A través de Rossini, se llega a leer a Stendhal, y gracias al autor de esas joyazas novelísticas que se llaman Rojo y negro o La Cartuja de Parma, llegamos a Carlo Soliva, de quien el escritor habló elogiosamente en Roma, Nápoles y Florencia.
Hace años pudimos darle al citado más contenido como compositor cuando se publicó en disco su primera obra, La testa di bronzo; ahora podemos completar su perfil profesional con Giulia e Sesto Pompeo, estrenada, como aquélla, dos años antes en la Scala de Milán el 24 de febrero de 1818, con decorados nada menos que de Sanquirico y con un reparto donde se incluían algunos nombres «rossinianos» del momento: el tenor Claudio Bonoldi (primer Giocondo de La pietra del paragone) y la soprano Violante Camporesi (inmediata primera Bianca de Bianca e Falliero), Ottavio e Giulia respectivamente en la partitura soliviana.
Por la música de Soliva se pasea, inevitablemente, la sombra del Cisne de Pesaro, pero estamos ante un compositor de oficio, inspirado, con recursos y astucias, capaz de dar sentido y profundidad a un argumento, por entonces ya de «antiguo régimen». Un texto que inspira a Soliva dúos tan ricos musical y dramáticamente, a la par que bellísimos, como Questo che vedi stringere entre Pompeo (la contralto Patricia Spence, de excelente recorrido rossiniano hoy) y Fulvia (la inquieta artísticamente hablando soprano Francesca Pedaci) y el que se desarrolla en el acto primero entre el mismo Pompeo y Giulia (la destacada soprano Elisabetta Scano), Di quella voce il suono.
Por no hablar de las cavatinas o arias, que las hay para todos los solistas y para todos los gustos, llamando la atención sobre la especialmente brillante de Ottavio con coro Sì miei prodi. Obra imprescindible para la discoteca de los belcantistas.
Disco recomendado: Carlo Soliva (1791-1853): Giulia e Sesto Pompeo (ópera en dos actos) / Pedaci, Scano, Allemano, Spence. Coro y Orquesta de la Suiza Italiana. Dir.: Angelo Campori / CPO / Ref.: 999825-2 (2 CD) D2 x 2
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