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Crítica: «La caza» (2020), de Craig Zobel

«The Most Dangerous Game» (1924), de Richard Connell, es un relato clásico de terror, y sin duda, el modelo en el que se inspiran todas las ficciones donde se narra una cacería humana. Parte de un simulacro inquietante, que enfrenta a la presa ‒un neoyorquino, hijo de la nación más joven y pujante de la época‒ con su cazador ‒un aristócrata ruso, que vive en una dimensión inasumible de la realidad‒. Aunque Connell no parece pretenderlo, hay un comentario social que sirve de trasfondo a esta tétrica aventura. ¿Qué es lo que más nos divierte aquí?  Por supuesto, la aventura exótica, pero también la lucha entre un americano corriente y un europeo clasista y anticuado, que ha creado con minuciosa atención su propio parque temático.

Ese enfrentamiento entre una o varias víctimas y sus elegantes depredadores ha sido reproducido en todas las versiones del cuento de Connell, empezando por su primera adaptación al cine, El malvado Zaroff (1932), de Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack.

Recomiendo a cualquier aficionado el relato de Connell (En España, Juan Antonio Molina Foix lo incluyó en su Horrorscope. Mitos básicos del cine de terror, publicado en 1974 por Nostromo). También recomiendo algunas de sus adaptaciones más libres. Por ejemplo, La presa desnuda (The Naked Prey, 1965), ambientada en la Sudáfrica del XIX. En este caso, Cornel Wilde encarna a un guía de safaris, totalmente exhausto, perseguido a través de la sabana por una tribu de letales guerreros.

La versión más reciente del cuento, La caza (The Hunt), es la bisagra que une la historia de Richard Connell con el mensaje provocador de obras como el Manifiesto redneck (1997), de Jim Goad. No olvidemos que Goad, un expresidiario de vida intensa, considera que la discriminación en América se ensaña con la «basura blanca» (los rednecks, los crackers o los hillbillies), y nos repite que ese clasismo es silenciado por los medios, tradicionalmente asociados con la élite urbana demócrata. De hecho, en lugar de denunciar sus penalidades, la televisión y el cine se han ocupado de exponer a esos parias, devotos del rifle y la Biblia, como paletos endogámicos y ultraderechistas. Es decir, como culpables de su propio destino.

Dirigida por Craig Zobel, La caza se presenta como un thriller de horror con alma de sátira. El guión de Nick Cuse y Damon Lindelof reproduce el esquema original de Richard Connell, pero en este caso, las presas son rednecks y conspiranoicos de la derecha alternativa (alt-right), y sus cazadores son progres de clase alta, convencidos de que la civilización está de su parte. Ambos grupos tienen sus respectivos paladines: el de los pijos elitistas está liderado por la sofisticada Athena Stone (Hilary Swank) y el de los paletos incluye a una chica que sabe defenderse sola, Crystal Creasey (Betty Gilpin).

Cuando Universal compró el guión de La caza en 2018, ya estaba claro que Estados Unidos empezaba a dividirse en dos grupos irreconciliables, agrupados respectivamente en torno a Donald Trump y a los sucesores Hillary Clinton. “La mitad de los seguidores de Trump ‒llegó a decir esta última en 2016‒ se podrían meter en lo que yo llamo la ‘cesta de los deplorables’, ¿verdad? Los racistas, sexistas, homófobos, xenófobos e islamófobos. Desafortunadamente hay gente así, y él los ha envalentonado». Sobra añadir que esta forma de convertir al adversario en una caricatura despreciable también la practican los republicanos. Y por supuesto, esa polarización no conduce a nada bueno.

Sin perder el tono de comedia negra, la película ridiculiza a los dos colectivos, pero el hecho de que cargue las tintas contra la llamada «élite liberal» sentó bastante mal a buena parte de la crítica, y de forma inesperada, molestó al propio Trump. Nada que deba extrañarnos, dada la explosiva coyuntura que ya vivía el país cuando el film llegó a los cines.

En su faceta de comedia gore, La caza funciona mejor durante su primer tramo, subrayado con secuencias tan salvajes como divertidas. Si la interpretamos como una sátira política, su recorrido es más corto, pese a la osadía del planteamiento. En todo caso, carece de grandes pretensiones, y lo que más importa es su ritmo trepidante, que convierte a esta película menor en un entretenimiento muy eficaz, con una protagonista (Gilpin) que sabe ganarse en todo momento al público.

Sinopsis

Doce extraños se despiertan en el claro de un bosque. No saben dónde están ni cómo han llegado hasta ahí. Tampoco saben que han sido escogidos… para algo muy concreto… para ser cazados.

A raíz de una teoría de la conspiración nacida en la dark web, un grupo de la élite mundial se reúne por primera vez en una recóndita mansión para divertirse cazando a seres humanos. Pero su plan maestro no sale como esperan ya que una de las víctimas, Crystal (Betty Gilpin, Glow), conoce el juego de los cazadores mejor que ellos mismos. Matándoles uno a uno, Crystal conseguirá invertir la situación y acercarse poco a poco a la misteriosa mujer (encarnada por las dos veces oscarizada Hilary Swank) que ideó el juego.

