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Crítica: «Un amigo extraordinario» (Marielle Heller, 2019)

Uno entra a internet y se da de narices con personajes que desconocía. Esto último me pasó con Fred Rogers (1928-2003). Leyendo una entrevista que le hacían a Michael Keaton, descubrí algo interesante: al periodista que hacía las preguntas le sorprendía que Keaton hubiera trabajado con ese tal Mister Rogers. Gracias a un par de clics, me enteré de que Rogers fue una figura televisiva de primer orden, muy popular entre los niños norteamericanos, y por encima de todo, admirado por su defensa de los buenos sentimientos. Lo que viene a ser un santo laico, en definitiva.

Si les mueve la curiosidad, podrán encontrar sin esfuerzo fragmentos de su programa, Mister Rogers’ Neighborhood  (1968-2001), una versión humilde de Barrio Sésamo, marcada por la omnipresencia del presentador. Aunque culturalmente nos pille lejos, hay algo hipnótico en Mister Rogers: una especie de predicador tranquilo y sonriente, vestido con suéter rojo y primosamente peinado. Quizá su mensaje pueda parecernos ingenuo en este anfetamínico siglo XXI, pero el modo en que habla y mira a la cámara es sincero y genuino.

Como la nostalgia se ha convertido en una virtud, el cine no ha tardado en situar a Rogers en su retrovisor. Primero en un documental de Morgan Neville, Won’t You Be My Neighbor? (2018), y un año después, en este largometraje de Marielle Heller, Un amigo extraordinario (A Beautiful Day in the Neighborhood), inspirado en el artículo «Can You Say… Hero?», que escribió Tom Junod en 1998 para la revista Esquire.

Aunque el guión se toma muchas ‒y lógicas‒ libertades a la hora de traducir el texto de Junod, conserva su esencia. En concreto, la que encontramos en este párrafo: «Érase una vez, un hombre llamado Fred Rogers decidió que quería vivir en el cielo. El cielo es el lugar adonde va la gente buena cuando muere, pero este hombre, Fred Rogers, no quería ir al cielo; quería vivir en el cielo, aquí, ahora, en este mundo, así que un día, cuando estaba hablando de todas las personas que había amado en esta vida, me miró y dijo: ‘Las conexiones que hacemos en el curso de una vida, tal vez eso es el cielo, Tom’«.

De eso trata, en definitiva, la película de Heller. Rogers, encarnado de forma encantadora por Tom Hanks, se cruza en el camino del periodista de Esquire, al que da vida Matthew Rhys. Como sucedería en un melodrama de sobremesa, los espectadores ya sabemos que la desastrosa vida del periodista mejorará gracias a Rogers.

No hay factores que eleven la película a la categoría de obra maestra. El producto es sencillo, y el punto A nos lleva siempre al punto B. Pero tras ese previsible esquema, se ocultan mensajes interesantes. Sobre todo en una época como la nuestra, más bien nihilista, enflaquecida por la vanidad, el individualismo y los debates hostiles.

¿De qué trata, en realidad, Un amigo extraordinario? ¿Es solo un biopic de Mister Rogers? ¿O en realidad es un reciclaje de su discurso moral? Más bien diría esto último: aquí Hanks transmite la ética de un hombre religioso, con un estoicismo bien entrenado, para quien la bondad y la simpatía se extienden de forma exponencial cuando se practican diariamente.

Los temas que aborda el film ‒el amor, la muerte, la familia y el perdón‒ son los temas predilectos de propio Rogers. Él hablaba sobre ellos, ¿cómo decirlo? Como un buen padre hablaría a sus hijos, mientras recoge los platos tras la cena.

En este sentido, la fuerza de la película es la resonancia ética que transmite Hanks. Gracias a él, Rogers no parece un catequista envarado, sino un hombre noble, bueno y trabajador. ¿Pasado de moda? Quizá. Pero también atento a las mutaciones de su entorno, y al parecer, siempre contento de vernos.

Sin estridencias, Un amigo extraordinario nos habla de aquello que hace valiosa una vida. Rogers, por ejemplo, vive para escuchar y ayudar a los demás. Se toma en serio el propósito de enmienda. Le conmueve el sufrimiento ajeno. Nunca deja de aprender. Y al igual que los niños, entiende que la familia y la amistad son los cimientos de una existencia plena.

