Y allí, escondido en un arco lateral, en el lado meridional de la catedral burgalesa que se abre a la Plaza de San Fernando, ajeno a las miradas que, indefectiblemente, buscan extasiarse ante portadas únicas, se encuentra uno de los hombres verdes (1) más bellos de nuestro catálogo.
Allí lo descubrimos, una gélida mañana invernal, camino del Archivo Municipal, en el silencio de esas mañanas que sólo son posibles en las capitales de provincia, como aletargadas por el frío que invade el ambiente, ausentes de locuras y ruidos propios de gran urbe. Y la memoria del Cordobés, que está siendo infinitamente más poderosa que la mía en este viaje, encaminó nuestros pasos hacia ese bellísimo hombre verde y hacia su compañera eterna, una dama del siglo XIII.
Y volví a extasiarme ante él, ante la belleza de sus facciones. Resulta evidente su factura posterior, no estamos ante un hombre verde románico o gótico. Todo parece apuntar hacia el siglo XVIII, incluso al XIX. Circunstancia que, en ningún caso, es un demérito, todo lo contrario. Me gustaría aprender más de él, de su verdadera autoría. Una nueva búsqueda…
(1) «Para los antiguos griegos, la hiedra simbolizaba la inmortalidad y eternidad. En el románico rural la longevidad de esta planta, su aspecto vivaz e imperecedero a otros casos, fue adoptada por el cristianismo y resurgió con fuerza en el simbolismo asociado a las catedrales medievales. Los estudiosos de la materia consideran que estas cabezas foliadas tienen su origen en las culturas celtas y precristianas europeas, aunque también se han encontrado ejemplos característicos en diversas culturas orientales. Se cree que simbolizan la fertilidad y la regeneración, el ciclo natural de la vida, y, como tal, fueron adoptadas por la iglesia cristiana. (…) La primera investigadora dedicada a desentrañar los misterios del hombre verde, la mencionada Lady Raglan, asoció su origen a las fiestas primaverales de mayo (…) Para Kathleen Basford [en su The Green Man (1978)], los hombres verdes son símbolo de muerte o ruina, teoría a la que se han adscrito otros investigadores para quienes las grotescas imágenes existentes en recintos medievales deben tener, por fuerza, algún significado» (Mar Rey Bueno, Historia de las hierbas mágicas y medicinales, Ediciones Nowtilus, 2008, pp. 92-99).
Copyright del artículo © Mar Rey Bueno. Reservados todos los derechos.