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«Peatones» (2009), de Alejo García Valdearena y Feliciano García Zecchin

La paradoja de Peatones consiste en que fue creado para una revista española, El Víbora, y publicado por vez primera, en consecuencia, dentro de nuestro país. Como Peatones lo merecía, en 2009 decidí entrevistar a sus autores. En primer lugar, publiqué esta conversación con el dibujante de la obra, Feliciano G. Zecchin.

Además de la inicial «G» en su apellido (probablemente el único defecto artístico que se les puede achacar a ambos), Alejo y Feliciano comparten un sentido del humor similar y cierta introspección personal, aunque en Feliciano ésta parece provenir antes de un ensimismamiento típico de toda persona creativa que de una timidez manifiesta.
Feliciano, como bien indica su nombre, es bonaerense. Nació en 1975 en la capital argentina y actualmente reside en Barcelona, compaginando su actividad historietística con la ilustración, la pintura y la música. Por su cuenta ha publicado varios cómics como autor completo, por ejemplo Rail King, de Ediciones De Ponent, que en 2008 fue uno de los álbumes seleccionados como candidato al Premio Nacional de la Historieta.
Leamos qué nos cuenta.

¿Cuándo contactas con Alejo, cómo os conocéis?
Nos conocimos en la universidad, en Buenos Aires. Teníamos 18 años más o menos. Empezábamos el ciclo básico común para la carrera de Diseño Gráfico que íbamos a estudiar. Alejo es unos meses mayor que yo. Durante una clase de dibujo coincidimos en una mesa varios personajes. Uno era Pier Brito, un dibujante con quien luego empecé a hacer fanzines. Y estaba también Juan Bobillo y Alejo. Allí nos hicimos amigos los cuatro.
Los cuatro terminamos abandonando la carrera de Diseño Gráfico en diferentes instancias. Yo hice año y medio de carrera. Me di cuenta de que quería dibujar y hacer diseño sin estudiarlo a nivel académico. No me entendía bien con la gente. Alejo también lo dejó, antes incluso, y se fue a estudiar Periodismo, que sí acabó.
Con Pier realicé un par de números de un fanzine, La Brigada del Buen Gusto, que estaban muy bien. Lo hacíamos todo a medias. Pier después se metió en la revista española Kiss Comix, y ahí sigue colaborando. Alejo ya escribía también por aquella época y me propuso hacer un cómic autoeditado que terminaría siendo 4 Segundos. Nos lanzamos juntos a ello.

Era un cómic autoeditado, pero de factura profesional.
Sí. Íbamos a la misma imprenta que las demás editoriales, teníamos el mismo distribuidor, tiramos mil ejemplares… Una barbaridad.

¡Y a todo color! ¿El dinero de la edición era vuestro?
De Alejo. Él también escribía casi todo en la revista, que tenía nuestro cómic como una parte más. Alejo redactaba sus guiones milimétricos, cuadro a cuadro, sin casi dejar libertad… Yo aprendí un montón dibujándolos. Había páginas enteras donde hablaban muchos personajes por cuadro. Lograr que la perspectiva y la cámara se movieran, acompañar todo eso, fue un ejercicio arduo.
Los extras de la revista sí los trabajábamos juntos.

Tú también guionizas algunos de tus cómics. Me imagino que tu estilo y el de Alejo son diferentes.
Los míos tienen más aire y apuntan más hacia lo visual. En aquella época además, yo estaba bastante alocado estilísticamente. Algunos de mis amigos ya empezaban a trabajar para el mercado de Estados Unidos, así que yo también probé ese tipo de estética. Pillé un trabajo para una editorial pequeña que nunca me pagó. De todas formas, dibujar hombres musculosos nunca fue mi mejor capacidad. Pero aprendí un montón.

4 Segundos, casualmente, acaba de salir editado en un solo volumen en Argentina, publicado por Ivréa.
Sí, hace unos cuatro o cinco meses.

