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Crítica: «Los siete magníficos» (Antoine Fuqua, 2016)

Qué tiempos estos, en los que parece que el remake es un invento de hace dos días. En realidad, no es que se rueden más remakes, ni mucho menos. Simplemente, somos conscientes de ello gracias a la disponibilidad de todo el cine anterior y de la perspectiva inagotable que nos brinda internet.

En los años cincuenta, pocos espectadores reparaban en que esa película que estaban viendo era una versión (oficial o apócrifa) de un film rodado en los años veinte o treinta. No existían el vídeo o las copias digitales para recordarlo, y por consiguiente, era más difícil ‒cuando no imposible‒ establecer comparaciones, y menos aún indignarse. En contraste, quien hoy acuda a ver Los siete magníficos, de Antoine Fuqua, podrá cotejar fácilmente esta película con el mítico western de 1960 y con la obra maestra que dio origen a la misma trama, Los siete samurais (1954), de Akira Kurosawa.

Si yo les digo que esta es una adaptación muy digna del film de John Sturges, me acusarán, con bastante razón, de minusvalorar el inmenso carisma del reparto original ‒Yul BrynnerSteve McQueenCharles BronsonJames Coburn…‒ o de no tener en cuenta la inmortal banda sonora de Elmer Bernstein.

Lo reconozco. Claro que el film de Fuqua palidece si lo analizamos con cinefilia y nostalgia. Claro que es incomparable el nuevo elenco con el de 1960. Y por supuesto, jamás podría poner en el mismo escalafón a Bernstein y a un músico tan irregular y sobrevalorado como James Horner.

Pero las décadas han pasado. Y cada generación, como pasó siempre en el cine o en la literatura, merece conocer de nuevo una vieja historia, adaptada ‒nos guste o no‒ a los cánones éticos y estéticos de los jóvenes de su tiempo.

Desde esta última perspectiva, uno puede defender que el reparto de la versión de 2016 es brillante. En él se alternan veteranos de gran personalidad, como Denzel WashingtonEthan Hawke y Vincent D’Onofrio, con nuevos valores como Chris PrattLee Byung-hun o Manuel Garcia-Rulfo.

Rodada en Baton Rouge, Louisiana, la cinta se beneficia de un poderoso escenario natural y de una puesta en escena inteligente. Aunque sorprenda la excesiva corrección política en el diseño étnico de los personajes, históricamente es innegable que en el Oeste real convivían irlandeses, hispanos, asiáticos, cajuns, indios y afroamericanos.

Alguna objeción más merece el guión de Richard Wenk y Nic Pizzolatto (True Detective), un tanto desigual y carente de los matices que presentaba la cinta de Sturges.

En la película de 1960 la cualidad épica de la historia surgía, en buena medida, gracias a la partitura de Bernstein. Por desgracia, el difunto James Horner, cuya obra ha sido completada por su colaborador Simon Franglen, firma un trabajo oscuro e impersonal. Demasiado tibio, a mi parecer, como para que el espectador vibre en las secuencias más heroicas. Sin duda, es una decisión legítima, pero una banda sonora luminosa y excitante, al estilo de la compuesta Bernstein, hubiera coloreado mejor esta aventura.

Por esta y otras razones, nos hallamos ante una película correcta y entretenida, pero carente de aquella grandeza que sí poseían sus dos predecesoras.

En cuanto a la realización, sospecho que Fuqua ha revisado el cine de Sergio Leone, sobre todo en el primer acto. No obstante, mi constante impresión ha sido la de ver una puesta al día, en clave de western, de otra obra suya, El rey Arturo (2004). La estructura dramática es similar. Cambia el paisaje, el dominio romano es sustituido por el poder de los caciques mineros y las espadas pasan a ser pistolas, pero al final, lo decisivo es ese enfrentamiento desigual de un puñado de valientes contra todo un ejército: en 2004, el enemigo era la horda sajona de Cerdic de Wessex (Stellan Skarsgård), y en esta ocasión, se trata de la hueste de mercenarios contratada por el villano Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard).

Paradojas de la taquilla: el filme de Sturges no terminó de funcionar en los cines norteamericanos y es probable que el de Fuqua, sin duda inferior, lo supere en recaudación.

Sinopsis

La población de Rose Creek vive avasallada bajo el control despiadado del industrial Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard). Desesperados, los habitantes se organizan en torno a su líder, Emma Cullen (Haley Bennett), y contratan la protección de siete forajidos, pistoleros, jugadores y asesinos a sueldo– Sam Chisolm (Denzel Washington), Josh Faraday (Chris Pratt), Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), Jack Horne (Vincent D’Onofrio), Billy Rocks (Byung-Hun Lee), Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo) y Red Harvest (Martin Sensmeier). Los siete mercenarios se ponen manos a la obra, preparando a la población para la violenta confrontación que se avecina y por el camino descubren que les mueve algo más que dinero.

