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«Starship Troopers: Tropas del espacio», de Robert A. Heinlein

Desde que llegó en forma de serial a manos de los lectores de la revista The Magazine of Fantasy & Science Fiction (octubre-noviembre de 1959), Starship Troopers se ha consolidado como una de las novelas que mejor ha resuelto el difícil mestizaje entre la ciencia-ficción y el género bélico.

Cuando en 1997 Paul Verhoeven llevó al cine esta aventura interestelar, tuvo claro que el modelo a seguir era el cine de propaganda que acompañó a la Segunda Guerra Mundial. Con ello, y no sin cierta contradicción, se apuntaba al bando de quienes consideran Starship Troopers como una novela militarista y unidimensional. Algo así como si uno adaptase a la gran pantalla un relato de Robert E. Howard ironizando sobre el machismo y la barbarie de sus protagonistas.

Por una de esas paradojas que tiene el ejercicio de contar historias, las partes que peor funcionan de esta película son las que incluyen digresiones irónicas acerca del ardor guerrero de los personajes. Curiosamente, el público disfruta en mayor medida con las espectaculares escenas de combate, dotadas de esa energía épica que tanto agrada a cineastas como John Milius. Me refiero a los momentos en que los soldados quieren descubrir lo que oculta la raya del horizonte, poco antes de que les ataque una legión de insectos gigantes.

En el fondo, esa es la imagen que mejor resume el espíritu del libro original. Por lo demás, ya ha pasado el tiempo necesario para hacer balance, y podemos devorar con conocimiento de causa esta entretenidísima colección de hazañas bélicas que mereció el Premio Hugo en 1960.

Narrada en primera persona por Juan «Johnnie» Rico, Starship Troopers nos mete de lleno en ese enfrentamiento entre la humanidad y los invasores arácnidos. El verismo es la nota dominante, lo cual era de esperar si se tiene en cuenta que Heinlein salió de la Academia Naval en 1929, y permaneció en el servicio activo a lo largo de cinco años, primero en el portaaviones USS Lexington y luego en el destructor USS Roper.

Víctima de una tuberculosis, el escritor no llegó a combatir en la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese dato, cabe especular que Starship Troopers sublima alguna que otra frustración relacionada con su truncada carrera militar.

Si la analizamos en el contexto de su época, encontramos otras justificaciones. Por ejemplo, Heinlein apoyó con fervor las pruebas nucleares, y en los primeros tiempos de la Guerra Fría, criticó a quienes defendían que Estados Unidos debía abandonar la energía atómica como punta de lanza de su carrera armamentística.

Cuando se publicó en la revista ya mencionada, la obra llevó por título Starship Soldier. Según él mismo se encargó de aclarar, Heinlein escribió Starship Troopers entre 1958 y 1959, mientras seguía trabajando en el primer borrador de Forastero en Tierra Extraña (Stranger in a Strange Land).

Se entiende, por las fechas de redacción, que la novela incluya veladas y explícitas referencias a la Guerra de Corea. De hecho, las escenas que transcurren en la academia de reclutas contienen diversas alusiones políticas, cuyo anticomunismo se deriva del contexto internacional del momento y de las propias convicciones de Heinlein.

Esta postura del escritor, a contracorriente del izquierdismo de su gremio, condujo a que los críticos se tomasen demasiado en serio Starship Troopers, interpretándola como un relato anticuado y políticamente incorrecto, cuyos valores victorianos resultaban definitivamente incómodos en aquellos años.

Tampoco escapó de la controversia el modelo social descrito en la novela: una suerte de utopía espartana en la que el derecho a voto no es universal, y en la que la disciplina es algo más que una cualidad recomendable.

Está claro que los prejuicios dan forma al mundo, y según los clichés de cada lector, cabe interpretar a Heinlein como una víctima de las suspicacias ajenas o como un desacertado defensor de sus propias divagaciones. Lo que ya no resulta igual de discutible es la impecable carpintería narrativa del relato.

Dejando aparte la película de Verhoeven, uno tiende a creer que la cinta que hereda el espíritu de esta novela es Aliens (1986), de James Cameron. Cuentan que Cameron recomendó a su reparto que leyera Starship Troopers, y no es mala idea hacer extensiva esa recomendación a cualquier lector aficionado al género.

Sinopsis

La Tierra, siglo XXIII: Johnnie Rico acaba de cumplir los dieciocho, y por fin se puede alistar en el Ejército para cumplir con el servicio de dos años, tras el cuál se convertirá en un ciudadano con derecho al voto.

A instancias de un amigo, Rico se alista en la infantería móvil. Tras un duro periodo de instrucción en el campamento Arthur Currie, bajo las órdenes del sargento Zim, Rico se convirtió en un soldado cualificado.

Mientras tanto, una especie alienígena con aspecto de insecto gigante ataca la Tierra con una violencia inusitada, convirtiendo la ciudad de Buenos Aires en un amasijo de escombros. Es el momento de que Johnnie Rico y sus compañeros prueben su valía en un combate real… en el espacio.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.

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