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Crítica: «Aislados» («The Divide», 2011), de Xavier Gens

Que sí, hombre, que ya era hora de que el cine de catástrofes volviera a reinar. Con la crisis y las profecías sobre 2012 animando las charlas de café, no es mala cosa devorar ficciones apocalípticas, de esas que nos pintan negro el panorama. Tan negro, que casi suspiramos de alivio al levantarnos de la butaca.

Entiendo que Xavier Gens –el autor de Frontière(s) (2007) y Hitman (2007)– se enfadaría si me oyera encuadrar su último trabajo en el subgénero catastrófico. Más que nada porque, a pesar de un prólogo en el que nos pinta a toda prisa un desastre nuclear, la película acaba derivando hacia el survival horror.

Los protagonistas de esta historia escapan de la radiactividad corriendo hacia el subsuelo. En concreto, hacia la puerta de un sótano que custodia Mickey (Michael Biehn, el añorado Kyle Reese de Terminator). Allí coinciden ocho extraños con un importante punto de coincidencia: siguen vivos.

En un principio, cabe pensar que esa red de tres habitaciones que les acoge es un refugio seguro. Sin embargo, no nos hallamos ante la típica aventura en la que, a pesar de las tensiones normales en la convivencia, los supervivientes se respetan y se sienten solidarios. Más bien sucede lo contrario.

The Divide refleja de qué modo nuestro instinto de supervivencia –un egoísmo natural– transmite enfermedades tan contagiosas y degradantes como la violencia y la paranoia (También la lujuria, pero no entraré en detalles).

Aquí los personajes –en particular Eva, encarnada por Lauren German– se la juegan una hora sí y otra también para no añadir su nombre a la lista de bajas.

En definitiva, esta es una peripecia de las de sálvese quien pueda, en la que los potenciales salvadores se transforman en depredadores. Es una pena que, tras un par de revelaciones sorprendentes, la película dé un cerrojazo y acabe cayendo en la rutina de un reality show clasutrofóbico. Eso sí, rodado con un talento visual fuera de toda duda, que a ratos nos hace perdonar las inconsistencias de un guión desequilibrado, a veces por defecto y casi siempre por exceso. Por si interesa castigarles, diré que los culpables de esto último son Karl Mueller y Eron Sheean.

En cuando a la diversión que proporciona el asunto, qué les voy a contar. Mientras que el primer acto y el tercero conservan el dinamismo, el segundo se desploma y provoca un tedio incurable. Completan el reparto Milo Ventimiglia, Rosanna Arquette, Iván González y Jennifer Blanc.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.