Sinopsis

Tom Hanks interpreta a Mister Rogers en Un amigo extraordinario (A Beautiful Day in the Neighborhood), una historia sobre la bondad triunfando por encima del cinismo, basada en la historia real de la amistad entre Fred Rogers y el periodista Tom Junod. Tras serle asignado realizar un perfil de Fred Rogers, un hastiado escritor (el ganador de un Emmy Matthew Rhys) acaba superando su escepticismo, aprendiendo sobre de la bondad, el amor y el perdón, gracias al vecino más querido de América.

Susan Kelechi (This is us), Chris Cooper (American Beauty) y Tammy Blanchard (Into the woods), entre otros, completan el reparto de la cinta dirigida por Marielle Heller (The diary of a teenage girl).

De 1968 a 2001, Fred Rogers compartió palabras de cariño y sabiduría con millones de niños en el programa de PBS Mister Rogers’ Neighborhood, El vecindario de Mister Rogers. En un mundo cambiante en el que los jóvenes luchaban contra una serie de dificultades y se sentían a menudo incomprendidos, Mister Rogers dedicó su tiempo a escuchar, comprender y conectar con ellos, ganándose el respeto de millones de norteamericanos.

«Fred Rogers fue una persona muy querida por los niños que le veían, en un momento clave en el que necesitaban alguien que les explicara el mundo de una manera tranquila ya que sus padres estaban siempre muy ocupados para explicarles tales cosas» explica Tom Hanks.

Inspirada en el artículo del premiado periodista Tom Junod sobre Fred Rogers («Can You Say… Hero?») de la revista Esquire de 1998, y en la amistad real que desarrollaron estos dos hombres, Un amigo extraordinario nos recuerda la dedicación de Mister Rogers a la empatía, bondad y decencia, cualidades que probablemente sean más pertinentes hoy en día que hace cinco décadas.

«Creo que hoy en día estamos ávidos de consejos por la forma en la que todo el mundo está reaccionando sobre Mister Rogers» dice Heller.

«Estamos en un punto en el que parece que la división política es mayor que nunca, es lo que parece. No sé si es verdad, pero hay mucha violencia y mucho por lo que sentirse perdido y confundido. Creo que en esos tiempos es reconfortante encontrar una voz como la de Fred. Hay algo de su mensaje que ahora parece más importante que nunca».

Lo más importante tanto para Heller como para Hanks era capturar una representación fiel de Fred Rogers, sobre todo de su tranquilidad. «Tom y yo hablamos unos meses antes del rodaje sobre la voz de Fred y sus gestos característicos. Lo más difícil para Tom fue bajar el ritmo. No queríamos que pareciese que estaba imitando a alguien, que pareciese una sátira» dice la directora.

Probablemente el mayor reto para el bromista y energético Hanks fue bajar el tempo y conectar con la cadencia de Fred Rogers. «Para mí, el truco fue encontrar los sitios tranquilos dentro de espacios que tenían que llenarse».

En 1998, el periodista Tom Junod estaba escribiendo una serie de artículos en Esquire en los que entrevistaba a sujetos controvertidos como convictos y criminales. En sus propias palabras, Junod se «estaba arriesgando mucho yendo a la parte oscura de las historias».

Le encargaron entonces un trabajo para el especial del año de la revista dedicado a héroes que cambiaría su perspectiva, aunque no fuese consciente en ese momento. «A alguien de la revista le pareció muy gracioso ponerme a mí, un tipo duro, haciendo una historia sobre Fred Rogers» recuerda Junod.

«Pretendía ser una yuxtaposición entre el bien, Fred, y el mal, yo, un papel que estaba más que dispuesto a desempeñar en aquella época… Pensé que era mi oportunidad de explorar no sólo la bondad, sino también todo lo que se escondía detrás de ella».

Aunque el Lloyd Vogel de Matthew Rhys es una versión ficcionada del periodista, Junod admite que el personaje se le asemeja en bastantes aspectos. Al igual que Vogel, Junod fue con escepticismo a la entrevista con Fred Rogers, buscando el lado oscuro del adorado icono infantil.

