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«Slither: La plaga» (2006), de James Gunn

James Gunn, hoy en la cúspide de Hollywood gracias al éxito cosechado por su personal interpretación de los Guardianes de la Galaxia marvelitas, tuvo sin embargo unos orígenes muy humildes en la base de la pirámide cinematográfica, concretamente en la Troma Entertainment, coescribiendo Tromeo & Julieta (1996) así como la biografía del fundador de ese estudio, Lloyd Kaufman, All I Need To Know About Filmmaking I Learned from the Toxic Avenger (1998), que más tarde se convirtió en la base de Terror Firmer (1999).

Gunn se graduó ya en la primera división de guionistas con películas como Scooby–Doo (2002), El amanecer de los muertos (2004), Scooby Doo 2: Desatado (2004) y The Belko Experiment (2016), así como una sátira del género de superhéroes en forma de película independiente con cierto estatus de culto: The Specials .

A tenor de esta trayectoria, resulta evidente que Gunn sentía una afinidad especial por el cine de género y que disfruta dándole giros grotescos y/o divertidos. Por tanto, no es de extrañar que su debut como director, Slither, fuera una película –escrita también por él– que recuperara el subgénero de las invasiones alienígenas por parte de seres monstruosos, una cinta que mezcla ciencia-ficción, terror y comedia, a mitad de camino entre comedias terroríficas como Posesión infernal (1981) o Zombis Party (2004) y La Invasión de los Ultracuerpos (1978) y muy alejada de la grandilocuente épica de Independence Day (1995).

En las afueras del soñoliento pueblo de Wheelsy, Carolina del Sur, cae un meteorito. Una noche, frustrado por la falta de vida sexual de su matrimonio con Starla (Elizabeth Banks), el borracho Grant Grant (Michael Rooker) se interna en el bosque con otra mujer, Brenda Gutiérrez (Brenda James) solo para resultar atravesado por una aguja expulsada del meteorito. Durante los días siguientes, Grant empieza a transformarse. Devora enormes cantidades de carne cruda y secuestra a Brenda.

Cuando los hombres del departamento del sheriff, liderados por Bill Pardy (Nathan Fillion), sospechan de Grant y empiezan a buscarlo, descubren que ha mutado en una repugnante criatura con tentáculos. Lo persiguen hasta un granero en cuyo interior hallan prisionera a Brenda. La mujer se ha inflado grotescamente hasta alcanzar un volumen enorme. Tanto, de hecho, que explota expulsando cientos de babosas que rápidamente buscan y se introducen por las bocas de los presentes y se apoderan de sus cuerpos. Bill, Starla y un pequeño grupo consiguen evitar la infección y tratan de detener lo que resulta ser una invasión alienígena que toma el control de los habitantes de casi todo el pueblo, convirtiéndolos en zombis.

Muchas de las películas de monstruos que aparecieron a partir de los noventa (Anaconda, Godzilla, Mi Gran Amigo Joe, Deep Blue Sea, Arac Attack …) son básicamente versiones de films anteriores realizados con mejor tecnología de efectos visuales y, sobre todo, CGI. En esa corriente, Slithers es probablemente una adaptación digital de El terror llama a su puerta (1968), una cinta sobre una horda de parásitos cerebrales alienígenas que se apoderaban de los cuerpos humanos y resucitaban a los muertos. Más importante aún, El terror llama a su puerta, como Slither, jugaba al homenaje y la referencia y, como hace James Gunn, bautizaba a diversos personajes y localizaciones con los nombres de directores o personajes del género.

Así, la película está repleta de todo tipo de guiños a otros títulos antiguos de terror y ciencia-ficción. Así, por ejemplo, el plano de apertura por el pueblo nos muestra una tienda de armas regentada por Max Renn, el personaje que interpretaba James Woods en Videodrome (1983), de David Cronenberg; el almacén lleva el nombre de T.J. MacReady, héroe de La Cosa (1982), de John Carpenter, encarnado por Kurt Russell; el bar Henenlotter hace referencia al director Frank Henenlotter, que hizo el clásico de culto ¿Dónde te escondes, hermano? (1982). En otro punto de la trama se menciona la granja propiedad de los Castevets, vecinos de Mia Farrow en La semilla del diablo (1968); el instituto Earl Bassett, personaje interpretado por Fred Ward en Temblores (1990); un cameo de Lloyd Kaufman, cofundador de la Troma; o Brenda viendo en la tele El Vengador Tóxico (1986).

Es más, hay elementos importantes en el argumento de Slither que parecen tomados casi al pie de la letra de otras películas. La repugnante forma que adopta Grant Grant recuerda mucha a la del doctor Pretorious en Re-Sonator (1986) mientras que su cuerpo definitivo remite a La mosca (1986). La escena de la orgía en el clímax remite a Society (1989); la babosa en la bañera probablemente esté tomada de la escena clásica con Barbara Steele en Vinieron de dentro de… (1975), de David Cronenberg; y los diversos zombis que caminan tambaleándose por los campos le deben mucho a La noche de los muertos vivientes (1968), de George A. Romero.

