La imagen de Venus era algo comúnmente utilizado en la ciencia-ficción del siglo XIX. Su impenetrable capa de nubes permitía especular libremente sobre lo que había bajo ellas, escapando a cualquier consideración de tipo científico. De tamaño muy similar al de nuestra Tierra, Venus era el planeta más cercano a nosotros junto a Marte y el hecho evidente de que poseyera una atmósfera y estuviera más próximo al Sol, hizo que los escritores de ciencia-ficción fantasearan con la posibilidad de que su superficie estuviera ocupada por un extenso y húmedo pantano habitable por la especie humana.
Viaje a Venus (1865), de Aquille Eyraud, fue, como ya vimos en un artículo anterior, quizá el primer viaje de ficción a ese planeta. El Gran Romance (anómino, 1881) o Journey to Venus (1895), de Gustavus W. Pope, fueron otras novelas que aportaban sus visiones, muy similares, del planeta hermano, con abundante vegetación y dinosaurios.
A Trip to Venus, de John Munro, no aportaba realmente nada nuevo a lo ya hecho hasta el momento, al menos en lo que se refiere a la imagen ficticia de Venus: un ingeniero –que actúa como narrador– , un astrónomo y su hija, se embarcan en una nave con rumbo a Venus y el más lejano Mercurio. En el primer planeta encuentran una civilización utópica. Un tema ya más que gastado a estas alturas.
La novela es bastante corriente, y si merece la pena ser reseñada aquí a título individual es por ser la primera en la que se presentan dos ideas tecnológicas que, con el tiempo, se convertirían en realidad: las naves espaciales con cohetes alimentados con combustible líquido (Munro era profesor de Ingeniería Mecánica en Bristol. La obra del padre de la astronáutica, el ruso Konstantin Tsiolkovsky en la que aventuraba estos motores no se publicaría hasta 1898); y la propulsión magnética, en la que todavía hoy se sigue trabajando.
Seguiremos encontrándonos con Venus con bastante frecuencia en nuestro recorrido por la CF. Innumerables escritores desde entonces hasta la actualidad han situado al planeta en el centro de su ficción en un momento u otro, aunque su papel protagonista lo disfrutó entre los años treinta y cincuenta, cuando aún no se habían enviado las sondas espaciales que revelarían el infierno que se escondía bajo las nubes venusianas.
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.