Jericho Road (Stony Plain, 2013) nos pilló en pleno cambio de guardia, entre el 2013 y el 2014. Aquel nuevo trabajo del bluesman afroamericano Eric Bibb salía a la venta después de otro álbum muy especial, Brothers in Bamako (Stony Plain, 2012), en el que Bibb colaboraba con el carismático Habib Koité, una de las figuras musicales más interesantes de Malí.
Poco antes, habíamos podido escuchar Deeper in the Well (2012), un homenaje a la diversidad musical de Louisiana, premiado en los Blues Music Awards. En realidad, este salto que, entre un disco y otro, nos llevó de la música cajun a las sonoridades de Malí da una idea de la inquietud que mueve a un artista como Bibb.
Por otro lado, esa voluntad de aunar tradiciones y ancestros ‒empezando por el folk, el soul, el blues y el góspel‒ también define el estilo de Jericho Road, un disco en el que este cantante y guitarrista exhibe unas raíces sureñas absolutamente auténticas, y al mismo tiempo, muy sofisticadas.
Bibb hereda el amor por la música de su padre, Leon, un cantante que dividió sus intereses entre el folk y el teatro musical. Su tío es el pianista de jazz John Lewis, y su padrino, el legendario cantante, actor y activista Paul Robeson.
Grabado en Estocolmo, con producción del cantante e instrumentalista Glen Scott ‒que ya había colaborado con Bibb en otros álbumes‒ , Jericho Road resume las numerosas influencias que han ido configurando la línea de trabajo de este artista. Así, colaboran en el álbum músicos de muchos puntos del planeta, incluyendo a Ernie McNally, Linda Tillery, Tammi Brown, Ale Möller, Staffan Astner, Goran Kajfes… sin olvidar al griot senegalés Solo Cissokho, que canta y toca la kora en temas como «Have A Heart», coescrito por Bibb y Scott, y “Nanibali,” un bonus track compuesto e interpretado por el propio Cissokho.
La espiritualidad del disco es otra de sus cualidades. Como explicaba el propio Bibb, el título alude a la parábola del buen samaritano. «El 3 de abril de 1968 ‒comentaba al respecto‒, la noche antes de su muerte, el reverendo Martin Luther King nos instó a seguir el ejemplo del buen samaritano, diciendo: ‘En última instancia, no puedes salvarte a ti mismo sin salvar a otros’. Si este álbum tiene un asunto de fondo, este sería, dicho en pocas palabras, la necesidad de tener buen corazón».
La diversidad se refleja en cada uno de los temas, completando un repertorio verdaderamente maravilloso. Como decía, se trata de un álbum muy espiritual, pero al mismo tiempo, con mucho tratamiento de estudio. Los metales suenan radiantes y el contacto con las raíces se define con naturalidad.
Para Bibb, residente en Suecia, resulta esencial esa conexión con los pioneros del blues. «Son la base de lo que estoy haciendo ‒decía en una entrevista‒. No importa lo nuevos que sean los caminos por los que me aventure musicalmente, porque en todo momento siento la necesidad de mantenerme conectado con esos orígenes. Aquella generación de músicos que surgió a comienzos del siglo pasado fue la que originó lo que es realmente la música afroamericana. Fueron ellos quienes pusieron los cimientos del edificio musical en el que ahora vivimos. De ahí que todas las personas que están interesadas en el blues tengan una gran deuda con los pioneros. Pensemos en los intérpretes que pasaron inadvertidos. Bardos anónimos, que nunca registraron su trabajo en aquellos discos hechos con resina Shellac. Sin duda tenemos suerte de que haya tantos registros y documentación de los músicos de aquel periodo».
Este artículo amplía una transcripción de mi programa radiofónico «Orient Express», emitido por Radio Círculo © Gernot Dudda. Reservados todos los derechos.