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Un invento español

¿España, país pobre en inventores? Tal vez sería mejor decir que es un país de pocos pero decisivos inventos. Cito tres, el tercero propio de nuestra materia: el submarino, el autogiro y el canto moderno. Lo podríamos denominar quizá propiamente como canto romántico o, por costumbre, bel canto. Lo debemos a una familia de cantantes y didactas que respondieron al muy corriente apellido de García: Manuel, padre e hijo, y dos chicas hoy legendarias apellidadas según sus maridos: María Malibrán y Pauline Viardot.

Manuel hijo ha dejado una obra clásica en la materia, el Tratado completo sobre el arte del canto (1847) que consta de un estudio científico, anatómico, orgánico y fisiológico, de la fonación humana, y una serie de ejercicios de gimnasia vocal que hacen posible que un cantante virtual pueda llegar a tener una voz y pueda cantar. Estos ejercicios son los que siguen poniendo en práctica los profesores en la materia y, de algún modo, las lecciones de García siguen vivas en todos los cantantes del mundo.

Desde luego, el arte de cantar y su didáctica provenían, al menos, del barroco, en especial de la escuela napolitana. Pero las nuevas condiciones del teatro lírico – mayores espacios en las salas, mayor extensión de los registros vocales – exigían un nuevo utillaje. Así lo entendieron nuestros García, que construyeron el canto como la voz convertida en un instrumento musical afiatado, sostenido en el aliento, el famoso fiato.

El asunto está suficientemente estudiado y no intento abordarlo. Sólo quiero resaltar su aspecto metódico, base de su efectividad creativa. En efecto, García hijo fue un observador empírico que estudió cómo cantaban bien los mejores, razonó estos resultados como efectos, buscó sus causas y desarrolló un sistema, algo objetivo y razonable que podía enseñarse a partir de ese instrumento de aliento la mayor parte del cual está oculta en el cuerpo y ha de hacerse imaginar al alumno. Una síntesis de empirismo, ciencia y arte.

Enseguida, instalado en París, nuestro hombre, que había sido cantante como barítono al igual que su padre como tenor, devino uno de los maestros, directos o indirectos, de la Europa lírica. Nombres hoy fabulosos como Jenny Lind, Matilde Marchesi y sus hermanas María y Pauline, pasaron por sus enseñanzas.

Autogiro, submarino, belcantismo. No es mala cosecha esta de las invenciones españolas. Gracias a ellas podemos volar, sumergirnos en las honduras del océano y hacer cantar a la humanidad.

Imagen superior: María Malibrán.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Publicado previamente en Scherzo y editado en Cualia por cortesía de dicha revista. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")