4 Segundos no deja de ser un antecedente de Peatones, tienen varias cosas en común: los amigos, las historias personales, el sexo y el amor, lo urbano… ¿Hubo algún «impasse» entre un título y el otro?
No, porque creo que todavía seguíamos haciendo 4 Segundos cuando empezamos Peatones. Nunca quedó muy claro, de todas formas, el fin de 4 Segundos. Concluyó por cuestiones económicas, porque no rendía, y éramos muy volados haciéndolo. Sacamos siete números. Disfrutábamos mucho, las semanas de cierre eran una locura, increíbles, y ahí trabajábamos los extras, que se acabaron haciendo su pequeña fama. Cada vez íbamos a más. Era demencial.
Nosotros enviamos primero 4 Segundos a la revista El Víbora, tratando de publicarlo allí. Nos dijeron que les gustaba mucho pero que querían otra cosa, más adaptada al mercado español. No sé si Peatones se adapta más, pero lo intentamos. Yo siempre tengo mis dudas acerca de razonar ese tipo de cuestiones, lo que funciona y lo que no comercialmente. Preparar algo PARA una dirección puntual… igual fracasas igual en el mercado. Y a veces, algo original, que crees que no va a encajar, ¡funciona! Yo suelo tender a apostar por ese tipo de cómic. Ya estábamos entrenados para este nuevo proyecto. Alejo y yo nos entendíamos bien.

¿Pero cómo trabajasteis Alejo y tú ese supuesto acercamiento al gusto del público español a la hora de crear Peatones?
No me acuerdo muy bien. Nos adaptamos al formato, añadimos una cuarta tira al diseño de página. También quise que el dibujo fuera un poco más realista…

¿Por qué un mayor realismo?
Estaba cansado de la estética de 4 Segundos. Quise darle una vuelta de tuerca para que fuera un desafío para mí y me entretuviera un poco más. Eso es una particularidad mía: voy cambiando mucho el estilo, en cada proyecto elijo unas premisas diferentes.

¿Qué diferencias más palpables ves entre 4 Segundos Peatones?
En 4 Segundos los personajes son un poco más adolescentes. Supongo que se debe a la diferencia de años que hay entre un proyecto y el otro. La visión en Peatones es un poquito más adulta. Los personajes son mayores. Se van a vivir en pareja, viven experiencias que a los 18 ni te planteas. En 4 Segundos en ningún momento aparece nada que se parezca a una relación seria. Todo es muy adolescente y superficial. Había un enamorado, pero nunca fue correspondido.

¿Y en cuánto al tono?
4 Segundos era más volado todavía.

Comenzasteis Peatones hace alrededor de una década. ¿Qué recuerdos guardas de la serie?
Ni siquiera tengo la serie entera, no conservo todos los números de El Víbora donde salió. Seguramente algún episodio me sorprenderá al volverlo a ver. No sé qué efecto me producirá en conjunto. Creo que es una serie divertida, de eso casi nunca tengo dudas, sobre todo por Alejo: con él, el resultado siempre es divertido y sorprendente. Pero no sé qué pensará la gente.
A mí me funciona y me divierte porque tiene una pequeña dosis de locura. Si fuera simple costumbrismo me aburriría. Por eso me interesa más. Alejo y yo nos entendemos muy bien, y yo siempre he sido instigador de irnos un poco más al carajo, de enloquecer un poco las cosas, y Alejo no necesita nunca que lo empujes mucho. Yo festejaba ese tipo de locuras.

¿Cómo definirías Peatones?
Es una sitcom. Nos lo han dicho ya muchas veces. Tiene el humor y la velocidad, los tiempos, de las series de humor. Casi todo el cómic está enfocado, desde el punto de vista del dibujo, hacia las expresiones faciales: las acciones tienen más que ver con la teatralidad de una cara gesticulando que con una acción física propiamente dicha.

Peatones está muy estructurado, excepto en los primeros episodios, donde aún no queda claro quiénes serán los protagonistas.
Me acuerdo que a Alejo le costaba elaborar historias autoconclusivas que cupieran en seis páginas. Al principio, la idea era cambiar de personajes todo el tiempo, pero enseguida nos quedamos con los dos principales, para que la serie tuviera una mínima continuidad.

Me parece muy alucinante que consiguierais entrar en El Víbora con una serie de aspecto realista y que la sacaran a todo color.
Supongo que vieron el precedente de 4 Segundos, que funcionaba muy bien a color, y sin él perdía muchísimo. En Francia hicieron una edición en blanco y negro de los primeros números, y se notaba que necesitaba el color. Yo ya lo dibujé para ser coloreado.
Peatones la empezamos desde Buenos Aires y luego nos vinimos a Barcelona. El color lo empezó Eduardo Di Costa, que había coloreado también 4 Segundos, y después Làia Vidal, una diseñadora catalana.

