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‘Nana’ y ‘Asturiana’ de Manuel de Falla por Óscar Lobete

Es sabido que las Sept chansons populaires espagnoles de Falla, quintaesencia del folclore español con notorias influencias impresionistas, fueron compuestas en 1914, muy cerca del Arco del Triunfo, en el Hotel Kléber de la rue de Belloy, un modesto establecimiento donde el compositor se alojó en la que sería su última temporada en París, dado el inicio de la Primera Guerra Mundial, que provocaría su inmediato regreso a España.

Entre ellas, cual apasionante viaje peninsular para canto y piano, El paño moruno, Seguidilla murciana, Asturiana, Jota, Nana, Canción y Polo, tal vez sea la Nana, de frigio aroma, procedente del folclore andaluz, una de las más originales, compuesta años atrás para una obra teatral de los hermanos Álvarez Quintero, Las flores (Madrid, 4/12/1901), que Falla habría querido convertir en ópera, aunque el proyecto pronto fue, finalmente, abandonado. La Asturiana, por su parte, procede del cancionero de José Hurtado, Cien cantos asturianos (c. 1899), en particular, del titulado Arriméme a un pino verde.

Era el maestro Falla un folclorista cosmopolita y universal, cuya “patria artística” parisina, tan lejos de su Cádiz natal, propiciaría el encuentro con los artistas más destacados de la época, Debussy, Ravel, Dukas, Viñes…, tanto es así que, más tarde, afirmaría: “Yo soy opuesto a la música que toma como base los documentos folklóricos auténticos; creo, al contrario, que es necesario partir de las fuentes naturales vivas, y utilizar las sonoridades y el ritmo en su sustancia”.

Tras el éxito en Londres de El sombrero de tres picos en 1919, una vez finalizada la contienda, y su establecimiento en Granada, Falla se esforzaría (probablemente, en vano…) en explicar su particular concepto de música nacionalista, una suerte de “esperanto musical” después de una monstruosa guerra que había destruido, en buena medida, la era de la cultura cosmopolita en que la música popular española, junto a la ópera italiana, se habían convertido en lengua franca de buena parte de los territorios europeos y americanos.

Con su sutil ironía, trataba de exponer el asunto a Adolfo Salazar durante el período de entreguerras…

«Borrador manuscrito de Manuel de Falla a Adolfo Salazar.

[Granada], 2 de febrero de 1923.

Querido Adolfo:

repasando [tachado: revisando] Soles atrasados, leo su reseña de la reprise de La Dolores. ¡Conque buen resucitador será el que resucite el nacionalismo musical! ¡Y yo que ignoraba una pérdida tan irreparable! Claro, con eso de no estar en Madrid, no se entera uno de nada… pero me consuelo pensando en que todo cuanto vive en la música europea proceda de un nacionalismo musical bien entendido. Ya lo dice Ravel: “dígase y hágase cuánto se quiera, pero, a la postre, los nacionalistas somos los únicos que llevamos razón…”. Y ¿cómo vamos a considerar agotado nuestro nacionalismo musical cuando apenas hemos hecho otra cosa en ese sentido que demostrar alguna que otra laudable intención? [tachado: ¡si todo está por hacer!] ¿O es que vamos a hacer de la música de España lo que el cursi Scriabin pretendió hacer de la de Rusia? El esperanto musical, el arte que llaman universal, es, precisamente, el representado por La Dolores, salvo sus números zarzuelísticos, éste preconizado por los germanizantes y por los editores mercachifles italianos. ¡Ay, Adolfo Adolfo! ¡Aún no ha limpiado usted bien sus ojos de la tierra que [tachado: allí] le echaron en Berlín!

Un abrazo. Manuel

(Carredano 2022: 49-50)».

…quien defendía un nacionalismo esencial, más allá de los tópicos decimonónicos, pero arraigado a un territorio que el propio Falla (o Debussy en La soirée dans Grenade) demostrarían prescindible para la creación de música popular allende las fronteras de cualquier país:

«Carta manuscrita de Adolfo Salazar a Manuel de Falla

Madrid, lunes 5 de febrero [de 1923]

Creo, como usted sabe, en el nacionalismo de las esencias. Lo he dicho mil veces, no en el nacionalismo de las apariencias. Por eso me hacen reír las tonterías de los críticos extranjeros que no admiten por nacionales más obras rusas o españolas que las que les suenen a ellos como tales. ¡Qué hubieran dicho de Dukas, o D’Indy, o de Franck, etc., si no hubieran sido franceses o belgas! Y, en cambio, cuando una obra no les suena a español o a ruso, la asimilan, ipso facto, a Alemania o a Francia. Me parece demasiado y creo útil llamarles la atención. Precisamente la nueva música alemana pretende hacer un nacionalismo a su modo, Pfitzner y Schoenberg se creen archi-nacionales. Y en verdad lo son, ¡¡¡ pero siguen siendo detestables!!! Y, al mismo tiempo, lo peor que tienen los italianos modernos es su italianismo nacionalista… sea verdiano o leoncavalesco. Usted es un gran músico que escribe con temas andaluces o castellanos. Si fuese usted alemán (¡horror!) o francés, seguiría siéndolo aún, no empleando dichos temas, y esos temas, sin usted, no serían su música. Su nacionalismo está en la esencia, en estar arraigado en el país y vivir de sus jugos vitales. Lo demás… véase Debussy o Ravel. El árbol es necesario que esté arraigado en el sitio donde se nació. Luego las ramas pueden llegar si quieren hasta la China (Carredano 2022: 50-51)».

Son, precisamente, Nana y Asturiana de Falla dos obras populares de carácter universal, que Óscar Lobete nos ofrece en sendos arreglos de su autoría para piano solo, dedicados a tres damas del piano español, Alicia de Larrocha, Ángeles Rentería y Rosa Sabater, en colaboración con Manuel de Falla Ediciones S. L. y herederos.

Copyright del artículo © Marta Vela. Reservados todos los derechos.

Marta Vela

Marta Vela es pianista, escritora y docente en la Universidad Internacional de La Rioja. Junto a una actividad muy intensa en diversos ámbitos artísticos –interpretación, dirección musical, gestión cultural, elaboración de contenidos audiovisuales–, sus líneas de investigación versan sobre música y literatura, interpretación y análisis, música vocal post-tridentina y música instrumental de los siglos XVIII, XIX y XX. Sus artículos han sido publicados en diversas revistas especializadas de España, Argentina, Chile, Venezuela, Colombia, México, Costa Rica y Reino Unido, entre las que destaca la "Revista de Occidente". Sus actividades artísticas han aparecido en medios de alcance nacional, Es.Radio, Cadena Cope, TVE 1, Radio Nacional de España, "El País", "El Mundo", "La Razón". En Radio Clásica ha presentado y dirigido espacios como "Temas de música" y "Música con estilo". Dos de sus libros, "Correspondencias entre música y palabra" (Academia del Hispanismo, 2019) y "Las nueve sinfonías de Beethoven" (Fórcola, 2020) le han valido sendas candidaturas, en 2020 y 2021, al Premio Princesa de Girona, en la modalidad de Artes y Letras. Asimismo, es autora de "La jota, aragonesa y cosmopolita" (Pregunta Ediciones, 2022).

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