En un artículo anterior (Los demonios escépticos en la India) hablé de Carvaka, el materialista o escéptico indio al que los brahmanes acusaron de ser un demonio. Aunque se considera a Carvaka como creador de la filosofía escéptica o materialista, también se ha atribuido la creación de esta escuela no a un demonio, sino a un dios, lo que parece muy contradictorio y merece una explicación.
Ese dios es Bṛhaspati o Barhaspatya, que aparece en los Vedas y es el gurú de los dioses, porque resulta que en la India incluso los dioses y los demonios tienen su propio gurú o maestro. La palabra gurú significa «el que disipa la oscuridad» o «el que está cargado de conocimiento». Bṛhaspati, que, según parece, fue mortal antes de unirse a los dioses, es el encargado del fuego del sacrificio, pues, en efecto, los dioses también realizan sacrificios. Al fin y al cabo, para muchas de las escuelas védicas los dioses son como superhumanos, en el sentido de que comparten todos los defectos de los humanos, pero magnificados por culpa de su inmenso poder, que los hace ser más proclives a caer en el deseo insaciable. En el Ramayana, un poema que podríamos considerar el equivalente de la Odisea (ya que en otro artículo comparé el Majabharata con la Ilíada), se cuentan las aventuras de Rama, un humano que en realidad es un avatar o encarnación del dios Vishnú. En varias ocasiones asistimos en el Ramayana a las profundas meditaciones ascéticas (tapas) de diversos personajes. Se trata de meditaciones, renunciaciones o autosacrificios que les pueden otorgar un poder superior a los de los dioses. Los humanos, por lo tanto, también son superdioses, entre otras cosas porque están más cerca de librarse de la rueda de las reencarnaciones, puesto que no viven en los mundos del placer sin fin de las criaturas divinas. La leyenda cuenta que el propio autor del Ramayana era un ladrón llamado Ratnakar, pero que, tras realizar un gran tapas, se convirtió en el sabio o rishi Valkimi.
Volviendo a Bṛhaspati, se lo suele identificar con el dios del fuego Indra, y ya hemos visto que se ocupa del fuego del sacrificio. Ahora bien, existe un libro que se llama Sutras de Bṛhaspati. A primera vista, podría pensarse que contiene preceptos atribuidos a este dios tan sabio, pero los aforismos expresan un pensamiento ateo y escéptico, que precisamente coincide con las ideas del «demonio» Carvaka y de los lokayatas, los escépticos y materialistas indios, como estas:
«No hay cielo, ni liberación final, ni alma en otro mundo, ni las acciones de las cuatro castas y órdenes producen ningún efecto real. Es sólo como un medio de subsistencia que los brahmanes han establecido aquí todas estas ceremonias para los muertos, no hay otra recompensa en ninguna parte».
Ahora bien, parece absurdo que un dios se dedique a negar la existencia de los dioses. La solución a esta contradicción podría ser que la atribución a Bṛhaspati fuese irónica, o que se refiera a un pensador que tiene el mismo nombre que el dios, pero que piensa de manera muy diferente. Todo se complica porque, aunque estos sutras solo se conservaban en citas de otros autores, en el siglo XX se publicó una falsificación del supuesto texto original, y porque existe un libro, que sí se conserva, que tiene el mismo título, pero que es un artashastra, es decir, que está dedicado al arte del gobierno, como el famoso Artashastra de Kautilya. A pesar de todas estas confusiones, los expertos estás seguros de que existió un libro de sutras o aforismos atribuidos al dios Bṛhaspati y de claro carácter materialista o escéptico.
Para disolver la contradicción algunos aseguran que Carvaka era un sacerdote de Bṛhaspati, pero que se desencantó del dios, y que fue él quien escribió el libro. La explicación no resulta muy convincente, por supuesto, pero parece que es lo mejor que tenemos, porque las otras explicaciones o son menos plausibles o son disparatadas.
Vale la pena contar una de las más ingeniosas, la que asegura que Bṛhaspati era el asistente del dios Indra, y que, al ver que los dioses podían sucumbir ante el ataque de poderosos demonios como los asuras se le ocurrió convencerlos de que la verdadera sabiduría era la de la religión jainista, o según otras versiones la budista. En una tercera versión, Brahspati simplemente dice a los demonios que los Vedas no contienen la verdadera religión. Sea como fuere, la conclusión es que los demonios, engañados de este modo, renuncian al verdadero conocimiento, que es el de los Vedas, y son vencidos. El propósito de estas historias es siempre el mismo: mostrar que todo lo que los ateos, los ateos, los agnósticos, los practicantes de otra religión o los escépticos dicen contra los Vedas es falso, y que, por lo tanto, los aforismos de Bṛhaspati, son los falsos conocimientos que el dios ofreció a los demonios para, de este modo, debilitarlos.
En una de las versiones más interesantes, que es como un compendio de todas las anteriores, los demonios habían vencido a los dioses, así que Bṛhaspati, primero como un monje jaina, y después como un budista mendicante, les convence de que no hay que sacrificar animales (idea común a jainistas y budistas), y también de que para alcanzar la verdad deberían seguir la razón y rechazar el testimonio. De este modo, los poderosos demonios se desviaron del camino del dharma y los dioses recuperaron el poder.
En su análisis del complejo mito, Ramkrishna Bhattacharya considera que toda esta invención de un dios que inventa un falso conocimiento para engañar a los demonios tiene entre sus principales objetivos desprestigiar a cualquier doctrina no ortodoxa, negando que sea un conocimiento razonable, puesto que es solo una invención para crear la falsa ilusión de que es mejor fiarse de la razón y de los sentidos que del testimonio, es decir, la revelación o la tradición. Aunque se trata de mitos antifilosóficos, al parecer lo que preocupaba a sus inventores era solo el aspecto religioso: veían a los jainistas, budistas y carvakas o lokayatas (representados aquí por Brhaspati) como rivales frente a las creencias védicas. Muchos de los que trasmitieron estas fábulas ni siquiera tenían claro el aspecto materialista o escéptico con el que en otras ocasiones se asocia a Bṛhaspati, sino tan sólo el de una rivalidad entre dioses y demonios acerca del derecho de los dioses a recibir el culto. De todos modos, hay que tener en cuenta que, detrás de estos herejes, hay ideas que, aunque anti religiosas, son también filosóficas o éticas, como oponerse a los ritos y a los sacrificios a los dioses, rechazar la pureza de casta (y por tanto las castas), criticar la discriminación de género, rechazar los conceptos de cielo e infierno y, en definitiva, apartarse del culto a los dioses.
La conclusión de Bhattacharya es que, aunque se asocia a un Bṛhaspati, humano o divino, con el sistema materialista lokayata o carvaka, esta identificación es dudosa, entre otras razones porque en esos mitos los herejes no defienden de manera explícita un sistema materialista: «quizá sea demasiado esperar que algún alma bondadosa nos informe de por qué se eligió a Bṛhaspati como otro nombre para el sistema materialista, así como para sus seguidores».
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