Por tanto, la pregunta que cabe formularse es si necesitamos otra película más de terror autorreferencial. Probablemente no, pero en este caso Slithers cuenta con una virtud extra: James Gunn. Aunque claramente se recrea en sus influencias, ofrece mucho más que un mero encadenamiento de homenajes y construye una genuina y desasosegante atmósfera de suspense. Son particularmente buenas las escenas en las que por primera vez vemos la figura mutada de Grant Grant en un campo por la noche, cuando devora una vaca y luego corta en dos a un policía con su tentáculo cuando los hombres del sheriff le rodean. O cuando éstos luego descubren el desagradable cuerpo hinchado de Brenda y éste explota «dando a luz» a las babosas.

Gunn siempre suaviza el suspense con humor. Sus diálogos son a menudo ingeniosos, agudos y sarcásticos. Además, es una película que, a diferencia de otras cintas de terror contemporáneo como las franquicias de Hostel y Saw, no se toma demasiado en serio a sí misma y que equilibra el terror y lo carnalmente desagradable con el humor para que los espectadores se rían y aprieten los dientes por igual. En este sentido, Slithers podría encuadrarse en la misma línea de Gremlins (1984) o Temblores (1990). Gunn también tiene un buen ojo para crear los tipos de personajes de clase obrera que pueden encontrarse en los pequeños pueblos de Estados Unidos y que nunca aparecen en las noticias, desde los alumnos adolescentes que babean por su profesora a la mujer que canta desafinando en el karaoke local; gente humilde la mayor parte de ellos, sin mucha formación ni demasiadas aspiraciones en la vida y que se conforman con vivir existencias apacibles sin salir de su pueblo.

Quizá la única pega que se puede poner en este sentido es que habiendo presentado esta visión sarcástica de la América profunda, luego no tenga relevancia alguna en lo que ocurre en el resto de la historia.

El maquillaje, los prostéticos y los efectos especiales tradicionales con los que se han creado las babosas y los humanos infectados son muy eficaces habida cuenta del ajustado presupuesto de la película. Habiéndose curtido en la Troma, Gunn supo cómo sacar el máximo provecho de unos recursos limitados. No ocurre lo mismo con los efectos digitales, que en ocasiones «cantan» demasiado, como cuando los gusanos cubren totalmente los cuerpos de Bill y Starla. Los seres alienígenas tienen un aspecto deliberadamente desagradable (dan más asco que miedo) y, no es casualidad, sexual. De hecho, todo lo que los extraterrestreshacen son variaciones de una violación: entran en el cuerpo por los orificios, usan nuestros organismos como nidos y las víctimas «embarazadas» se hinchan y amalgaman en una sola masa de carne supurante. Son como La Cosa pero bulbosas y enormes en lugar de dentudas y terroríficas. Por supuesto, vemos aquí muchos de los tópicos de las películas de terror: los infectados volviéndose contra sus vecinos y amigos, babosas que atacan a jovencitas en la bañera, tentáculos, huevos eclosionando en el interior del cuerpo…

Si todo este despliegue de escenas rayanas en lo abiertamente gore funciona es gracias al guión, la concisión narrativa (la película dura unos asumibles 95 minutos), su sincera falta de pretensiones y la interpretación de los actores. A diferencia de la mayoría de películas de terror, aquí los personajes no sólo parecen comprender lo ridícula que es la situación en la que se hallan inmersos sino que caen simpáticos. En este sentido, fue un placer recuperar para la ciencia-ficción a Nathan Fillion tras dejar una huella imborrable en quienes lo vieron en la difunta serie televisiva Firefly (2002-2003) y quien para cuando repitió su personaje en la película derivada de la misma, Serenity (2005), ya irradiaba el carisma de una estrella.

James Gunn le da a Fillion la oportunidad de brillar aun cuando su personaje, un hombre normal y corriente que no ha conseguido superar su amor de juventud por Starla, es completamente genérico.

Lo mismo puede decirse del resto del plantel de personajes: cortados por un patrón estándar y sin auténtica profundidad. Aún así, Gregg Henry aprovecha la ocasión para sacar su vena histriónica y Michael Rooker (inolvidable por su Henry: Retrato de un Asesino, 1986), especializado en personajes violentos y malvados, ofrece una de sus mejores interpretaciones desde hacía mucho tiempo. Gunn se lo llevaría consigo a Los Guardianes de la Galaxia para interpretar a Yondu.

Aunque Slither es divertida, Gunn parece más interesado en mantener un tono ligero que en llevar la pesadilla alienígena a sus últimas consecuencias. De haberlo hecho, quizá podríamos estar ante un clásico del subgénero de invasiones en vez de una película meramente disfrutable. Es igualmente cierto que el gore y las escenas desagradables que muestra no son para todo el mundo y habrá quien encuentre difícil ver el humor de esas situaciones. Si, por el contrario, se es aficionado a las cintas de terror clásico y el humor negro, Slither es una obra muy disfrutable. Sea como fuere, Gunn demuestra perfectamente cómo rendir homenaje a un estilo de narrar historias de terror y al mismo tiempo convertir la obra en algo personal que, además, se resiste a envejecer a pesar de contar ya con quince años a sus espaldas.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".