El formato de miniserie televisiva fue muy popular a mediados de la década de los años setenta del siglo pasado, gracias a que permitía a los productores evitar la exigencia de contar una historia completa en una hora, o bien estirarla veintidós episodios para que durase una temporada completa. Fue la solución para dramas históricos o familiares como Raíces u Hombre rico, hombre pobre, pero no se contemplaba como algo que diera cabida a un género “infantil” como la ciencia ficción.
De hecho, hacia 1980, la ciencia ficción televisiva había sido relegada a horarios y temas infantiles, como la lamentable Buck Rogers en el siglo XXV en la NBC o la recién cancelada Battlestar Galactica. NBC en particular, no había sido capaz de encontrar un éxito en el género CF y había fracasado con Manimal o Misfits of Science. Así, cuando llegaron los Visitantes en aquella era pre–internet, nadie tuvo ningún aviso previo. Los viandantes y conductores de las costas este y oeste norteamericanas fueron los primeros en recibir el mensaje de que los Visitantes eran nuestros amigos. Eso es lo que decían enormes cartelones publicitarios que representaban orgullosos hombres uniformados de pie, con gafas de sol, lanzando ese mensaje flanqueados por gente normal con expresión sonriente. Unas semanas después, los carteles habían sido pintarrajeados con una “V” roja en el centro.
En mayo de 1983, el mes que todas las cadenas tradicionales toman como indicador de su nivel de audiencia de cara a fijar las tarifas publicitarias, llegó la miniserie V, emitida en dos noches.
Una formación de enormes platillos volantes aparece repentinamente sobre las principales ciudades del planeta. Los alienígenas, que parecen ser exactamente iguales a los humanos, se declaran amistosos y anuncian que han venido a la Tierra para resolver los graves problemas ecológicos que afectan a su planeta gracias a un producto que esperan fabricar en la Tierra utilizando nuestros residuos urbanos. A cambio ofrecen conocimientos tecnológicos que resolverán nuestras propias dificultades. Todo resulta ser falso, claro: los extraterrestres (cuya verdadera apariencia física es reptiliana) han venido a la Tierra para hacerse con el agua y, lo que es peor, humanos para utilizarlos como soldados en sus guerras de conquista o, simplemente, como alimento. La resistencia consigue organizarse y repeler con éxito la invasión. Se trataba de ciencia ficción bien hecha, apasionante, y la revelación de la verdadera naturaleza e intenciones de los Visitantes cogió a la mayor parte de los espectadores por sorpresa.
La miniserie fue creación del veterano productor televisivo Kenneth Johnson. Su intención original había sido la de rodar un thriller político titulado Storm Warnings, basado parcialmente en una novela antifascista de Sinclair Lewis, No puede pasar aquí (1935) escrita cuando las negras nubes de la guerra comenzaban a acumularse en el horizonte. Pero la NBC le indicó que aquello era demasiado intelectual para el espectador medio y que lo que quería era otra cosa: alienígenas. De esta forma podrían aprovecharse de la estela de éxito dejada por Star Wars. En ese caso sí estaban dispuestos a apostar fuerte por la idea: V, la miniserie, costó 13 millones de dólares.
“Me sugirieron que fuera una fuerza alienígena la que causara el cambio en nuestras vidas –declararía más tarde Johnson–. Al principio me opuse, porque, tras hacer cosas, como El hombre de los seis millones de dólares, La mujer biónica o El increíble Hulk estaba cansado de ese género y quería hacer algo más cercano a la realidad. Pero cuantas más vueltas le daba, más me convencía de que podía hacer algo interesante, una alegoría sobre el ascenso del Tercer Reich y de cómo el poder supremo podía o bien corromper a alguien o convertirlo en un héroe”.
