Pues resulta que, un 9 de diciembre de 1608, nacía en Londres el poeta y ensayista John Milton, gloria de las letras inglesas, merced a su celebérrimo Lost Paradise. Y ocurre que, mientras se producía tan feliz suceso, en el convento de predicadores de Valencia, un maestro en teología, fray Luis de Urreta, terminaba su Historia eclesiástica, política, natural y moral de los grandes y remotos reinos de la Etiopía, monarchía del Emperador llamado Preste Iuan de las Indias (Valencia, 1610).
Una historia, a todas luces falsa, sobre el mítico Preste Juan, el rey etíope descendiente del rey Salomón y la Reina de Saba, que gobernaba un idílico reino cristiano en medio de enemigos reinos musulmanes.
Una historia en la que se describe un edén utópico, ubicado en el llamado Monte Amara, en pleno altiplano etíope. Un relato que, apenas tres años después, sería traducido al inglés por Samuel Purchas, un pastor anglicano dedicado a recopilar todos los relatos sobre viajes y descubrimientos protagonizados, mayoritariamente, por españoles. Se estaba gestando, por aquel entonces, la idea imperial británica, que no cristalizaría, sin embargo, hasta casi doscientos años después.
Pues bien. Medio siglo después de su publicación, la historia escrita por el predicador valenciano serviría de argumento a John Milton para elaborar su utopía edénica, su Paraíso Perdido. La joya de las letras británicas, basada en los escritos de un dominico valenciano.
Probablemente no hizo falta que Milton leyese la traducción inglesa de Purchas. Es más que probable que tuviese como punto de partida la obra de Urreta, pues leía y hablaba fluidamente la lengua de Cervantes.
Quizás, si algún día dejásemos de fustigarnos, dejásemos de vivir permanentemente encenagados en nuestro sentimiento de inferioridad, podríamos alzar la mirada y ver el papel relevante que tuvo el Imperio español en la gestación y posterior nacimiento del Imperio británico. Quizás, si dejásemos de aborrecer nuestra historia, si fuésemos capaces de sentirnos, al menos, un poquito orgullosos de ella, podríamos comprender que España y los españoles fueron el espejo en el que se miraron otras naciones, deseosas de ser como aquellos que habían abierto las puertas a la modernidad. Pero, quizás, estoy pidiendo milagros…
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