiado del fin del mundo (Nu astepta prea mult de la sfârsitul lumii, 2023, Rada Jude)
Winner (2024, Susanna Fogel)
The Sweet East (2023, Sean Price Williams)
La semilla de la higuera sagrada (Danaye anjir-e moabad, 2024, Mohammad Rasoulof),
La luz que imaginamos (All We Imagine as Light, 2024, Payal Kapadia)
El clan de hierro (The Iron Claw, 2023, Sean Durkin)
Jurado nº2 (Juror #2, 2024, Clint Eastwood)
Goutte d’Or (2022, Clément Cogitore)
Chime (2024, Kiyoshi Kurosawa)
La sustancia (The Substance, 2024, Coralie Fargeat)
Emilia Perez (2024, Jacques Audiard)
El brillo de la televisión (I Saw the TV Glow, 2024, Jane Schoenbrun)
Janet Planet (2023, Annie Baker).
Otros títulos a tener en cuenta
Este año he visto películas que han suscitado interés e incluso admiración entre mucha gente y que a mí, sin embargo, me han dicho poco o nada, de ahí que no aparezcan en mi lista. Hablo de Anora, Volveréis, Megalópolis, Love Lies Bleeding o La habitación de al lado. Otras no las incluí porque me puse un límite de veinte, por eso no están The Beast, Evil Does Not Exist, La chimera, Cloud, Challengers, Green Border, Hit Man o La Bête dans la jungle.
Hay otras que tengo pendientes y que seguramente habrían entrado en las lista si las hubiese visto, como Ainda estou aquí, El último verano, Body Odyssey, Hard Truths, The Shrouds, Tardes de soledad, Pepe o Maldoror. Pero las películas más sangrantes son las que he visto entre que elaboré mi lista de las mejores de 2024, a principios de diciembre, y el último día del año, porque algunas me parecen colosales, como Oh, Canada, No Other Land, Dahomey, Nickel Boys o Here.
Una sola imagen puede a veces justificar la existencia de una película, por floja o fallida que pueda ser, como sucede con Who Killed Walter Benjamin? (2005, David Mauas). La posibilidad de ver en ella a Walter Benjamin riéndose con un grupo de amigos, de espaldas al lo que el futuro le tenía reservado y sin duda a la visión monolítica que nos provoca su extraordinaria altura intelectual, a mí me hacen olvidar las posibles insuficiencias de la película y considerarla la mejor que he visto en 2024, gracias a la imagen aérea que veréis a continuación y que demuestra que Walter Benjamin también supo ser alguien, más allá de nosotros mismos, que ya somos él.
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