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¿Quién es el cazador furtivo?

En la primera tablilla de la Epopeya de Gilgamesh se cuenta la historia de cómo fue creado el hombre–bestia Enkidu por la diosa Aruru. El salvaje Enkidu vivía con las bestias del campo como un animal más hasta que fue descubierto por un cazador furtivo. Al cazador se le hiela la sangre al ver a esa criatura y va contarle lo que ha visto a  su padre: “Padre mío, hay una especie de hombre que ha acudido al talud de la balsa. Es el más fuerte de toda la comarca ¡qué tremenda fuerza tiene! ¡Como una roca del Cielo es de poderosa su fuerza! Todo el día anda merodeando por las colinas. Come sin cesar hierba con las bestias y deja sus huellas en el talud de la balsa. Cuando lo veo tengo miedo y no me atrevo a acercarme a él. Ese hombre salvaje ha arrancado las trampas que yo mismo había cavado, ha arrancado los lazos que yo mismo había tendido, me ha obligado a soltar las bestias que yo había atrapado, los animales cazados en el monte. Desde que está él ya no puedo cazar en el monte.”

El padre del cazador le tranquiliza y le dice que vaya a la ciudad de Uruk y que le cuente la historia del hombre salvaje al rey Gilgamesh. Incluso le da detalles de lo que sucederá tras esa entrevista: “En Uruk vive Gilgamesh. Nadie es más poderoso que él. Su musculatura es tan poderosa como la de una roca caída del cielo. Ve a encontrarte con él y descríbele el vigor de esa bestia. Él te entregará a la cortesana Shamhat. Te la llevarás contigo de caza y le explicarás cuán robusto es esa bestia humana. Cuando su manada llegue a la aguada, ella se quitará sus vestidos y mostrará sus encantos. Y cuando él la vea así, se abalanzará sobre ella. Entonces su manada, que se había criado con él, le será hostil.”

¿Por qué sabe el padre del cazador lo que va a suceder?

Podemos imaginar que se trata de un simple recurso literario. En los textos mesopotámicos es frecuente que un mismo acontecimiento se cuente varias veces, repitiendo en ocasiones palabra por palabra todo lo que ya conocemos. Y así sucede también en esta historia, porque el cazador va a ver a Gilgamesh y le cuenta la aparición del hombre salvaje, Gilgamesh le dice entonces que se lleve a su cortesana Shamhat (cuyo nombre se traduce en algunas versiones españolas como Lalegre, ya que significa algo muy parecido a nuestro “mujer de vida alegre). Después la prostituta encuentra al hombre salvaje y lo domestica o civiliza mediante el sexo. Pero no es ese el asunto que me interesa ahora.

A pesar de ese recurso a la repetición, en las palabras del padre del cazador a su hijo parece haber algo más. El padre del cazador parece saber más de lo que sabría un hombre. Su conocimiento es semejante al de un dios. Los dioses, en efecto, sí que anuncian acciones que todavía no han ocurrido.

La pregunta, en consecuencia es: ¿se esconde un dios en este episodio del cazador y su padre? Es sabido que los mitos en su evolución a veces convierten a los seres humanos en dioses (como el propio Gilgamesh, que llegará a ser dios algún día, o el Heracles de la  mitología griega) y que a veces parece suceder lo contrario, como en el caso quizá de Jesucristo, dios convertido en hombre, o de los avatares de Krishna y Vishnu. Sin embargo, en este caso, sospecho que no se trata exactamente de una evolución divina–humana, sino más bien de un relato olvidado. Es decir, creo que el pequeño episodio  de Enkidu y el cazador esconde algo más. Mi hipótesis es que se trataba de una historia con más desarrollo, pero que aquí quedó condensada. Que el cazador y su padre, o  al menos uno de ellos, era un dios o algo parecido. Luego explicaré que quiero decir con “algo parecido”.

De ser así, ¿de qué dios se trataría? Mi hipótesis inicial, y por ahora la única, es que se trata de Dumuzi, el dios pastor, luego llamado Tammuz, luego llamado Adonis. Quizá finalmente llamado Orfeo. El dios que amaba a las bestias y hablaba con ellas. Su última encarnación, en esta ocasión muy humana, fue Francisco de Asís.

