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Segunda temporada de Los anillos de poder: luces y sombras en la Tierra Media

La segunda temporada de ‘Los anillos de poder’: luces y sombras en la Tierra Media

La serie de J.D. Payne y Patrick McKay amplía su escala y espectacularidad, pero enfrenta desafíos narrativos complejos

El prodigioso universo de J.R.R. Tolkien volvió a la pantalla en 2022 con El Señor de los Anillos: los Anillos de Poder, una serie que prometía expandir los límites de lo que conocíamos de la Tierra Media. La precuela, creada por J.D. Payne y Patrick McKay, se basa en los apéndices de los libros originales de J.R.R. Tolkien, y su propósito inicial era abordar temas y periodos que las adaptaciones cinematográficas de Peter Jackson no desarrollaron.

En su primera temporada, la serie nos trasladó a reinos legendarios como Númenor y Khazad-dûm, y nos presentó versiones más jóvenes de personajes icónicos como Galadriel y Elrond. De la necesidad de comprimir periodos históricos de una amplitud milenaria surgió la principal queja de los más puristas: ¿era esa primera temporada fiel a lo narrado por Tolkien o un simple aprovechamiento económico de su legado?

Los que pueden recitar de memoria pasajes de El Señor de los Anillos como si fuera una Biblia fruncieron el ceño ante ciertas libertades que se tomaron Payne y McKay. En cambio, especialistas como Eduardo Segura, una autoridad en este canon literario, han defendido que la serie respeta, a grandes rasgos, la filosofía y el espíritu de los textos originales.

Como el propio Segura escribió en su libro J.R.R. Tolkien. Historia, leyenda mito, «multitud de lectores asiduos de Tolkien» buscan en las versiones audiovisuales «la literalidad, la explicitud de escenas tal como ellos las habían imaginado; el texto íntegro en imágenes. Y una adaptación al cine no es eso. No puede y, sobre todo, no debe serlo. es más, en el caso de El Señor de los Anillos tal pretensión se revela, sencillamente, imposible. El entramado histórico que sostiene el argumento y, sobre todo, las relaciones entre las razas y los personajes singulares, no se puede transponer a la pantalla».

En todo caso, a lo largo de este tiempo, se han oído más las voces negativas en torno a la teleserie, sobre todo allí donde la polarización funciona mejor: las redes sociales. ¿Es un disgusto legítimo? Probablemente. Pero cualquiera con cierto interés por El Silmarillion o los restantes libros editados tras la muerte del escritor puede entender que una adaptación de estas características -con sus evidentes invenciones- no implica, ni mucho menos, un desprecio a las obras originales. Más bien todo lo contrario.

Con la llegada de la segunda temporada en agosto de 2024, las expectativas eran aún mayores, y aunque Los anillos de poder mantiene los puntos fuertes de la primera tanda de episodios -el preciosismo de la puesta en escena, la música del compositor Bear McCreary…-, parece que el debate entre los seguidores de la franquicia continúa.

Está claro que no estamos ante una serie para todos los públicos, pero aun así, esta segunda temporada demuestra que Payne y McKay, tras la necesaria presentación de personajes en la primera temporada, han aligerado el ritmo narrativo y han refinado la espectacularidad casi cinematográfica del producto. En definitiva, los nuevos episodios mejoran si los comparamos con los primeros.

Una exploración de la Tierra Media

La segunda temporada introduce nuevas tramas y personajes en exuberantes territorios. Este intento de abarcar una aventura coral, con una geografía a gran escala, no impide que haya un hilo decisivo: la infiltración de Sauron (Charlie Vickers) en Eregion y su manipulación del maestro herrero Celebrimbor (Charles Edwards), principal artífice de los Anillos de Poder.

En paralelo, hay otra subtrama que se vincula a esta última: crece la tensión en Khazad-dûm, donde el príncipe Durin (Owain Arthur) y su padre (Peter Mullen) protagonizan un drama familiar mientras una terrible amenaza que se cierne sobre el reino de las minas.

Galadriel, Elrond y los Anillos de Poder

Al final de la primera temporada, los espectadores se sorprendieron al descubrir que Halbrand, quien se había presentado como aliado de Galadriel (Morfydd Clark), era en realidad el propio Sauron. Este giro, aunque predecible para algunos, añadió un nivel de complejidad emocional para Galadriel, quien ahora, visiblemente incómoda y atormentada, debe liberarse del complejo de culpa que sintió al conocer la identidad de ese maestro de la manipulación.

En esta nueva temporada, el error de Galadriel tiene consecuencias. Desde el primer momento, Elrond (Robert Aramayo) responde con un ‘sí’ al dilema de si los primeros tres Anillos de Poder, recién forjados por Celebrimbor, deben ser destruidos. Eso le enfrenta con Galadriel, y la fisura entre ambos personajes marcará su evolución personal.

Los pelosos y el viaje hacia Rhûn

Mientras las tramas de elfos y enanos ocupan gran parte del metraje, las pelosas Nori Brandyfoot (Markella Kavenaugh) y Poppy Proudfellow (Megan Richards) acompañan al Extraño (Daniel Weyman) en su incierto viaje hacia las tierras de Rhûn, donde él espera descubrir más sobre su verdadera identidad y sus poderes. Este arco narrativo añade una dosis de aventura y promete grandes posibilidades. Sobre todo, gracias a la presencia de personajes icónicos como Tom Bombadil, interpretado por Rory Kinnear, que encarna la magia y el sentido casi poético de la fantasía ya descritos por Tolkien en El Señor de los Anillos.

Númenor: intrigas políticas y luchas familiares

En la isla de Númenor, la lucha por el poder y el equilibrio entre el bien y el mal se entrelazan. Pharazôn, interpretado por Trystan Gravelle, continúa su ascenso al poder, desafiando a la reina Míriel (Cynthia Addai-Robinson).

Atrapados en bandos opuestos, el resto de los personajes toman postura en las luchas políticas, entre la bajeza y la nobleza, y eso genera una de las dinámicas más interesantes del guion, por más que sepamos cómo acabará todo.

Épica en un mundo condenado

Max Baldry como Isildur e Ismael Cruz Córdova en la piel Arondir vienen a ser los héroes de acción que impulsan el dinamismo de la serie en determinados momentos. Su lucha se desarrolla en tierra de nadie, allí donde los orcos imponen su ley y el Señor Oscuro ha corrompido a un buen número de humanos.

Bien escritas y rodadas con brillantez, las escenas de ambos personajes son uno de los puntos fuertes de esta segunda temporada.

Un espectáculo visual

Incluso aquellos que quieren encontrar arritmias y deficiencias narrativas en Los anillos de poder reconocen que es una serie visualmente espectacular. Con una producción de primerísimo nivel, cada escena está diseñada para transportarnos al majestuoso mundo de la Tierra Media. No hay nada tan envolvente como esos escenarios en los que el CGI cumple su papel con un sentido pictórico, inspirado en el arte victoriano.

La belleza visual, en el caso que nos ocupa, respalda un guion sólido. Los personajes principales, sobre todo Galadriel y Elrond, ganan en densidad, y aquellos otros que quedaron desdibujados en la primera temporada están descritos con un enfoque más afinado.

Si al espectador estos nuevos episodios le llegan en el momento justo, muy probablemente le atrapen. Los showrunners J.D. Payne y Patrick McKay han engrasado una maquinaria poderosa, que podría enfilar el camino hacia la grandeza en futuras temporadas.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.