¿Tú coloreaste alguno?
El primer episodio y alguno más. Pero no te creas que recuerdo cuáles. Yo supervisaba y pautaba cosas, pero no me considero colorista de la obra. Con Eduardo y Làia, el color funciona muy bien. No necesita mucho más mareo para el registro en que se mueve la historia. Yo ahora me he vuelto mucho más exquisito en cuestiones como delegar el color, pero para ese momento no podíamos haberlo hecho mejor. Yo solamente pedía como premisa que se pusieran colores planos. No me gustan los volúmenes por ordenador, en general. Sólo si son muy sutiles, o si son a mano. A Eduardo le gustaba luchar con esa premisa y me metía de vez en cuando algún volumen para…

…joderte.
¡Joderme! (risas)

En cuanto a planificación, me parece alucinante cómo mueves la cámara. Esa variedad de planos es riquísima, en un contexto de secuencias de puro diálogo.
Alejo nunca definía dónde iba la cámara. Siempre había acciones muy claras. Si la actuación de un personaje tenía mucho peso en un diálogo, obviamente ésta se tenía que priorizar en algún punto. Pero la distancia o el enfoque eran cosa mía. A veces pasaba un globo a otro cuadro. Todo al servicio de que el ritmo fuese natural.

El ritmo de las escenas es brutal, de una agilidad inesperada para una serie de humor más o menos costumbrista. Incluso jugáis con la ruptura brusca de ritmo, intercalando escenarios mentales o imaginarios de un surrealismo muy patente.
Alejo disfruta mucho con ese tipo de paranoias. Cuando me las describía en el guión, me incluía comentarios extras absolutamente privados, creando un juego de a dos. Es lo divertido de realmente entenderte con alguien y divertirnos juntos. Eso se refleja en la obra, creo.

Seguisteis haciendo Peatones una vez llegasteis a España.
Sí. La serie pasó por muchas épocas. Solamente después de un tiempo, se consolidó como serie mensual en El Víbora. Apenas llegado acá, yo no tenía ordenador y, siendo una de mis fuentes de trabajo y la que más me gustaba, debía cuidarla mucho. Estas páginas las he dibujado en infinidad de lugares distintos, mudándome de habitaciones y casas. Para un dibujante, tener algo fijo todos los meses no es muy usual. A veces lo extraño, eso de dibujar una serie para una revista. ¡Pero ya no hay revistas!

A nivel de la expurgación de «argentinadas», ¿Alejo directamente escribía en el lenguaje estándar de España o se pasaba un filtro?
Sí, había un filtro. Al principio Félix Sabaté y después Sergi Puertas, ex redactores jefes de la revista, filtraban el lenguaje un poco. Pero Alejo se iba haciendo cada vez más ducho en el tema. Él se da maña para esas cosas.

Nunca os planteasteis que la serie transcurriese en una ciudad concreta.
Es un híbrido entre Barcelona y Buenos Aires. Que no se vea que es muy Buenos Aires, pero algo hay. Cuando llegué a Barcelona, la caractericé más arraigada aquí. Pero los bares son una mezcla.

Pese a no estar localizada en ningún lugar específico, y pese a la ausencia de argentinadas, Peatones rezuma argenitinismo por todos lados.
¡No se puede esconder la naturaleza! En el fondo, nuestro imaginario está cargado de nuestras vidas en Argentina. Aunque muchas de las anécdotas estaban basadas en gente conocida en Barcelona, sobre todo las últimas. Cuando Beto se va a mudar con su novia, por ejemplo, ese material es de este lado del océano.

¿Hay algún aspecto de la serie que te gustara dibujar especialmente?
Recuerdo que toda la serie me resultaba muy natural a la hora de dibujarla. Sentía todas las expresiones y las reacciones muy fáciles de plasmar. Alejo siempre me decía que cada vez que veía una página dibujada, era exactamente o mejor que lo que él esperaba, sobre todo en cuanto a expresiones. Las expresiones faciales son básicas en este cómic. Para cada diálogo, hay una expresión distinta en cada personaje presente, que a veces son muchos, y eso implica un juego sutil.
Cuando impartía clases, siempre les decía a mis alumnos que tienen que ser también actores. Forma parte de crear un cómic. Ser actor, tener una noción de actuación, aunque sea en tu imaginación, aunque no la expreses físicamente. Pero la tienes que tener en tu cabeza para plasmarlo en el dibujo.