La sutileza no fue precisamente la principal virtud de V: A pesar de la tecnología futurista, los alienígenas nunca dejaron de ser nazis, condición claramente representada por sus uniformes, su propaganda, su reclutamiento de jóvenes para unidades especiales y su enfrentamiento contra la Resistencia. El territorio de combate, en lugar de ser la Europa ocupada fue la ciudad de Los Ángeles. Pero cuando tu objetivo es llegar a la máxima audiencia posible, has de reducir a lo básico, esto es, héroes y villanos claros y fáciles de identificar, mucha acción y efectos especiales para adornarlo todo.
Los alienígenas estaban liderados por John (Richard Herd), la cara amable de la fuerza invasora. Tras él estaba la manipuladora Diana (Jane Badler) a la que acabaría uniéndose una rival igualmente maquiavélica, Lydia (June Chadwick). En la resistencia militaban Mike Donovan (Marc Singer) y la doctora Juliet Parrish (Faye Grant) liderando un grupo en el que se encontraban el correoso agente de la CIA Ham Tyler (Michael Ironside), el antropólogo Robert Maxwell (Michael Durrell) y el simplón alienígena Willie (Robert Englund, antes de convertirse en el demoníaco Freddie de Elm Street).
Los efectos especiales, pese a que no hayan envejecido bien, eran de una calidad que no se había visto en la televisión. Aunque la imagen que más recuerdan aquellos que vieron la serie cuando se emitió por primera vez no tenía que ver con las naves o las batallas con pistolas láser, sino con algo más pequeño y peludo: los espectadores se sintieron asqueados y fascinados al tiempo cuando la malvada Diana cogía una rata de la jaula, la dejaba colgando sobre su boca y luego se la comía. Para conseguir la ilusión, la actriz Jane Badler hubo de acercarse el roedor a la boca, pero era una cabeza mecánica la que realmente se tragaba el animalito; luego, un nuevo corte nos devolvía a la actriz de carne y hueso, a la que se le había añadido una garganta falsa con cámaras de aire que se inflaban y desinflaban dando la ilusión de que la rata ya iba camino del estómago.
Aunque los dos episodios de la miniserie terminaban con un tono optimista, la historia estaba lejos de terminar, permitiendo que la NBC encargara una continuación para la siguiente temporada. V: La batalla final constó de tres episodios, emitidos en mayo de 1984, con un enfoque más claro hacia la ciencia-ficción y con más escenas de acción. Kenneth Johnson trabajó en el proyecto en sus etapas iniciales, pero se marchó después de que surgieran diferencias con la cadena sobre la orientación de la serie.
La Resistencia había descubierto la verdad sobre los Visitantes y necesitaban desenmascarar a su líder, John, mostrando al mundo su verdadera naturaleza reptiliana. Al mismo tiempo, el trasunto de Dr. Mengele que era Diana se hallaba muy ocupada tratando de obtener un cruce entre humano y alienígena; al final lo que descubre es un compuesto tóxico para los de su raza que será clave en el triunfo final de los humanos. Una victoria final conseguida de una forma bastante absurda.
Y, de nuevo, la combinación de unos logrados efectos especiales, el rodaje tanto en decorados como en exteriores y un amplio reparto de personajes, dio resultado. Los índices de audiencia no dejaban lugar a dudas: V se había convertido en todo un fenómeno para medio mundo. En Inglaterra, su emisión compitió con éxito con la retransmisión de los Juegos Olímpicos. En Japón, el programa fue tan popular que el legendario dibujante de manga Go Nagai (creador de Mazinger Z) escribió una adaptación de la serie que dibujó Tatsuya Yasuda. La serie también propició la comercialización de uno de los primeros juegos para PC (al que se jugaba en el popular Commodore 64).
