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La multitrama de Steven Bochco

INT. LAVABOS – TAQUILLAS – DÍA

SIPOWICZ entra desde la calle vistiendo su chaqueta y con una pequeña bolsa de farmacia. Se dirige a su taquilla, la abre, cuelga su chaqueta en la puerta. Se dirige al lavabo, se mira en el espejo, saca unas gafas y se las pone. Una etiqueta cuelga de las gafas mientras se examina con disgusto en el espejo.Rápidamente se quita las gafas y las guarda al oír que entra alguien. Se gira y ve a BOBBY SIMONE que se acerca a las taquillas.

SIMONE: Buenos días.

SIPOWICZ: ¿Qué tal?

Sipowicz se detiene junto a él.

SIPOWICZ: (CONT) Andy Sipowicz.

Simone le mira, sonríe y extiende la mano.

SIMONE: Bobby Simone, encantado de conocerte, Andy.

SIPOWICZ: Sí.

Sipowicz se aclara la garganta y sale. Simone tacha el nombre de Kelly de la taquilla y escribe su propio nombre.

La escena anterior pertenece a “Simone says”, el capítulo 5 de la segunda temporada de Policías de Nueva York (NYPD Blue, 15 de noviembre de 1994). En ella se encuentran los ingredientes esenciales de la narración televisiva característica de las últimas décadas del siglo XX, lo que no es extraño teniendo en cuenta que la serie fue creada por David Milch y Steven Bochco, el inventor de la multitrama.

Bochco, en efecto, creó la multitrama, o al menos la llevó a su máxima expresión, en la serie Canción triste de Hill Street (Hill Street Blues), estrenada en 1981.

Como su nombre indica, la multitrama consiste en el desarrollo de un buen número de tramas a lo largo de uno o varios capítulos e incluso de toda la temporada. Lo habitual es que se desarrollen dos o tres tramas en cada capítulo que llegan hasta su desenlace, pero que, al mismo tiempo, se planteen otras que continuarán en futuros episodios. En Policías de Nueva York las diversas tramas son presentadas en los primeros minutos del programa, en lo que se llama teaser, una especie de anticipo de lo que vamos a ver. He seleccionado al inicio de este artículo, en la transcripción del guión, sólo la primera parte, donde ya se plantean las cuatro tramas que se desarrollarán a lo largo del episodio:

  • La de la mujer policía a la que acosa su exmarido, que también es policía;
  • La del caso del día, que en este episodio es un homicidio;
  • La llegada del nuevo policía, Simone, y su relación con Sipowicz
  • Que Sipowicz se hace viejo

A lo largo del episodio también se irán desarrollando otras tramas secundarias, algunas se extenderán durante dos o tres episodios más, otras continuarán hasta el final de la temporada o incluso más allá, hasta el final definitivo de la serie.

La multiplicación de tramas, como es obvio, obliga a los guionistas a un gran esfuerzo de síntesis: hay que contarlo todo muy rápidamente porque en los 45 minutos de cada episodio es necesario desarrollar tres o cuatro tramas autoconclusivas… y todas las demás. Por eso, en ese breve teaser de apenas cuatro minutos, que aquí cunple la función de disparador de las tramas del episodio, se cuentan un montón de cosas: llega un nuevo a la oficina, el nuevo y el veterano se conocen, al veterano no le gusta el nuevo, hay un nuevo caso de homicidio, el ex de una mujer policía la acosa, el jefe se entera de que al veterano no le gusta el nuevo, pero le dice que le ayude a adaptarse y que se encargue con él del caso de homicidio, y además se produce una terrible pelea con tiros incluidos en la comisaría.

Son los cuatro minutos más densos que se puedan imaginar. Todo es significativo y nada sucede por casualidad, cada frase es importante, a cada causa le sigue un efecto, como en un preciso mecanismo de relojería narrativa. Es una manera de escribir muy diferente de la que se emplea en series como Mad Men o The Wire, que aunque también presentan personajes con sus propias evolución, no se sienten obligados a trazar de manera precisa sus diferentes tramas en cada capítulo.

Regresemos a la multitrama de Steven Bochco (y David Milch) en Policías de Nueva York, y a la trama más importante del capítulo, que es precisamente la que se desarrolla en el breve fragmento del guión que he trascrito como encabezamiento de este artículo. Esa trama nos dice que Sipowicz se está haciendo viejo. Bochco y Milch nos lo muestran con ingenio, haciendo que el veterano policía vaya al baño con una bolsa típica de drugstore o farmacia americana de la que saca unas gafas para vista cansada.

Eso nos indica que no ha aceptado todavía su decadencia física. No ha ido a un oculista, sino que se ha comprado unas gafas en una tienda. Es evidente también que acaba de comprárselas, porque de ellas cuelga todavía la etiqueta. Y no es menos evidente que está avergonzado por tener que usarlas, porque, en cuanto escucha que alguien entra, las esconde rápidamente en su bolsillo. Por si esto fuera poco, el nuevo policía es joven, alto, fuerte y parece muy seguro de sí mismo, lo que, por contraste, destaca el envejecimiento y la decadencia de Sipowicz. Para que todavía quede más claro, enseguida va a tener lugar un suceso en la comisaria que remarcará esa decadencia: en la pelea con el acosador Sipowicz es lanzado a un lado sin miramientos, mientras que el nuevo, Simone, se lleva el papel de héroe. La antipatía de Sipowicz hacia Simone, que se mezcla con su depresión, se muestra no sólo por su gesto al colgar el abrigo, sino porque se lo dice de manera explícita al comisario jefe. En la multitrama siempre hay que decir todo con claridad, sin dejar espacio a la duda y así se hace aquí: “Este tipo me cae mal”.

¿Y por qué le cae mal? Por su manera de saludar, simplemente. Es una opinión que nos dice más acerca de Sipowicz y de sus frustraciones que de Simone.

En cuanto a los espectadores, también se nos sugestiona con acciones que son casi simbólicas, como cuando Simone tacha de la taquilla el nombre del policía al que viene a sustituir. Eso parece revelarnos que es un poco chulo, insensible, porque nosotros, como espectadores, le tenemos cariño a John Kelly, que ya no volverá a aparecer en la serie (el actor pidió demasiado dinero). El nuevo viene a sustituir a nuestro favorito y se enfrente al gruñon pero entrañable Sipowicz. Mala cosa. O eso quieren los guionistas que pensemos.

Sin embargo, el conflicto o malentendido entre Sipowicz y Simone, que en una serie como The Wire podría durar toda una temporada, aquí se resolverá en este mismo episodio, aunque no revelaré cómo al lector.

Se trata, en cualquier caso, de un tipo de narrativa muy diferente al que podemos ver en muchas escenas de Los Soprano o escenas como la del ascensor de la oficina de Mad Men. Aunque Bochco y Milch demuestran su talento narrativo al colocar las piezas de su preciso mecanismo, es una pena que se vean obligados a sabotear el ingenio de la escena de las gafas cuando poco después Sipowicz insiste en el tema y lo dice de manera explícita, después de que su jefe le encargue cuidar de Simone: “Primero las gafas y luego esto”. El espectador de televisión convencional debe entenderlo todo fácilmente, porque suele distraerse con mil y una actividades, y eso obliga a menudo a los guionistas a repetir lo obvio.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.

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