La cultura de la conspiración. Las fantasías paranoicas se hacen muy populares

Al igual que muchas personas en Estados Unidos después de las elecciones de 2016, el productor y guionista Damon Lindelof y el productor ejecutivo Nick Cuse se convirtieron en «obsesos» de la política. Durante sus conversaciones sobre el clima político profundamente polarizado, y la creciente desconfianza en los medios de comunicación tradicionales y en las instituciones gubernamentales, hablaron de las diversas teorías de la conspiración que empezaban a asomar desde la periferia de Internet y a abrirse camino hacia la conciencia popular.

Les fascinó la inesperada popularidad de unas historias increíbles sobre la verdad de lo que ocurría más allá de lo que se veía. «Después de las elecciones, me pareció que los temas de conversación cambiaron radicalmente», dice Damon Lindelof. «Empezamos a interesarnos por las teorías de la conspiración y por unas ideas hasta entonces periféricas que habían penetrado en la conciencia colectiva. La frontera entre las teorías y los hechos empezaron a mezclarse porque las primeras ofrecían historias realmente geniales».

Como cualquier buen narrador, los dos guionistas decidieron entrar en la madriguera y ver qué encontraban. «Nuestra idea nunca fue hacer una declaración ni escribir un guion político», explica Nick Cuse. «Siempre pensamos en algo divertido, que entretuviera al público. Escribimos el guion porque es un tema que nos interesa. Debido al clima político de la actualidad, una historia que tuviera que ver con la realidad que vivimos nos pareció más interesante y atractiva».

Con los extremismos y la creciente hostilidad entre la derecha y la izquierda, para Damon Lindelof y Nick Cuse no era tan raro pasar de las teorías de la conspiración y las leyendas urbanas a imaginar que un grupo de ricos y poderosos cazan a seres humanos para divertirse. «A veces, un buen barómetro para saber si la historia vale la pena es notar que te apasiona, incluso si sientes que es un poco peligrosa», explica Nick Cuse. «Al escribir este guion, teníamos una sensación de peligro porque tocamos temas que no están tan alejados del mundo real. Nos asustó un poco pensar en cómo reaccionarían los espectadores, pero también hizo que fuera mucho más interesante».

Los dos guionistas se sintieron inspirados por los últimos éxitos de películas sobre temas sociales producidas por Jason Blum y su empresa Blumhouse Productions. «Nick y yo somos dos apasionados de las películas de Jason Blum, tanto de La noche de las bestias como de Déjame salir«, dice Damon Lindelof. «Salimos entusiasmados del cine después de ver Déjame salir porque Jason y Jordan Peele habían demostrado que una película de terror podía ser mucho más que eso. Seguía siendo puro entretenimiento, un thriller de terror salpicado de elementos de ciencia-ficción, pero también contenía temas realmente interesantes e intensos. Hablamos de que a nadie le importa lo que dicen dos tipos blancos de Hollywood acerca del estado del mundo porque ya somos demasiados haciendo cine. Pero ¿qué diríamos en una película de Jason Blum? E inmediatamente se nos ocurrió hablar de la confusión y de la indignación que sentimos por el momento que vivimos? ¿Y si esta indignación es equivocada? Quizá deberíamos estar más enfadados con nosotros mismos y menos con el mundo en general. Fue entonces cuando nos planteamos que los malos fueran blancos, ricos y elitistas, y ver cómo se desarrollaba el relato. Bueno, el resto ya es historia».

Los dos guionistas casi dejan de lado la estructura narrativa convencional al presentar toda una serie de personajes en los primeros minutos de la película y matándolos poco tiempo después. El desfile de presuntos héroes y protagonistas que llegan a un inesperado y brutal fin muy al principio de la película viola una de las reglas fundamentales de la escritura de guion: El protagonista y los personajes principales deben aparecer en los primeros minutos de la película y permanecer al menos hasta la tercera parte de la historia.

«No suele matarse pronto al héroe porque se establece una conexión emocional con el público, y si el héroe desaparece casi inmediatamente, al espectador no le va a importar mucho lo que pase después», comenta Damon Lindelof. «Pero se nos ocurrió que si varios posibles héroes morían uno tras otro, el público no tendría tiempo de crear un vínculo con ellos. Al contrario, aumentaría la sensación de curiosidad, de querer saber qué iba a pasar a continuación».

El razonamiento de los guionistas se apoyó en la clásica Psicosis. Rodada por Alfred Hitchcock en 1960, es una obra de maestra manipulando al espectador. Marion Crane, a la que daba vida Janet Leigh, es la protagonista indiscutible, pero aparece en las primeras secuencias y muere antes del final del primer acto. «Cuando Norman Bates asesina inesperadamente a Janet Leigh en la escena de la ducha, este personaje masculino secundario se convierte de pronto en el protagonista», sigue diciendo Damon Lindelof. «Nos planteamos hacer lo mismo que en Psicosis multiplicándolo durante los primeros quince o veinte minutos de la película. ¿Qué pasaría si el personaje que todos creen que va a protagonizar la historia muere enseguida?»

Pero no se conformaron con eso. Supusieron que muchos fans del género adivinarían a lo que estaban jugando y decidieron mantener a cada nuevo personaje más tiempo en pantalla. «Es posible que a la tercera vez, el espectador se dé cuenta de lo que estamos haciendo, pero si sigue ocurriendo, acabará aceptando que la historia le está llevando por un viaje desconocido».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.