Yo sé que los protagonistas de Peatones no son autobiográficos, no sois vosotros. Pero parecen personas reales, parecen colegas vuestros, de lo bien que funcionan.
Eso nos lo han dicho siempre. Todo el tiempo. A mí me han dicho ya que soy uno, otro, otro… En 4 Segundos sí había un solo personaje basado en una persona real. Pero a las tres páginas ya no era esa persona, sino el ideal que yo había sintetizado en mi cabeza. Tanto Beto como Tony de Peatones son personajes muy diferentes: uno es más decidido y lanzado, el otro más introspectivo y romántico. ¡Pero no somos ni Alejo ni yo!

Peatones consta de 21 episodios.
No está mal, ¿verdad? Yo estoy un poco asombrado de la cantidad de trabajo que se va acumulando con los años y de la que uno no se da cuenta en el momento.

¿Teníais alguna respuesta inmediata por parte de los lectores o de la redacción de El Víbora respecto a la impresión que causaba Peatones?
No. Sólo que los editores estaban contentos. Casi siempre. Salvo una vez en que el editor de La Cúpula, Josep Maria Berenguer, me citó, diciéndome que quería hablar conmigo un momento. Y me hizo unos comentarios sobre las rayitas que yo hacía, que los lectores pueden apreciar perfectamente en Peatones, unos puntitos en los dibujos, que yo añado porque le confieren un leve movimiento al conjunto… es difícil de explicar racionalmente. Pero para mí a veces eran necesarios. Y él me decía que no los pusiera, que no le gustaban. Es lo único que recuerdo como crítica graciosa de esa época. Me llamó mucho la atención que solamente me llamaran para decirme eso. No me imaginaba al editor mirando la revista y preocupándose por esos puntitos. Pero bueno, creo que los suprimí a partir de ese momento. (Risas)
Pero a través de la editorial, sabíamos que la serie gustaba mucho a los lectores de El Víbora, era de las que más comentaban. A partir de un determinado momento, empezamos a publicar mensualmente.

¿Y las historias autoconclusivas que complementan esta edición de Peatones?
Fueron posteriores. Los dos estábamos ya cansados, y antes de que la serie decayera de interés, propusimos esta otra serie de historietas autoconclusivas. En el último momento, justo antes de que El Víbora cerrara, nos dieron libertad para hacer lo que quisiéramos.

Desde que El Víbora cerró, ¿qué has hecho todos estos años, Feliciano?
Casterman en Francia e Ivréa en España me publicaron un libro que llevaba mucho tiempo dibujando, que es Taca Tac, con guión de Andrés Goldestein, y que vendió muy mal. Es un libro mucho más artístico, de anhelo más poético, con un blanco y negro de aires breccianos. Era un trabajo mucho más denso. Si ves un libro al lado del otro no me reconoces.
También trabajé en Rail King, un álbum para Ediciones De Ponent, que quedó seleccionado el año pasado al Premio Nacional de Historieta. Está hecho con acuarela, también en otra clave estética, una crítica al capitalismo envuelta en una historia onírica.

Nunca te repites formalmente.
Me gusta ir cambiando. No me he quedado casi nunca en un mismo estilo ni en un mismo tono narrativo.

Eso es raro en un dibujante. Casi siempre se apresuran a encontrar su estilo y quedarse apegado a él para hacerse su hueco en el mercado y universalizar su estética… pero tu estilo es absolutamente cambiante de un proyecto a otro.
A mí me cuesta entender que alguien dibuje algo siempre igual o haga algo siempre igual. Parto de que lo interesante en cualquier actividad artística es, como artista, estar expuesto a un desafío. Si yo ya lo tengo digerido, sé que me sale bien y lo hago bien, y ya sé qué colores funcionan, es que no estoy creando ya más nada. Estoy simplemente haciendo funcionar la maquinaria. Y realmente lo interesante es ese proceso en que no sabes del todo cómo va a ser el proyecto, en el que estás buscando una nueva estética. No creo que no se pueda volver a una estética. Pero sí necesito un mínimo cambio.

Además hay que adaptar la estética a las características de cada proyecto, imagino.
Eso en cómic me ha parecido siempre fundamental: ver el tono del guión y adaptarte y encontrar la estética que mejor lo apoya. Eso lo hago en cada guión de Alejo, en Peatones también.

