The Foreigner pertenece a uno de mis subgéneros favoritos: el de «Alguien-va-a-pagar-por-esto». La he visto por disfrutar de la hermosísima vejez de Pierce Brosnan y porque las últimas películas de Jackie Chan, el Fary de las artes marciales, me atraen más que toda su filmografía previa, gracias a su semblante macerado y el tono expresivamente austero y crepuscular por el que está optando, sin saber siquiera que el director al mando era Martin Campbell, a quien debo los dos más gratos momentos de la saga 007 de las últimas dos décadas: Goldeneye y Casino Royale.
Bien, resulta que The Foreigner son un par de películas en una y tal vez no funcione del todo y tal vez me hubiera hecho más feliz catarla integrada en el cine de acción de los 90, porque el marchamo de Campbell ya es ése, ya su estilo se quedó ahí y rodando ni siquiera alcanza la elegancia de un Roger Donaldson. No importa: éste es el tipo de filme que requiere de la militancia de los fans del antiguo cine de videoclub, militancia esgrimida casi con el mismo fanatismo y estupidez con que los terroristas patrioteros que lo transitan esgrimen sus «ideales».
La historia del personaje de Chan es una mezcla de las pelis setenteras de Charles Bronson con un delicioso aroma a Danko: calor rojo, una de aquellas maravillas que Walter Hill rodaba en los 80′ antes de creerse autor: como el soviético Arnie, aquí también el único personaje honesto y moralmente íntegro, y el que se lleva todas las simpatías del público, es el ciudadano foráneo de la trama: y, entre nosotros, siempre mola ver a un sexagenario como Chan propinando y recibiendo tantas y tan soberanas hostias y levantándose luego como un señor; pero, sobre todo, mola ver a todo un Pierce Brosnan asustado ante ese asiático feroz cuya estética no responde a los cánones occidentales del asiático amenazador ni heroico.
Cuando Chan no hace comedia, consigue encarnar un destilado de ‘hombre común’ y de puesta al día de los estereotipos exóticos hollywodienses: y es que por fin lo políticamente correcto sirve para algo bueno, para que hoy el héroe sea el que antes esperaba en el aeropuerto extranjero a que llegara el héroe desde los USA. Definitivamente en el clan de los Chan, Jackie ya no es Charlie. Súmese a ello una sonrisa contenida como si le doliese que recuerda un montón a la de Stallone, o a lo mejor es que comparten cirujano y les tironean los mismos puntos de sutura.
En cuanto a la historia del personaje de Brosnan, sorprende porque su entorno y él mismo rezuman una mayor turbiedad moral que aquélla a la que estamos acostumbrados en las convenciones de los filmes de venganza, llegando a unas cotas de dureza realista que se agradecen mucho y que, en efecto, encajan satisfactoriamente con las que el propio Campbell nos proporcionara en Casino Royale: en suma, un filo más punzante y acerado de lo que el subgénero exige.
Al final, una mitad de la trama es de acción y la otra de intriga y traiciones propias del género de espías. Habrá quien deteste y sobre todo quien ignore o sienta indiferencia ante el resultado, pero con un panorama donde Bond se toma tan en serio a sí mismo y donde Bourne repite sus propios lugares comunes más que Bond, pues qué queréis que os diga…
Da gusto que todavía exista un cine de la vieja escuela que no está para pamplinas y que se hace para un público oficialmente insensible.
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