A pesar de que se mencionaba que había más de 50 naves nodriza flotando sobre los cielosterrestres, en las miniseries se desarrollaba poco esta idea. Esto dio pie a una serie de novelas editadas por Pinnacle Books, que trató de aprovecharse del éxito de la serie al estilo de lo que había hecho Pocket Books con la franquicia de Star Trek. El editor incluso contrató a A.C. Crispin (escritora de libros para aquella famosa franquicia y que años más tarde sería la responsable de la Trilogía de Han Solo para la serie de Star Wars) para novelizar la miniserie inicial. Se le pidió también continuar el asunto con un relato original, pero los ajustados plazos de entrega la hicieron compartir la tarea con un compañero trekkie, Howard Weinstein. V: East Coast Crisis (1984) contaba los acontecimientos paralelos que habían tenido lugar en la costa atlántica del país. Siguieron otras catorce novelas, incluyendo otra de A.C. Crispin, dos de Weinstein y dos del escritor de ciencia-ficción Somtow Sucharitkul.
El mundo del cómic tampoco fue ajeno al éxito de V. El editor de DC Comics en aquel entonces, Marv Wolfman, se aseguró los derechos para una adaptación en viñetas, una estrategia que había tenido un excelente resultado en 1983 con los comics de Star Trek. La tarea recayó en el editor Robert Greenberger, el guionista Cary Bates y los dibujantes Carmine Infantino y Tony DeZuñiga en la mayor parte de los números.
Greenberger recordaría con posterioridad lo difícil que fue, no ya unir las líneas argumentales del cómic con las de la serie televisiva que comenzaría meses después, sino no contradecirlas. “Conocí a Marc Singer y David Blatt (actor y productor ejecutivo de la serie respectivamente) en su presentación de la serie regular en la World Science Fiction Convention, un mes antes de su estreno en la televisión. Hablamos sobre la colección de cómics y el programa televisivo y vi claro que no entendían la ciencia-ficción y que podía ocurrir cualquier cosa. Más tarde, los guiones de la serie no llegaban a tiempo y no teníamos ni idea de lo que iba a suceder, así que no nos quedó más remedio que hacer historias muy genéricas que perjudicaron las posibilidades comerciales del título”. Cuando la serie fue cancelada, Greenberger trató de obtener el visto bueno por parte de los productores para continuar con la historia y mantener viva la franquicia, pero no tuvo éxito. La colección de cómics fue cancelada en 1985 tras 18 números.
En fin, y volviendo a la serie televisiva, el caso es que tras acertar dos veces con la misma premisa, la NBC no deseaba matar la gallina de los huevos de oro y encargó una serie regular para el otoño de aquel 1984. Los responsables fueron Robert Singer y Daniel Blatt, ninguno de los cuales pareció tener demasiado respeto por el concepto de lógica interna o por los resortes propios de la ciencia ficción. Como resultado, la serie acabó derivando de la alegoría hacia el culebrón, con un reparto progresivamente más abotargado por unos guiones a todas luces inadecuados.
Con un presupuesto de un millón de dólares por episodio, V fue la serie más cara de la historia de la televisión americana. Y con tanto dinero en juego, la NBC contaba con obtener otro sonado éxito. Tales expectativas sometieron al equipo de producción a una enorme presión: nueve productores trabajaron en el programa, lo que impidió mantener una dirección argumental y temática no ya firme, sino coherente. Se intentaron desarrollar historias secundarias, como el nacimiento del híbrido humano/alienígena, que intentara acercar a la audiencia a las tribulaciones diarias de la gente ordinaria y no sólo a la gran épica de la invasión. Pero lo cierto es que todo empezó a tomar aire de culebrón; como en Dinastía o Dallas: una parte nada despreciable de los argumentos tenía que ver con las intrigas de una malvada fémina manipuladora y ansiosa de poder, Diana, que encontró una rival de su altura en otra alienígena igualmente perversa, Lydia.
Hubo otros factores que tampoco se puede decir que ayudaran a conservar el nivel de la serie. Un ejemplo: en el tercer episodio, “Ruptura”, se presentaba a un nuevo personaje, Kyle Bates; la cadena lo consideró demasiado violento y no lo emitió. Así que hubo que reescribir el guión del siguiente episodio “Traición”, para presentar a Kyle. En el verano de 1985, cuando la serie se volvió a emitir, “Ruptura” sí se incluyó para intentar que la cadena recuperara costes; resultado: Kyle fue presentado como nuevo personaje en dos episodios distintos.
