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Crítica: ‘Anatema’ (2024). Una aventura gótica con sabor literario

Jimina Sabadú presenta en ‘Anatema’ un retablo gótico que se suma a la tradición del fantaterror español con indudable ingenio

Años ochenta. Juanita y su hermano van a hacer la comunión. Es un bonito día de fiesta. Pero al pequeño «almirante» el cuerpo de Cristo no le sienta bien, y una estatua de San Simón le mira airada, mientras algo preternatural se desencadena con terribles consecuencias para los asistentes a la eucaristía. La vida no va ser ya un jardín de inocencia para nuestros comulgantes.

Ya en la actualidad, Juana (Leonor Watling), metida a monja en un convento y dedicada a la restauración de arte sacro, es requerida por el padre Ángel (Pablo Derqui), para efectuar un peculiar trabajo en una iglesia de Madrid que la madre conoce muy bien, y que sufre, desde hace años, una posesión infernal que ninguna alta autoridad eclesial ha sabido neutralizar.

La herencia del fantaterror español

Jimina Sabadú dirige esta entretenida y eficaz aventura de tintes góticos, marcada por una vocación artesanal que bebe en las fuentes del cine de Paul Naschy o del gran Chicho Ibáñez Serrador, precursores de un fantaterror ingenioso y audaz, actualizado décadas después por nombres como Paco Plaza o Jaume Balagueró.

Y es en esta clave en la que se expresa y desarrolla Anatema, una peripecia plagada de utilería litúrgica, personajes heroicos u oscuros, escenarios crípticos y hasta lovecraftianos, y muchas, muchas referencias directas o tangenciales al cine y la literatura gótica.

Porque si de algo puede presumir la cinta, es del sabor literario que aliña la trama, y de la fidelidad a una tradición en la que cine y novela se unen en perfecta simbiosis.

Así, Anatema nos trae a la memoria títulos que van desde La torre de los siete jorobados (novela de Emilio Carrere llevada al cine por Edgar Neville), La guarida del gusano blanco (Bram Stoker), o El monje (de Matthew G. Lewis, ambientada en un antiguo Madrid castizo), hasta clásicos como El exorcista o La profecía.

Una cripta infernal

Bajo la planta principal de la iglesia, se abre tierra abajo un hormiguero de catacumbas, criptas, y cuevas en las que se emplaza, junto a la puerta del averno, un terrorífico receptáculo del que no les adelantaré nada, aunque ya pueden imaginar que no faltarán seres de pesadilla y espectros de casquería que amenazan con ascender a la superficie y corromper al personal con su mefítica esencia.

A ese asfixiante submundo se lanzará la buena de la hermana Juana, junto con el padre Ángel y un par de voluntariosos compañeros (interpretados por Jaime Ordóñez y Keren Hapuc), en plan «cazafantasmas» serios, sin más herramientas que la fe y sus crucifijos, y arrastrando sus miedos y sus traumas, peligrosos lastres de los que se nutren los demonios.

El veterano actor Manuel de Blas completa un reparto en el que da vida a un arzobispo siniestro y desquiciado, artífice de la empresa que pretende acabar con el mal, aunque ocultando ciertos planes personales que no le ha dictado precisamente el Señor para cuya Obra asegura trabajar.

«Sin miedo no hay fe», dice haciéndonos evocar al monje aguafiestas de El nombre de la rosa, enemigo del humor, y monstruo preso de su ceguera física y espiritual.

El director de El día de la bestia, Álex de La Iglesia, produce Anatema, e insiste con ello en involucrarse en proyectos que señalan a Madrid como puerta del Infierno, contradiciendo el eslogan que reza «de Madrid al Cielo». Pero se da por bueno, pues resulta siempre apetecible ver en la gran pantalla las calles madrileñas, donde la entrada al averno pasaría realmente desapercibida entre tiendas de moda low cost y oficinas de Hacienda.

Amena película, de corte sencillo, no se muestra con más ínfulas que las de pintar un retablo gótico de un modo vocacional y muy presentable. Y logra ser el entretenimiento que pretende, sumando al género una atractiva pieza, con sus clichés y perdonables errores, que no han de faltar nunca en el meritorio e imprescindible cine español de terror.

Sinopsis

Una joven monja (Juana Rabadán) recibe el encargo de visitar las catacumbas de una de las iglesias más antiguas de Madrid. El arzobispo sospecha que bajo sus interminables túneles se encuentra el Sello de San Simeón, colocado allí por el propio santo eremita con el fin de salvaguardar el mundo de un mal de tiempos pretéritos. Con la ayuda del joven sacerdote Ángel, la novicia Mara, y el exorcista Cuiña, Juana bajará al subsuelo de la ciudad a enfrentarse no sólo a lo sobrenatural, sino también a su pasado.

Jimina Sabadú (Madrid, 1981) es escritora, guionista, y realizadora. En el año 2000 entra como colaboradora al mítico fanzine Mondo Brutto. Obtuvo el premio Lengua de Trapo con Celacanto y el premio Ateneo Joven de Sevilla con Los Supervivientes

Unas semanas antes de la crisis del covid publicó la novela de terror costumbrista Las palmeras (Algaida), sobre el cierre de fronteras a causa de una enfermedad de origen desconocido. En 2021 publicó La conquista de Tinder (Turner), un ensayo sobre aplicaciones de citas. 

Es columnista en El País y en Artículo 14. Ha sido guionista de cine, televisión, animación, y autora teatral. Anatema es su primer largometraje tras varios cortometrajes experimentales.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Pokeepsie Films (Banijay Iberia), Sony Pictures International Productions. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).