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Crítica: ‘Memory’ (2023)

Sylvia (Jessica Chastain), participa en una reunión de alcohólicos anónimos, charlas a las que asiste periódicamente desde hace años. Escucha retraída, desde una silla en segunda fila, a una joven que expone los problemas que la han llevado allí. Sylvia vive la vida en segunda fila, sin voz ni protagonismo, observando distante lo que acontece a su alrededor. Emplea las horas del día en su labor como asistenta social y en el cuidado de su hija adolescente, llevando una existencia de servicio a los demás sin que nadie repare en ella ni en sus necesidades.

Durante un encuentro de antiguos alumnos de instituto, donde también se muestra reservada mientras los demás bailan, Saul (Peter Sarsgaard), se sienta a su lado y la observa en silencio. Sylvia se marcha de la fiesta, y el hombre la sigue a cierta distancia hasta su casa, donde pasará la noche tendido en la acera frente a su puerta.

Pronto se evidencia en la conducta de Saul algún tipo de patología psíquica que a Sylvia no le resultará indiferente. Así se conocen, y de este modo se inicia entre ellos una peculiar relación a medio camino entre la amistad y la asistencia social, que hará aflorar inesperadas y turbulentas circunstancias del pasado de ambos. Saul padece un tipo de amnesia que le impide recordar lo que ha hecho o dicho dos minutos antes, lo que le obliga a llevar una vida pasiva y dependiente. Sylvia, a su vez, comienza a desenterrar un trauma de infancia que no sabe si es producto de una paranoia o de una experiencia real.

Austera y grisácea en su desarrollo, Memory avanza de un modo natural, críptico, abriendo paulatinamente la caja de Pandora de los secretos que vamos poco a poco entendiendo, leyendo entre líneas, y que representan esos monstruos que bajo la cama roban el sueño a nuestros protagonistas.

Memory nos habla de esa capacidad selectiva que tiene la mente para protegernos de nuestros propios terrores ocultándolos en el desordenado sótano del subconsciente, ese cuarto oscuro que le negamos a nuestra vista, pero que el olfato detecta cuando la putrefacción se hace patente. La omisión de información nos impide hallar las herramientas para proceder a la desinfección y al desatasco existencial, y difícilmente podemos reparar una avería si ignoramos dónde se encuentra, o ni tan siquiera que esta exista. La memoria dañada desdibuja lo vivido, y se hace preciso restaurarla para despejar de tinieblas el paisaje presente, y permitir que el porvenir luzca con nuevos colores libres de culpa y mancha.

Drama social de corte realista, la película se va cocinando sola en su crudeza narrativa y plástica, con las leves concesiones que da alguna que otra nota dulce. La historia escribe los renglones torcidos de un par de biografías maltrechas que cierto día comienzan a transitar como raíles paralelos de una vía, y a encontrar en el otro un par, un apoyo y un “por qué”. Y una comprensión mutua que sus respectivos entornos familiares no les brinda, sino que más bien castra, entre supuestas buenas intenciones y un proteccionismo tóxico.

En su discurso, el guion apuesta por el coraje, por la redención, y por el amor, abriendo a golpes rendijas que den paso al aire fresco y a la luz, forzando la puerta atrancada de esa parálisis emocional en la que quedan atrapadas muchas vidas, lastradas con inconfesables y mal enterrados traumas.

Película de trazo indigesto, su director, Michel Franco, no está lejos en su narrativa y puesta en escena del cine de Haneke. Si bien Memory ofrece al menos una dosis de oxígeno y una búsqueda de la esperanza, allá donde esta quiera que se encuentre y aunque no se muestre como la imaginamos; pero una esperanza real y tangible, al margen del tiempo que seamos capaces de retenerla en nuestras manos.

Excelente obra centrada en la lucha cotidiana de dos precarios supervivientes, en la que el espectador sensible reconocerá no pocas fotos de su propio álbum de sombras.

Sinopsis

Memory es la nueva película del director y guionista Michel Franco, considerado por muchos como el “enfant terrible” del cine contemporáneo. El cineasta es un habitual de festivales como Cannes, donde en diferentes secciones participaron sus películas Daniel y Ana, Después de Lucía (2012), Chronic (2015) y Las hijas de abril (2017); y del Festival de Venecia, donde participó con Sundown (2021) y Nuevo Orden (2020), esta última también estrenada en nuestro país por A Contracorriente Films, la cual ganó el Gran Premio del Jurado, además de lograr ser la película número 1 de la taquilla española en su fin de semana de estreno.

En Memory, Sylvia es trabajadora social y lleva una vida sencilla y estructurada: su hija, su empleo y sus reuniones de Alcohólicos Anónimos. Sin embargo, su vida dará un vuelco cuando, tras una reunión de antiguos alumnos del instituto, Saul la sigue a casa. Este inesperado reencuentro tendrá profundos efectos en la vida de ambos y abrirá la puerta a su pasado.

Copyright de imágenes y sinopsis © A Contracorriente Films. Reservados todos los derechos.

Copyright del artículo © Fernando Mircala. Reservados todos los derechos.

Fernando Mircala

Artista, escritor, traductor y fotógrafo. Premio Lazarillo en el año 2000. Entre otros libros, es autor de 'Ciudad Monstrualia' (2001), 'El acertijo de Varpul' (2002), 'Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra' (2010), 'Lóbrego romance, pálido fantasma' (2010), 'Compostela iconográfica' (2012), 'Pentagonía' (2012), 'En un lugar de Malvadia' (2016; ilustrado por Perrilla), 'Pánico en el Bosque de los Corazones Marchitos' (2019), 'Versos para musas y cuatro cuentos de Edgar Allan Poe' (2019) y 'Concéntrico' (2022).