«Lo increíble de todo, por supuesto, es que Fred no colaba ni una» dice Junod. «Fred me vio, me valoró y se puso manos a la obra, que es donde la película y guion son muy fieles a la realidad. Fred tenía el increíble don de mirar a una persona y ver lo que necesitaba, y cómo iba a ayudar a esa persona. Y en este caso, esa persona era yo. Miro atrás ahora y me doy cuenta de lo resuelto que estaba Fred y lo incansable que era en lo que hacía».

Junod recuerda su última conversación con Fred, fue al teléfono el día de navidad de 2002 cuando llamó a Fred para contarle algo que había ocurrido con su familia gracias a la influencia directa de Fred.

«Me respondió algo que me había dicho muchas veces, ‘es típico de ti contarme esto, Tom‘. Una respuesta típica de Fred» dice Junod. «Creo que a cada persona le decía cosas distintas, y esto es lo que me decía a mí a menudo. Cada vez que le llamaba para contarle una historia me respondía, ‘es típico de ti contarme esto'».

Fred McFeely Rogers nació en Latrobe, Pennsylvania el 20 de marzo de 1928. Fred era un niño tímido y muchas veces fue dejado de lado y acosado, recurriendo a las marionetas, tocar el piano e imaginar mundos ficticios para pasar la soledad. Fred estudió composición musical y más tarde se convirtió en pastor de la iglesia presbiteriana.

En 1951, Fred se unió a la NBC en Nueva York para trabajar en programas como The Kate Smith Hour, antes de pasar a ser asistente de producción en el programa de música clásica The Voice of Firestone. Volvió a Pittsburgh en 1953 para desarrollar un programa en la televisión pública WQED, trabajando junto a Josie Carey en The Children’s Corner y usando sus habilidades como marionetista para crear nuevos personajes para el programa. Durante este tiempo, Rogers también asistió al seminario teológico de Pittsburgh (nombrado pastor en 1963) y a la universidad de Pittsburgh donde se centró en desarrollo infantil.

En 1963, Fred fue contratado por la cadena canadiense CBC TV para crear y presentar un programa infantil de 15 minutos. Misterogers estuvo cuatro años en el aire, después de lo cual Fred volvió a Pittsburgh con los decorados y personajes que había creado. En 1968, Fred desarrolló Mister Rogers’ Neighborhood, un programa infantil de media hora para la cadena WQED y que también se emitía por todo Estados Unidos en la National Education Television, que más tarde pasaría a convertirse en Public Broadcasting Service – PBS.

Fred creó un espacio cálido, amigable y seguro para que los niños aprendiesen sobre el proceso de hacerse mayores, a menudo usando sus propias experiencias creciendo aislado para hablar directamente a su joven audiencia sobre temas difíciles como el divorcio, la muerte, el acoso, la ira y la tristeza. Mister Rogers’ Neighborhood se emitió durante 895 episodios, acabando el 31 de agosto de 2001 cuando Fred decidió dejar de producir el programa.

Fred conoció a Joanne Byrd mientras estudiaban la carrera en el Rollins College y se casaron en 1952. Tuvieron dos hijos, James y John, y Fred a menudo hablaba sobre su experiencia como padre en el programa. Joanne permaneció junto a Fred hasta su muerte por un cáncer de estómago en febrero de 2003 a los 74 años.

Durante su vida Fred recibió numerosos galardones por su trabajo, como un Premio Peabody en 1992, un Emmy por toda su carrera en 1997 y la Medalla Presidencial de la Libertad del presidente George W. Bush en 2002.

El legado de Fred Rogers sigue vivo a través del vasto impacto e influencia que tuvo en las generaciones de niños que crecieron viéndole. En 2012, Fred Rogers Productions estrenó el programa animado infantil Daniel Tiger’s Neighborhood, donde el personaje principal está basado en Fred Rogers y continúa expresando palabras de empatía.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Sony Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de la sección cultural de 'The Objective'. Escribió de forma habitual en 'La Lectura', revista cultural de 'El Mundo'. Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador de las páginas de cultura del diario 'ABC' y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Ha trabajado en el sector editorial y es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.