«Cuando MGM me pidió hacer un wéstern, me entusiasmó la posibilidad porque crecí con estas películas», dice Antoine Fuqua, que vuelve a formar equipo con Denzel Washington en la historia de los siete forajidos, pistoleros, jugadores y cazadores de recompensas que unen fuerzas para salvar a una ciudad bajo el control de la corrupción en Los siete magníficos. «Me hice la pregunté, ‘¿Por qué hacer un wéstern ahora? ¿Por qué sería importante?’ Y la respuesta –el concepto de tiranía sucede en nuestro mundo hoy en día –por eso me pareció oportuna esta película. Hacía falta un grupo especial de personas uniéndose para luchar contra la tiranía». Fuqua también tiene afinidad con el género ya que desde niño había visto películas del oeste junto a su abuela.

«Uno de los temas de la trama es sobre ser desinteresado y sacrificado –estos hombres, todos fuera de la ley, hacen algo altruista para ayudar a una comunidad y no ganan nada con ello excepto el ayudar a otros», comenta el productor Roger Birnbaum. «Salen adelante por sí solos y se arman de valor para luchar contra una fuerza exterior, enfrentando obstáculos imposibles… Siete hombres contra un ejército… Saben que algunos morirán… Y lo hacen por la sencilla razón de que es lo correcto».

«Una generación mayor quizá conozca este título, pero no la generación actual, y por eso es el momento indicado para volver a contar la historia», cuenta Todd Black, que se unió a Birnbaum como productor. «El estilo cinematográfico intenso y visceral de Antoine aporta una aspecto moderno y muy actual a una historia clásica sobre un grupo de amigos tan unidos que es como si fueran hermanos de sangre. En el fondo, es una historia sencilla de hombres que hacen lo correcto –eso es algo que busco en todas mis películas».

La idea comenzó con Roger Birnbaum, que trabajó anteriormente como Copresidente y Codirector General de Metro Goldwyn Mayer y en 2010 pasó a dirigir el estudio junto a su anterior socio, Gary Barber. «En aquel momento no había mucho en desarrollo, así que tuvimos que empezar desde cero», dice Birnbaum. «Estábamos mirando la maravillosa biblioteca de MGM y justo delante de mis ojos estaba Los siete magníficos, una película que me encantó de niño y después, cuando fui estudiante de cine y aprendí cómo evolucionó la película a partir de Los siete samuráis. Es una historia clásica y pensé que merecía la pena volver a contarla». Después, cuando Birnbaum dejó el estudio para trabajar como productor, Los siete magníficos se convirtió en su primer proyecto. Columbia Pictures llegó a asociarse con Metro-Goldwyn-Mayer en el proyecto.

Así, la nueva versión de Fuqua de Los siete magníficos sería una versión para nuestra época, y el cineasta abordó esa idea de varias formas –especialmente con los actores principales. «Necesitaba algo que no se hubiese visto aun, una perspectiva no vista en pantalla en este género del wéstern», recuerda Fuqua. «Así que cuando propuse, ‘¿Y qué tal Denzel Washington?’ Hubo un silencio absoluto en la habitación y después un estallido. ‘Eso sería increíble. ¿Crees que lo haría?'».

Fuqua y Washington tienen una relación muy sólida. «Es evidente que Antoine y yo hemos logrado grandes éxitos», dice Washington. «Ganamos nuestro Oscar con Training Day y obtuvimos un gran éxito en taquilla con The Equalizer. El protector. Es un maestro del cine –sabe lo que hace y me permite hacer lo que yo sé. Encajamos muy bien».

Naturalmente, a Washington le atrajo la oportunidad de interpretar a Chisolm, el líder de los siete. «Existen personas que han venido al mundo para proteger a los inocentes», dice el actor. «Para esta ciudad, él es el hombre indicado en el momento indicado».

Con Washington a la cabeza, los cineastas contactaron con Chris Pratt para interpretar al jugador Josh Faraday, la mano derecha de Chisolm y la primera persona que se une a él en los siete. Pratt no dejó pasar la oportunidad, hablando por muchos de sus compañeros de reparto cuando señala que la oportunidad de interpretar a indios y vaqueros en la vida real era irresistible. «Había dicho públicamente que quería hacer un wéstern, y cuando pude leer la historia y comprender la visión para la película, realmente me entusiasmó», afirma Pratt. «Me emocionó enormemente la idea de hacer un wéstern fue por tener la oportunidad de entrenarme para montar a caballo y usar armas. Pasar tiempo con Bobby, nuestro vaquero, y todos los vaqueros de verdad fue todo un regalo. Jugar con verdaderas Colt Peacemakers y .45 Long Colts –dispararlas, darles vueltas– fue muy divertido. Éramos como unos críos».

