Primera o segunda cadena. Poco importa si en color o en blanco y negro: el caso es que aquella televisión de nuestra infancia y juventud resume un viaje audiovisual fascinante, que nos llevó de la dictadura a la libertad, y desde una programación digna de un despotismo ilustrado ‒la de los primeros años de la democracia‒ hasta una oferta bastante más frívola, despojada por completo de pedagogía.
Editado por Julio Montero Díaz, este libro estudia con rigor científico y exhaustividad ese relato catódico que comienza en 1956, en plena dictadura, y concluye en 1990, justo en la etapa en que las cadenas privadas y autonómicas llegaron a nuestras vidas y cambiaron, no siempre para bien, el aspecto y los contenidos de la pequeña pantalla.
Como tantos de ustedes, yo también soñé de niño con esa televisión del tardofranquismo y los primeros tiempos de libertad. Una televisión con series, documentales, programas dramáticos… Más inocente, más educativa, y con total seguridad, idealizada en estos tiempos en los que encender el monitor equivale a situarse ante una propuesta interminable e indiscriminada de posibilidades.
¿Nostalgia? Puede ser. En todo caso, no me negarán que tiene su aquel abrir este libro por la página 396 y redescubrir los programas preferidos por la audiencia española en 1977 ‒Vivir para ver, El hombre y la tierra, Un, dos, tres… responda otra vez, La casa de la pradera, Curro Jiménez‒ o en 1980 ‒Más vale prevenir, de nuevo El hombre y la tierra, Fortunata y Jacinta, Hombre rico, hombre pobre, Raíces, Poldark‒. Supongo que es bastante injusto considerar que aquellos espacios han sido sustituidos, como sugieren los pesimistas, por un aluvión de telebasura. En realidad, lo que nos ha acabado ocurriendo es que hoy podemos acceder a casi todo el caudal cinematográfico y televisivo de la historia, a través de plataformas con un inmenso y cambiante repertorio.
El problema es que, quizá, echamos de menos aquella televisión prescriptora, selectiva, que no tenía que competir, como la actual, en un mercado atomizado, donde la atención del espectador es decreciente, y donde, en consecuencia, la publicidad es cada vez más exigua en sus beneficios.
Los autores de Una televisión con dos cadenas realizan un fabuloso trabajo de investigación. Se trata de una obra de gran relieve histórico y sociológico, apasionante por su densidad y admirable por su alcance. A diferencia de otros libros sobre nuestra pequeña pantalla, que se limitaban a refrescar nuestros recuerdos como un simple álbum de recortes, este nuevo ensayo ‒meticuloso, opulento‒ llega a las librerías con una divisa única, que lo convierte en un estudio definitivo en muchos aspectos.
Desde el umbral hasta el último rincón, el volumen coordinado por Montero Díaz analiza nuestra vieja y añorada televisión de dos cadenas. Y lo hace con ese detallismo que uno envidiaba ‒hasta ahora‒ en los libros que ingleses y estadounidenses publican sobre su pasado televisivo. Sin duda, nos hallamos ante un verdadero acontecimiento en los estudios audiovisuales de nuestro país.
Sinopsis
Este libro no tiene antecedentes en la bibliografía española, por lo que ha de convertirse, sin duda alguna, en un referente obligado para cualquier lector interesado en la historia de la televisión. Hasta este momento no se había abordado de modo sistemático y completo la investigación de la programación y de los programas televisivos en España. Los espectadores que visionaban aquella televisión que empezó a emitir en 1956 y que, recordemos, era la única para toda España, fueron construyendo su imaginario con las imágenes que presentaba su receptor de los avatares de aquellos años. Todo ello pertenece ya a su memoria y su biografía. Las aportaciones que componen este volumen responden a un trabajo de investigación sistemático y riguroso. Con él se rompe también el mito de la falta de fuentes para construir la historia del origen y primer desarrollo de la televisión. Se han consultado los abundantes fondos documentales del Archivo de la Administración de Alcalá de Henares, se han visionado las inabarcables grabaciones de programas y publicidad que se conservan en Prado del Rey, se han revisado muchas de las muy abundantes referencias de la prensa generalista y las revistas especializadas; por no hablar de archivos particulares, memorias y entrevistas a protagonistas.
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