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Sustituciones

Según es costumbre posmoderna, se ha pretendido vestir de teoría lo que es una simple y gastada ideología. Me refiero a la teoría de la sustitución, que sostiene la aparición del fenómeno “sustituyente” en Europa: poco a poco, nuestras costumbres, nuestras creencias y hasta nuestra vestimenta, serán sustituidas por las de los inmigrantes que las tienen diversas. Cualquiera podría leer, por el origen inglés del asunto, un argumento en defensa de lo genuinamente insular. Si nos sustituyen, nos van a quitar lo propio que tenemos desde siempre, nos van a enajenar.

El tópico de la genuinidad es antiguo en este antiguo continente. A su traducción filosófica y hasta científica se le han dedicado libros enteros como Nosotros y los otros de Tzvetan Todorov y Hacia la solución final de George Mosse. Hoy ni la ciencia ni la filosofía pueden sustentar la idea de que los humanos estamos divididos por razas que se ordenan de modo jerárquico y cuyas características culturas son biológicas. Más aún: no hay ninguno de nosotros –las incluyo a ellas en el plural gramatical inclusivo– que pueda apuntarse a ninguna pureza racial. Y si existe un ejemplo extremo, he ahí las Islas Británicas, donde desembarcaron durante milenios, por las buenas y las malas, romanos, celtas, daneses, bretones, francos, normandos y suma que sigue. En este sentido, la insularidad de las islas, si vale el pleonasmo, no tiene dónde apoyarse. Inglaterra no es una islita del Pacífico.

Cabe preguntarnos, entonces, por qué insistimos en una actitud que tiene cara de antigua, de impropia en nuestros días de globalización y cercanía, velocidad e información. Si mi diferencia “racial” con un negro no alcanza al uno por ciento de mis genes, ¿por qué puedo llegar a pensar que me va a sustituir? ¿Acaso las mujeres que ingresan en las fuerzas armadas, han sustituido a los varones y enajenado una institución esencialmente viril?

Mezclarse no es desaparecer sino todo lo opuesto. Es sumar y enriquecerse. El cristianismo, en sus diversas tendencias, es uno de los componentes esenciales de la historia europea. Sin embargo, no es de origen europeo sino asiático, del llamado Cercano Oriente. ¿A quién se le ocurre definir a los cristianos de Europa como carentes de genuinidad continental? ¿Es menos cristiano que un cristiano europeo, otro cristiano del pueblo quechua peruano o el pueblo guaraní paraguayo?

La difusión de ideas –digamos que exportables– las demuestra universales. Esto ocurre porque los distintos pueblos del mundo, justamente en sus distinciones, exhiben su capacidad de asimilarse entre sí. La separación es racismo si se considera infranqueable, si el rasgo identitario se juzga fijo y natural, dotado de fatalidad biológica. Entonces aparecen los nacional-socialistas y consideran que la filosofía de Kant y la música de Beethoven son de exclusivo consumo germánico. Los latinos, por ejemplo, nos podemos quedar asombrados y hasta admirados ante ellas pero no somos ni seremos jamás capaces de entenderlas, en el sentido de comprenderlas, de tenerlas dentro de nuestro dominio. Es claro que hemos de conservar en casa a Kant y a Beethoven pero no para sustraerlos a nuestros supuestos sustitutos sino para compartirlos con ellos, lo mismo que compartiremos su fe convivencial, su cocina, su ropa y hasta sus filósofos y sus músicos, que no son una exclusividad alemana. Los seres humanos son insustituibles los unos para los otros porque somos, justamente, nosotros.

Imagen superior: Pixabay.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")

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