No es una película convencional, ¿de acuerdo? Salta a la vista. Y sin embargo, al verla, uno siente como si conociera de toda la vida a Sion Sono. Aparte de él, pocos osarían lucir ese talento estético para realizar films como los que adornan su carrera: obras con una potencia visual equivalente al delirio casi nihilista que contienen. Cintas desquiciadas, imprudentes, angustiosas, en curso de colisión con la normalidad.
A pesar de que puede intuirse que Sono tiene ciertas ínfulas como artista moderno, su cine se alimenta con ingredientes populares: el terror, la ciencia ficción, el thriller…
Al mismo tiempo, y pese a la psicología punk que delata su trayectoria, Sono también juega a ser un esteta con ganas de lucirse. Casi como aquella generación de cineastas-videocliperos que prosperaron en la MTV.
Creo que todo lo dicho hasta aquí ya les habrá puesto en guardia. Digo esto porque conviene tener claro qué va a ver uno después de pasar por la taquilla.
Prisioneros de Ghostland tiene un argumento que les sonará: en un mundo alternativo, a medio camino entre el western y el cine de samuráis, un héroe con un pasado criminal (Nicolas Cage) es liberado por el Gobernador (Bill Moseley) para que viaje a una zona devastada ‒este es un relato postapocalíptico‒ con el objetivo de «rescatar» a una joven, Bernice (Sofia Boutella), que forma parte de su harén.
Déjenme que añada que, durante los quince primeros minutos del metraje, reconocemos cómo van encajando aportes de 1997: Rescate en Nueva York (1981), de John Carpenter, Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981) y Mad Max: Furia en la carretera (2015), de George Miller. Sin embargo, el tono que adopta Sono, propenso a la rareza, a la estilización, el kitsch y la desvergüenza, también me recuerda desvaríos italianos como 1990: Los Guerreros del Bronx (1982) y Los nuevos bárbaros (1983), de Enzo G. Castellari.
Por lo demás, ya dije que Prisioneros de Ghostland no es una producción al uso. A pesar de que toma todos esos ingredientes populares, esto es cine de arte y ensayo. Aquí la tendencia experimental es irrefrenable, y me temo que conviene estar preparado para ver cómo el director reconduce una típica película de aventuras hacia una dirección extraña y confusa.
Para decirlo de otro modo, importa mucho menos lo que nos cuenta Sono ‒una distopía apocalíptica‒ que el modo en que lo cuenta: usando un despliegue de color y una extravagancia que pueden provocar en el espectador una genuina fascinación… o el rechazo frontal. Poco más o menos, como si una serie B de los ochenta hubiera sido reinterpretada en un museo de arte moderno.
¿Un Mad Max onírico? ¿Una mezcla caótica y a la vez sofisticada de referencias pop? ¿Un viaje psicodélico y surrealista por el cine de acción? Quien desee responder a estas preguntas sabrá, con total seguridad, si está llamado a ver Prisioneros de Ghostland.
Sinopsis
Cuando Bernice desaparece sin dejar rastro, su abuelo, el señor de la guerra conocido como el Gobernador, saca a un ladrón de bancos de la cárcel, le obliga a vestir un traje de cuero equipado con bombas y le da un plazo de cinco días para recuperarla o sufrir consecuencias explosivas. En su aventura, el ladrón buscará también redimirse de sus pecados.
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