Dicen que la vida de Agatha Christie comenzó cuando cumplió los cuarenta, edad crítica para muchas personas, pero no para la mundialmente conocida como Dama del Crimen.
Fue, a los cuarenta, cuando se casó por segunda vez. Y lo hizo con un arqueólogo, Max Mallowan, al que aventajaba en quince años. Dicen que una de las razones de peso para tomar tal decisión fue la célebre frase que se le atribuye, relativa a las ventajas de casarse con un arqueólogo: «Cuanto mayor te haces, más atractiva resultas a sus ojos».
Imagen superior, de izquierda a derecha: Agatha Christie, Miss Parker, Irene Haines, Halaf, Carl Haines, Max Mallowan, Don McCown y Mohammed Ali, durante la excavación de Ur.
Desde el mismo momento de su matrimonio, Agatha participó, codo con codo, en las excavaciones de su esposo, el primer arqueólogo en establecer la cronología exacta de la civilización asiria. Los estudios de Mallowan siguen siendo, ochenta años después, irrebatibles. Y a ello contribuyó, y de qué manera, su inseparable esposa.
Imagen superior: Agatha Christie en el yacimiento de Chagar Bazar, Siria, excavado por Mallowan entre 1935 y 1937. Aquella expedición se realizó con el apoyo del Museo Británico y la Escuela Británica de Arqueología.
La Christie, que por aquel entonces ya era una escritora de fama internacional, actuó como fotógrafa de las excavaciones, como restauradora de no pocas piezas e, incluso, como mecenas, llegando a mantener algunas campañas mediante la cesión de los derechos de autor de algunas de sus novelas.
Imagen superior: Agatha Christie y su esposo, el arqueólogo Sir Max Mallowan.
En su autobiografía comenta cómo, en una conversación mantenida con su esposo, lamentándose de no haber prestado más atención a la arqueología cuando era estudiante, fue respondida por Mallowan con un «¿No te das cuenta de que, en el momento actual, posees mayores conocimientos de cerámica prehistórica que cualquier otra mujer de Inglaterra?».
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