¿Tienes más proyectos con él?
Hace tiempo que comenzamos otro proyecto. El desarrollo fue muy lento: primero buscamos una historia que nos gustase a los dos, luego hay que encontrar el tono gráfico. Como no se gana mucho dinero con el cómic, prefiero hacerlo bien y darme el gusto de yo estar satisfecho, antes que apurarme y correr para nada. Ahora estoy en ésas: voy por la mitad de ese álbum. Tiene 46 páginas, futurista, lleno de criaturas extrañas, casi mudo.
Está quedando interesante. Se va a llamar 0’26 y plantea un futuro orwelliano de aire tanguero. El protagonista, una criatura con cabeza de queso, trabaja manejando un ordenador en una cabina, y al lado hay una operaria de la cual él está enamorado, pero no se atreve a declararle su amor y está un poco deprimido por eso. Es una historia sencilla pero muy ambiciosa visualmente.

Detrás de todos los guiones de Alejo hay siempre un anhelo romántico, ¿no?
Parece ser… No lo había pensado. Sí, es un romántico en el fondo. (Risas)

La típica pregunta: tus influencias gráficas y narrativas, también en Peatones concretamente, si las hay conscientes.
Puntualmente para Peatones, no sé. Sí sé que hay dibujantes que me han afectado mucho cuando me los he encontrado. En su momento, Mike Mignola me llamaba mucho la atención, cómo resolvía las situaciones con muy poco e impactaba tanto visualmente; Breccia me gustó mucho en su momento también; y alguien que me parece increíble es Chris Ware, sobre todo su forma de narrar. Bueno, me parece un artista de cómic muy completo, un peso pesado como ilustrador, como diseñador gráfico, como escritor. Cuando descubrí Acme Novelty Library me afectó profundamente.

Tu manejo de la expresividad no lo encuentro precisamente en Mignola ni en Ware.
Creo que lo que más me influye desde hace muchos años es el cine. Miro mucho cine, me gusta mucho. Como código, aprendo más a hacer cómic desde el cine que desde el cómic. Hoy día me cuesta encontrar un cómic que me divierta, y en cambio, en cine continuamente encuentro cosas que me inspiran. Creo que eso que mencionas viene de mi afición al cine. Es mi mayor influencia.

¿Qué otras cosas haces además de dibujar cómics?
Vivo de la ilustración, de libros infantiles, artes de discos, etc. También soy músico y cada vez le dedico más tiempo a esa faceta. Dibujo casi desde que nací, y en los últimos tiempos cada vez me resulta menos divertido dibujar, me cansa estar encerrado días y días, sobre un tablero: la música me brinda otras vidas más intensas, tiene más conexión social, interactúas con gente en los ensayos, etc.

¿Qué y con quién tocas?
Toco instrumentos de viento: saxo, clarinete, armónica y unas cuantas flautas exóticas. Estoy en un grupo, El Arte de Volar, con el que nos encontramos ahora grabando un disco. El resto de los componentes es catalán. El estilo es entre rock, pop, jazz y un rollo experimental. Tengo varias formaciones, en realidad. Estoy también tocando con un baterista una música experimental, basada en saxo, flautas, batería, a veces con un cello, un guitarrista… Vamos investigando. Y hace tiempo que pinto. Cada vez pinto más abstracto y con la música va pasando el mismo proceso: quiero llegar al límite, salir de la canción y jugar con las sonoridades, investigar por lugares un poco más oscuros, inconscientes…

Borrar cada vez más la línea de lo reconocible, de la pauta convencional.
Sí. Trato de ver cuál es mi límite. Porque igualmente nunca puedes escapar de la forma ni de la convención. Si aprendiste un instrumento a partir de una serie de cosas, aunque intentes salirte, puedes hacer ruidos por un rato, pero un lapso breve: enseguida caes en algún lugar reconocible. Igual tampoco es una lucha. Pero es una investigación.

¿Crees que te puede llegar a ocurrir algo así en cómic?
Me gustaría que me ocurriera un poco más, sí. Hay gente que igual lo logra: me viene a la mente otro dibujante que me gusta, Kent Williams. Él logra poner en un cuadro una situación leve y, enseguida, a partir de que entiendes lo que quería referenciar, el resto de las viñetas es una suma de manchas que plásticamente me gustan mucho. Pero por alguna razón, salvo Taca Tac, donde hay más mancha, todavía no he manchado tanto. Espero manchar más.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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