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El pobre Leviatán

Los tremendos sucesos de estas semanas en Ecuador, con los asaltos de bandas armadas a cárceles, estudios de radio y televisión, fugas de presidiarios y atentados personales, repiten escenas que podríamos considerar sintomáticas en nuestra época. El Estado como único sujeto de la fuerza pública y las leyes que la regulan, se enfrenta a organizaciones que parecen querer arrebatarle el monopolio del poder, cuarteando así la estructura de la propia sociedad.

El narcotráfico se muestra como habitual causante de tales eventos, al extremo de estar ocupando enteros espacios territoriales y sociales. Así sucedió con Sendero Luminoso de Perú, con las FARC en Colombia, en varios estados mexicanos, la ciudad argentina de Rosario –la segunda más poblada del país– y unos puertos clandestinos sobre el río Paraná, colonias informales venezolanas en Chile y las más pintorescas mafias maras centroamericanas, cuya represión en El Salvador ha merecido aprobaciones y censuras por la medida de la respuesta estatal del presidente Bukele.

La legalidad paralela a la pública es característica del operar mafioso. A ella cabe relacionar fenómenos anfibios que tienen aires de familia con aquélla. Gobiernos autoritarios como los de Cuba y Venezuela han sido vistos como conectados con el tráfico, de manera que sus medios públicos de actuación juegan a menudo como máscara de otra cosa. También forman parte de estas costumbres núcleos políticos como los de Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil, que se han lucido asaltando parlamentos, ministerios y tribunales gracias a la exhibición populista de una violencia paraestatal.

El hecho de que el mundo narco sea mundial, valga la insistencia, mide la enormidad de sus fuerzas tanto en pistolerismo como en armamento y logística. Dinero a espuertas permite mantener sus cuadros y su infraestructura, como también para comprar la mala conducta de jueces, policías, militares y periodistas que hacen el resto. Ante el volumen del atacante, es frecuente que el Estado quede en figurillas. Haría falta un músculo supraestatal como lo son estas fuerzas pero que respondiera a una conducta global contra los negocios planetarios que comprenden el citado y los tráficos clandestinos de armas, carburantes y seres humanos, en especial mujeres y niños.

¿Estamos ante un fenómeno global que carece de respuesta global? Tal vez su amplitud exceda las de unas “Honorables Sociedades” y apunten a un resquebrajamiento de la entidad estatal misma, como se vio en las andanadas de rótulo político contra la institución típica de la polis que es el Estado. Hace siglos, en un clásico de la literatura política teórica, Thomas Hobbes bautizó el Estado como Leviatán, un monstruo a la vez necesario, amenazante, protector de la sociedad y, a su manera, benévolo como esos saurios gigantescos de las historietas infantiles, que juegan al fútbol con blandas pelotas de trapo. Leviatán ha sido denostado entre algunas corrientes ideológicas que se inclinan por las virtudes del libre mercado, más los anarquistas de antaño y los libertarios de hogaño. No son excluyentes sino complementarias y su equilibrio nunca es perfecto ni estable. La política es como el arte, obra de la imaginación que se aprovisiona de las técnicas. Conviene repetir la bella fórmula del canciller Adenauer: el mercado para todo lo posible y el Estado para todo lo necesario. Domestiquemos a Leviatán antes de que nos domestiquen sus imitadores del submundo.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")