Cuando la cosa estaba ya medio descarrilada, se contrató a dos expertos en ciencia ficción, los hermanos Jeffrey y Michael Walker, con la misión de ayudar a los atribulados equipo y reparto. Pero para entonces el público había dejado de apoyar la serie y ésta fue cancelada tras 19 episodios, siendo emitido el último de ellos el 22 de marzo de 1985. La cosa terminaba en una situación de suspense que nunca llegó a solucionarse, puesto que el episodio que lo resolvía, “El ataque”, nunca llegó a rodarse. Parece que se trataba de matar a dos de los protagonistas regulares, trayendo de vuelta a uno de los que hacía tiempo había desaparecido y añadiendo un nuevo hilo argumental que impulsara la historia hacia delante.
Una vez superado el batacazo, pudo verse que, a pesar de todos los errores cometidos, la franquicia V había conseguido familiarizar al gran público con un planteamiento de CF inteligente, contribuyendo al desarrollo de series posteriores, como la versión televisiva de Alien Nación o incluso Star Trek: The Next Generation, tan sólo tres años más tarde.
V parecía un concepto demasiado interesante para dejarlo morir. J. Michael Straczynski, que escribió por primera vez sobre la serie cuando era periodista en el Los Angeles Herald, preparó en 1989 el guión de un episodio piloto inspirado tanto por un fandom que no parecía darse por vencido como por el éxito creciente de la ciencia ficción televisiva. Se tituló: V: siguiente capítulo y comenzaba la historia cinco años después del final de la serie. En lugar de introducir los misteriosos enemigos de los Visitantes mencionados en la miniserie original (y que el propio Kenneth Johnson había inventado como pista falsa), Straczynski prefirió dividir a los Visitantes en dos bandos, con los Outsiders aliándose con los humanos. Todos los personajes originales fueron eliminados. La NBC pareció interesada al principio, pero al final abandonó el proyecto.
En 2004, se editó en DVD la miniserie original. Sus ventas y el sentimiento de nostalgia que levantó impulsaron a Kenneth Johnson a volver a intentarlo. Anunció que su nueva miniserie no tendría en cuenta nada de lo que se había contado tras los dos episodios originales que abrieron la saga. Pero la NBC estaba más interesada en hacer un remake, esperando que tuviera suficiente éxito para encargar una secuela. Una y otro siguieron caminos diferentes. ABC produjo y emitió la nueva V (de la cual hablaré en otro momento) en 2009 y Johnson novelizó su guión editándolo en noviembre de 2007. En éste, la acción tiene lugar veinte años después de la primera miniserie. La Tierra continúa en manos de los alienígenas, que gracias a sus “obsequios” tecnológicos han hecho de la Tierra una jaula dorada; la vida no va tan mal para los humanos y no merece la pena luchar. La Resistencia continúa en activo, pero cada año que pasa su misión parece más imposible. Sin embargo, el mensaje enviado por Juliet Parrish a los enemigos de los Visitantes en la primera miniserie, llega a sus destinatarios; solo tienen que esperar hasta que llegue la ayuda…
La V original supuso uno de los hitos televisivos de la década de los ochenta y, pese a ser un compendio de tópicos del subgénero de invasiones con los que ya estaban más que familiarizados los lectores veteranos de CF, fue una de las más atractivas narraciones sobre ataques extraterrestres que la televisión hubiera ofrecido hasta ese momento. Independientemente de sus méritos formales, las miniseries demostraron que la ciencia-ficción televisiva era capaz no sólo de expandirse a otros medios y generar importantes ingresos en forma de merchandising, sino de atraer a una gran audiencia que habitualmente no era seguidora del género.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.