Los cineastas, junto a los guionistas Nic Pizzolatto y Richard Wenk, crearon nuevos personajes interpretados por un diverso grupo de jóvenes actores: Ethan Hawke como Goodnight Robicheaux; Vincent D’Onofrio como Jack Horne; la estrella surcoreana Byung-Hun Lee como Billy Rocks; el actor estadounidense de ascendencia mexicana Manuel García-Rulfo como Vásquez; y el actor nativo norteamericano Martin Sensmeier como Red Harvest.

Todos estos personajes se unen a la lucha por motivos diferentes. Según Ethan Hawke: «Uno está ahí porque tiene un sueño, otro porque perdió su familia. El tercero porque oculta un secreto. Y otro porque simplemente no tenía nada mejor que hacer. Ninguno de ellos está ahí por razones éticas, sino que casualmente han decido hacer lo correcto y por eso coinciden, eso los hace sentirse bien y es lo que los impulsa».

De hecho, los temas de Los siete magníficos son tan sólidos que son trasladables a distintas culturas y generaciones –como evidencia el hecho de que la película original es en sí, como cabía esperar, un remake. «Kurosawa influyó en las películas estadounidenses más de lo que la gente cree, y Los siete samuráis influye nuestra película en todos los aspectos», comenta Antoine Fuqua. «Es el ADN, la madre de estas películas. La vi e hizo que quisiera ser cineasta. Kurosawa rodó aquel filme con profundidad de campo, con primeros planos fuertes, grandes y extensas tomas y jugaba en las sombras con los samuráis, tanto si eran los buenos o los malos. Los personajes de Kurosawa son ronins, algo peligrosos, hombres violentos, pero también hombres que están al servicio de otros, que es lo que significa la palabra samurái. Por supuesto, todo aquello influyó en la película de Sturges, pero todavía más en esta».

«El filme de Sturges es una película maravillosa, hecha en un momento en el que Estados Unidos tenía una determinada visión de sí», continúa Fuqua, describiendo la diferencia entre la película de 1960 y la nueva. «Hubo una época en la que el héroe del Lejano Oeste tenía una integridad férrea. Sin embargo, el héroe cambia con el paso del tiempo y eso determina cómo se traslada al mundo. Después, este se volvió un héroe más oscuro, más complejo, un poco más peligroso. El John Wayne de La diligencia se convirtió en el John Wayne de Centauros del desierto; después de Vietnam, hay películas como Grupo salvaje, donde son los tipos malos pero te enamoras de ellos de igual manera. El público pudo identificarse con un personaje que era más complejo, que no era tan íntegro».

«En la actualidad, siempre y cuando su moral permanezca intacta, puedes hacer un héroe más oscuro, más complejo», afirma Fuqua. «Puedes hacer que reflejen el mundo actual. En aquel entonces, no habría sido posible ver a Denzel Washington protagonizando un wéstern, porque los estadounidenses no se veían a sí mismos de aquella manera –sin embargo, en la actualidad el wéstern tiene que reflejar al mundo en el que vivimos. Pase lo que pase, los buenos siguen siendo los buenos y los malos son los malos; cuando preparábamos esta película, volví a ver Los siete samuráis para asegurarme de que el ADN permanecía intacto, es decir, moralmente, no importa quién eres o qué haces, tienes que hacer lo correcto por las personas que necesitan ayuda».

Desde el punto de vista de Fuqua, la película fue rodada de forma clásica –evitando los efectos visuales cuando era posible y, en su lugar, trabajar con los mejores dobles de acción del mundo para las escenas más peligrosas, capturando la acción ante la cámara. Chris Pratt quedó impresionado: «He hecho muchas películas similares en escala y tamaño en sets de rodaje gigantes, pero la mayoría de ellas –Guardianes de la galaxiaJurassic World– dependían enteramente de los efectos visuales», afirma el actor. «En esta película, hicimos escenas de riesgo factibles. En cada una de las caídas de caballo que se ven se trata de un doble cayendo a gran velocidad y hay cientos de ellas».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Village Roadshow Pictures, Pin High Productions, Escape Artists, Metro-Goldwyn-Mayer, Columbia Pictures. Cortesía de Sony Pictures Releasing de España. Reservados todos los derechos. 

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.