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William Beckford en Fonthill Abbey

La relectura es una buena consejera. He releído un artículo de Manuel Ribas Piera que publicó la revista Arquitecturas Bis en su número 10 (noviembre de 1975), donde este arquitecto y urbanista barcelonés realiza un brillante análisis sobre los orígenes del neogótico y del romanticismo en el siglo XVIII.

El artículo nació de una visita de Ribas Piera a Strawberry Hill, la mansión creada por Horace Walpole (1717-1797), hijo del que fue el primer primer ministro de Gran Bretaña, Sir Robert Walpole, y que, además escribió un libro de terror, El castillo de Otranto, en 1764.

Imagen superior: Strawberry Hill House, la mansión construida en Twickenham, Londres, en 1749, precedente del neogótico del siglo XIX (Fotografía: Chiswick Chap, CC).

Esta obra de Walpole contiene todos los detalles que caracterizarán a la novela gótica: castillo, cadenas, mazmorras y criptas. Luego el género evolucionó a través de títulos como Los misterios de Udolfo (1794), de Ann RadcliffeEl monje (1796), de M.G. Lewis, alguna novela del Marqués de Sade y El manuscrito encontrado en Zaragoza, escrito entre 1794 y 1810 por Jan Potocki.

El libro de Potocki narra las aventuras en Sierra Morena de Alfonso van Worden, oficial de la Guardia Valona. El conjunto, a veces deshilvanado, está repleto de intrigas, bellas moriscas, ahorcados, encierros y diálogos filosóficos. Su lectura recuerda un poco a las Mil y una noches, tanto por las diferentes situaciones como por la técnica literaria de las cajas chinas.

Imagen superior: «El manuscrito encontrado en Zaragoza», adaptación cinematográfica de la novela de Potocki, rodada en 1965 por Wojciech Has a partir de un guión de Tadeusz Kwiatkowski.

Otra de las grandes ficciones góticas es Vathek (1786), una auténtica novela de terror, en la que el noveno califa de la estirpe de los Abbasidas, Vathek (Harún Benalmotásim Vatiq Bilá), se adentra en el mundo sobrenatural y termina, por su soberbia, en el infernal Alcázar del Fuego Subterráneo. «Yo afirmo ‒escribe Borges‒ que se trata del primer Infierno realmente atroz de la literatura. Arriesgo esta paradoja: el más ilustre de los avernos literarios, el dolente regno de la Comedia, no es un lugar atroz; es un lugar en el que ocurren hechos atroces».

El infierno dantesco magnifica la noción de una cárcel, mientras que el infierno de Vathek, los túneles de una pesadilla.

El autor de la obra es William Beckford, un rico heredero que encargó al arquitecto James Wyatt la construcción de Fonthill Abbey, una casa de campo de estilo neogótico, edificada en Fonthill Gifford, Wiltshire, entre 1796 y 1813.

Fonthill Abbey era un delirio arquitectónico. Se construyó una abadía con la finalidad de que funcionase como una residencia privada. En 1800 la visitaron Nelson y Lady Hamilton. Fue vendida en 1822 y posteriormente derribada.

Imagen superior: la entrada de Fonthill Abbey en un grabado incluido en «Delineations of Fonthill» (1823), de John Rutter.

Según Ribas Piera, el neoclasicismo, el neogótico y el eclecticismo neo-oriental nacen a mitad del siglo XVIII y conviven con el final del Rococó. «En la historia de la cultura ‒indica‒ no es posible establecer genealogías cerradas y filiaciones estrictas, ni tan sólo nacimientos o defunciones, sino que únicamente puede hablarse de ‘normalidades’ con valor estadístico de ‘máxima frecuencia’ y por tanto de ‘probabilidad’ mayor a la hora de interpretarlas».

Los individuos generan ideas, estilos y productos culturales, y su entorno los adopta en mayor o menor medida. Los que ganan la partida terminan creando la imagen de cada época.

Imagen de la cabecera: Fonthill Abbey, vista desde el suroeste en un óleo pintado en 1799 por J.M. William Turner.

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Joaquín Sanz Gavín

Contable y licenciado en Derecho.