Desde sus inicios Ludwig Döbler cultivó las características de un dandi, pero no su insolencia. Apuesto, esbelto, siempre dispuesto a recurrir a su ingenio, nunca franqueó los límites de la cortesía y educación en escena. Vivió un tiempo en el que, tras la derrota de Napoleón, el Congreso de Viena (1814-1815) intentó restaurar en Europa la monarquía absoluta, frente a las aspiraciones de la burguesía obligada a vivir de nuevo en los márgenes del poder. Sólo la represión y la censura hizo posible el retorno al antiguo orden.
Como suele suceder en estos casos, las formas de resistencia u oposición adoptan formas sorprendentes. El dandismo fue una de ellas. Una actitud que Döbler no llevaba a sus últimas consecuencias, pero cultivó un personaje que le permitía afirmar su personalidad, ratificar los valores compartidos y, en ocasiones, incomodar delicadamente a los partidarios de los usos y costumbres anteriores a la Revolución.
Döbler era extremadamente elegante. Procedía de la burguesía, y convirtió su distinguida forma de vestir y su refinada forma de hacer magia en una encarnación de las inquietudes estéticas de los miembros de su clase. Compartió popularidad con sus corbatas, guantes y sombreros, con los ramos de flores que producía de la nada en su espectáculo, con las piezas musicales que acompañaban sus números e, incluso, con perfumes o pasteles que fueron bautizados con su nombre.
Döbler tenía su propio gusto en el vestir , reconocible y muy apreciado, que compartía estética con sus juegos de magia: sobriedad, equilibrio, precisión, mesura, Los valores que apreciaba la burguesía. Dentro de los parámetros del llamado estilo Biedermeier, nombre con el que se conoce el estilo artístico desarrollado en las artes decorativas y principalmente en la moda y el mobiliario, en el Imperio austríaco durante el periodo posterior al Congreso de Viena, a lo largo de la época de la Restauración.
Los grabados le muestran con pantalón largo, la chaqueta ajustada, el chaleco de vivos colores, el foulard al cuello, guantes, bastón y reloj de bolsillo. Döbler comercializó todos estos productos y algunos más que vendía durante las representaciones. Fue un genio de la mercadotecnia. El primer mago que optimizó el teatro como lugar de afluencia y encuentro y, consecuentemente, de venta.
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