La segunda muerte de Freddie Mercury

Wade Domínguez (1966-1998) es uno de esos personajes que cruzan como una estrella fugaz por Hollywood y que nadie recordará dentro de unos años. Nadie le recuerda ya, prácticamente.

Obtuvo una mínima popularidad por su papel en Mentes peligrosas, aquella Rebelión en las aulas noventera hecha a mayor gloria de Michelle Pfeiffer. Pero yo nunca la he visto, para qué voy a ver eso.

Yo descubrí a Domínguez en la película y casi peliculón City of Industry (Ajuste de cuentas), de John Irving. No recuerdo su papel, pero sí que al verle sentí ese estremecimiento que se describe en los Bolsilibros Bruguera de terror cuando al campechano héroe rubiales se le aparece un fantasma. ¡Dios mío! ¡Me encontraba ante el espíritu andante de Freddie Mercury!

Por supuesto que el parecido era sólo eso: un parecido. Domínguez lucía facciones más regulares, era más bello y contaba con la complexión de un modelo. Pero la estructura de sus pómulos, su nariz, sus sensuales párpados sesgando una mirada de perdulario romántico eran las mismas que la del puto Freddie. ¡Era el actor perfecto para encarnarle!

Cuando, con 32 años, murió en 1998, otra muerte supuestamente causada por drogas, me apené debido a mi obvia empatía hacia él, porque era un joven hermoso y con futuro, y porque las notas que salieron en la prensa sobre su desaparición eran diminutas, diminutas…

Hace tiempo se rumoreó que Sacha Baron Cohen interpretaría un biopic sobre Mercury. Sí, este estupendo actor ofrece cierto aire exótico y una prominencia dental digna del cantante de Queen (2).

Pero sigo pensando que el actor ideal para protagonizar esa biografía filmada ya está haciéndole compañía al biografiado.

Qué superpop y qué supertriste es todo esto.

(1) Finalmente, quien interpretó a Freddie en Bohemian Rhapsody fue Rami Malek.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.