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«La chica del átomo dorado» (1919), de Ray Cummings

Ray Cummings fue uno de tantos autores que a comienzos del siglo XX se ganaron la vida escribiendo para las entonces prósperas revistas pulp y que, salvo excepciones, acabaron siendo dejados atrás por la corriente del tiempo, las modas y los gustos literarios. Comenzó como ayudante personal y redactor técnico de Thomas Edison, labor que desarrolló desde 1914 a 1919.

Durante aquella etapa de su vida estrechamente vinculada al ámbito científico, concibió una serie de ideas que en los siguientes años trasladó al papel en varios cientos de novelas e historias cortas firmadas con diferentes seudónimos. Su debut, en 1919, fue La chica del átomo dorado, publicada en la revista pulp Argosy. El éxito cosechado propició una secuela un año más tarde: El pueblo del átomo dorado. Ambas aventuras se recopilaron en 1923 en un sólo volumen (en algunas ediciones, con el texto recortado respecto al original) con el título de la primera y que es la obra que aquí comentamos.

La historia comienza de una forma muy parecida a La máquina del tiempo, de Wells: el protagonista reúne a sus amigos más cercanos para revelarles su asombroso descubrimiento: más allá de nuestro entorno visible, en el universo de lo muy pequeño, se esconden complejos mundos habitados. Él mismo, con ayuda de un poderoso microscopio, ha descubierto uno de esos mundos oculto en los átomos del anillo de boda de su madre. Es más, ha llegado a distinguir una hermosa mujer, Lylda, con la que se obsesiona hasta tal punto que inventa un procedimiento con el que reducir su propio tamaño y encontrarla.

Tras contarle su plan a sus colegas y pedirles que cuiden del anillo mientras él está dentro, toma una de las píldoras de su invención y llega al micromundo justo a tiempo para participar en una guerra contra una ciudad–estado enemiga de Lylda, conflicto en el que el protagonista demuestra su utilidad al ser capaz de aumentar su tamaño –tomando otra pastilla– y aplastar a los adversarios oroides . Tras su aventura, regresa y relata a sus amigos todo lo sucedido. Cinco años más tarde, éstos, al no saber nada del químico, toman las píldoras que dejó atrás, reuniéndose con él en el mundo subatómico, donde deberán enfrentarse a revoluciones, guerras civiles, amenazas diversas, romances y muchos cambios de tamaño.

La primera mitad del libro es una narración típica de los relatos de viajes, quizá demasiado lenta para los estándares modernos. El narrador se embarca en una larga descripción del viaje que realiza, los lugares que visita, las características de la gente, la historia, geografía y hábitos sociales del mundo al que acaba de acceder. Cummings incluye también un exceso de explicaciones pseudocientíficas acerca del proceso de reducción que ralentiza aún más el relato. La segunda parte se anda con menos rodeos y se sumerge sin reservas en el romance de acción, con la rápida sucesión de peripecias (batallas, persecuciones, rescates…) propias del género de capa y espada. Este intento de fusionar los romances científicos wellsianos con los viajes fantásticos propios de Verne da como resultado un relato escasamente sofisticado y previsible aunque no exento de momentos emocionantes y un ritmo muy dinámico. Por desgracia, esa misma rapidez y la cantidad de personajes que intervienen en la trama no dejan tiempo ni lugar para una mínima caracterización que permita al lector simpatizar con algún personaje.

Se le puede atribuir, eso sí, ser el primero en utilizar el entorno microscópico como marco para aventuras de ciencia-ficción, marco luego recuperado y ampliado en multitud de relatos, cómics y películas. El mundo de lo pequeño ya había sido abordado con anterioridad en obras clásicas de la literatura, como Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, o Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll. Pero mientras que el tratamiento de aquéllas era netamente fantástico y su propósito satírico o alegórico, La chica del átomo dorado, con su introducción de la física del átomo y la química moderna, proponía una aproximación inequívocamente científica y sin otra meta que la pura evasión. No es menos cierto que sus especulaciones científicas, quizá fascinantes en su época, resultan hoy totalmente inverosímiles.

Cummings no consiguió superar el declive de las revistas pulp. Sus fenomenales producción y rapidez (por otro lado comunes a muchos de los autores de aquel género) no le aseguraron un futuro profesional en la nueva oleada de revistas de CF o en el mercado de edición directa en libro. Sencillamente, su forma de escribir no se adaptaba con facilidad ni a las unas ni a los otros.

Cummings era un escritor anclado en el siglo XIX y las revistas especializadas en ciencia-ficción que aparecieron en los años cuarenta y que conformaron lo que se conoce como Edad de Oro de la ciencia-ficción, se nutrieron de jóvenes y entusiastas escritores cuyo estilo y planteamientos eran más avanzados que los del escritor pulp medio. No lo quedó más remedio a Cummings que escribir anónimamente guiones para los comic-books de la editorial Timely (predecesora de la actual Marvel Comics). Sus historias se pudieron ver en La Antorcha Humana y Sub-Mariner e incluso en el Capitán América, colección para la que recicló La chica del átomo dorado en una saga de dos números (25 y 26) bajo el título Princesa del ÁtomoCummings murió en 1957 y hoy se le considera como uno de los autores clásicos de la etapa pulp de la ciencia-ficción.

Para terminar, ¿podemos recomendar esta obra al lector contemporáneo? Si dejamos al margen su papel pionero y representativo de un modo de entender la ciencia-ficción, lo que nos queda es poco más que un pastiche de ideas ya desarrolladas antes por H.G. Wells o Edgar Rice Burroughs: aventuras entretenidas, apoyadas en tópicos y lugares comunes, sin personajes de enjundia y expuestas con un estilo algo caduco que exigen del lector cierta paciencia. Si te gusta la literatura pulp, no te lo pienses, debes comprarla. Si te interesa la evolución de la ciencia-ficción como género, éste libro forma parte de su historia y deberías conocerlo. Si buscas una novela ligera de aventuras de corte fantástico, también puedes incluirla en tu lista de lectura. Si por el contrario tu nivel de exigencia en cuanto a fondo y forma es más elevado, déjala en la estantería.

Copyright del texto © Manuel Rodríguez Yagüe. Sus artículos aparecieron previamente en Un universo de viñetas y en Un universo de ciencia-ficción, y se publican en Cualia.es con permiso del autor. Manuel también colabora en el podcast Los Retronautas. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".