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«Tango… Y todo a media luz» (1988), de Hugo Pratt

Tras publicar Fábula de Venecia (1977), La casa dorada de Samarcanda (1980) y La juventud de Corto Maltés (1981), Hugo Pratt retorna imaginariamente al país que conoce y admira: Argentina.

La segunda estrofa de un conocido tango de Carlos César Lenzí y Edgardo Donato inspira el titulo de una nueva aventura de Corto Maltés, homenaje de su creador al Buenos Aires cosmopolita de comienzos de siglo.

Las páginas de Tango… Y todo a media luz están pobladas por rufianes y fulanas, madamas y pupilas, protagonistas todos de ese clandestinaje tolerante que tanto interesa al dibujante italiano.

En más de una oportunidad ha declarado Pratt su simpatía por las prostitutas, una revindicación que lo sitúa en coincidencia con su personaje. Porque, digámoslo de una vez, Corto no pretende ser un modelo edificante, sino un observador imparcial y más bien cínico. Al menos, esta es su pose cuando llega a la capital en 1923.

Esta vez, Corto sigue el rastro de una vieja amiga, Louise Brookszowyc, empleada en una casa de mala fama a cargo de la «Varsovia», aquella poderosa sociedad de ayuda mutua fundada por las organizaciones de tratantes de blancas el 7 de mayo de 1906.

La prostituta y un desconocido periodista, enterados de las oscuras circunstancias en que hicieron fortuna distintos latifundistas de la Patagonia, han sido asesinados. Culpar de su muerte a la «Varsovia» es fundamental para evitar mayores escándalos.

Finalmente, como sucede en otros relatos de Pratt, la victoria –que no la razón– está junto a los poderosos.

Editada en la revista milanesa Corto Maltese, Tango… Y todo a media luz convierte en relato la copiosa documentación recogida por Pratt durante su viaje a Argentina en el otoño de 1985.

“Anduvo por el sur –escribe el autor de Perramus y director de Fierro, Juan Sasturain–, recogió documentación, juntó ánimo y nostalgias, algunas precisiones y finalmente refundió en una única aventura dos núcleos temáticos y de interés: las andanzas de los bandoleros yanquis en el sur patagónico a principios de siglo –con quienes habría estado Corto tras su aventura juvenil en Manchuria– y el submundo de las organizaciones que manejaban la prostitución por los años veinte, enmarcado en una atmósfera de tango, penumbrosa, ambigua”.

En Tango, según Sasturain, “la reconstrucción es más efectiva y sensual que rigurosa; ante la duda (o sin ella) Pratt optará por el mundo que vivió en los cincuenta y no por los datos precisos de fotos viejas y tablas cronológicas. El lector, todos, agradecidos, porque Pratt, una vez más, ha optado por el mito”.

“Todo ese contexto y entramado de personajes y referencias –concluye el guionista y escritor argentino– se sobreimprime contra un mundo y una escenografía que tienen mucho de oníricos y poco de realistas: el Buenos Aires del ’23 de Pratt refleja con propiedad y verosimilitud histórica las tensiones sociales y las motivaciones en el comportamiento de los grupos en pugna de entonces, pero elige pautas y modelos de representación gráfica mucho más libres”.

Sinopsis

Buenos Aires, 1923. La amistad lleva de nuevo a Corto Maltés hasta Argentina. El tango es un sentimiento y una historia. La de Corto Maltés comienza en una sala de billar en Buenos Aires, donde este juego se ha convertido en una manera de pasar el tiempo, en una pasión, en una religión, en una guerra. Mientras busca a la hija de una amiga asesinada por una red de trata de blancas, Corto descubre una Buenos Aires imprevista e imprevisible. No se puede bailar el tango sin emoción. Corto lo hace y, de paso, venga a su amiga. Al fin y al cabo, el tango también es una lucha.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.