Isabel, la gran Isabel, fue la verdadera impulsora del derecho natural de los indios americanos. Fue ella, en una fecha tan temprana como 1500 cuando, ante la llegada masiva de indígenas procedentes del Nuevo Mundo, enviados por Cristóbal Colón y todos los que con él se habían establecido en aquellas tierras, indígenas destinados a ser vendidos como mano de obra esclava, dictó una ley sin precedentes en su tiempo.
Por Real Provisión firmada en Sevilla, el 20 de junio de 1500, ordenó que todos los indios que se encontraban en Andalucía, en calidad de esclavos, fueran puestos en libertad y devueltos a sus «naturalezas» en el continente americano.
Esta Real Provisión supuso un auténtico hito en la historia social del Nuevo Mundo, al considerar a sus habitantes no sólo como personas sino, lo más importante, como súbditos de la Corona de Castilla. Una ley que iba a ser la primera de otras muchas, como la Instrucción dictada el 16 de septiembre de 1501 a su flamante gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, donde le instaba a que se les tratase «como nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal ni daño». O la Ley de 1503 por la que instaba al mestizaje, ordenando a su gobernador que fomentara los matrimonios mixtos, «que son legítimos y recomendables porque los indios son vasallos libres de la Corona española».
Una gran estadista, nuestra Reina Católica, que no se olvidó de sus súbditos americanos ni en su Testamento (1504) donde dejó especificado que «… no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas, y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, más manden, que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera, que no se exceda cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es mandado…»
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