La primera inconsistencia de una teoría como esta es que el personaje descrito, el cazador, representa todo lo contrario: no convive con las bestias, sino que las persigue, las caza y se supone que las mata. En realidad, quien ama a las bestias y es amado por ellas es Enkidu, no el cazador. ¿No deberíamos entonces decir que es Enkidu quien esconde al dios Dumuzi, al dios Tammuz, a Adonis y a Orfeo? La respuesta es que sí, debemos decirlo: Enkidu es también Dumuzi.

No intentaré aclarar, al menos por el momento esta contradicción. Dumuzi es el salvaje Enkidu y es también el cazador (o su padre, pues sobre este aspecto no tengo una opinión firme). Simplemente diré que mi sospecha es que en el mito todo acabó mezclándose y que los diferentes personajes también acabaron confundidos.

Me gusta hacer hipótesis arriesgadas como las anteriores. Pero lo que más me gusta es investigar después y ver si pueden ser sustentadas o confirmadas de alguna manera. Es el método de Kepler, tal como lo aprendí en Cassirier. Lanzar hipótesis y dejarse llevar por las intuiciones, pero después someter esas afirmaciones arriesgadas a prueba.

He iniciado la investigación acerca de este asunto hace unos minutos y he encontrado alguna señal interesante. Una de ellas es que parece existir un mito en el que Enkidu y Dumuzi luchan por el amor de la diosa Inanna.

Es un mito que tal vez yo ya conociera y que tal vez incluso he leído en Cuando los dioses hacían de hombres, un libro que recoge gran parte de los mitos sumerios. Lamentablemente, el libro no tiene índice analítico, un error imperdonable e inexplicable en un libro que se pretende académico y de una editorial tan prestigiosa como Akal, porque un ensayo es un instrumento de placer, pero también de trabajo. Así que no puedo consultar las apariciones de los personajes. La gran suerte para los investigadores actuales es que existen las ediciones digitales, que permiten buscar en cualquier libro y compensar el descuido de las editoriales que no incluyen índices analíticos en sus ensayos.

Antes de iniciar esta investigación, adelantaré que mi intuición me lleva a considerar que el padre del cazador es el dios escondido y que probablemente es Dumuzi, aunque podría ser también el dios del ganado Sakkan, que es mencionado en esa primera tablilla como un personaje diferente, pero hay que tener en cuenta que en la mitología a menudo el hecho de que se mencione a un personaje es de importancia fundamental para rastrear el mito original y sus distintas fases, por lo que el hecho de que se mencione a Fulano como un personaje diferente puede significar precisamente que Fulano no es un personaje diferente, sino un resto del antiguo mito. Los que estén familiarizados con la mitología entenderán perfectamente lo que digo.

Creo que el padre del cazador es un dios, tal vez la estatua de un dios a la que el cazador consulta. Esa es la razón por la que conoce lo que va a suceder y cuál es la solución al dilema. Y ese dios es muy probablemente un rey muerto, como fue el propio Dumuzi, o semimuerto, si fuese cierta la interesante teoría que proponía Jaynes al hablar de la mente bicameral en la mitología y la historia de la humanidad.

Quedá aquí, por el momento, la investigación, que sospecho avanzará por caminos fascinantes y que incluirá al menos un descenso a los infiernos  junto a Orfeo y otros dioses.

Imagen superior: «L’Épopée de Gilgamesh», de Alain Brion y Julien Blondel.

Copyright del artículo © Daniel Tubau. Reservados todos los derechos.

Daniel Tubau

Daniel Tubau inició su carrera como escritor con el cuento de terror «Los últimos de Yiddi». Le siguieron otros cuentos de terror y libro-juegos hipertextuales, como 'La espada mágica', antes de convertirse en guionista y director, trabajando en decenas de programas y series. Tras estudiar Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, regresó a la literatura y el ensayo con libros como 'Elogio de la infidelidad' o la antología imaginaria de ciencia ficción 'Recuerdos de la era analógica'. También es autor de 'La verdadera historia de las sociedades secretas', el ensayo acerca de la identidad 'Nada es lo que es', y 'No tan elemental: como ser Sherlock Holmes'.
Sus últimos libros son 'El arte del engaño', sobre la estrategia china; 'Maldita Helena', dedicado a la mujer que lanzo mil barcos contra Troya; 'Cómo triunfar en cualquier discusión', un diccionario para polemistas selectos. Además, ha publicado cuatro libros acerca de narrativa audiovisual y creatividad: 'Las paradojas del guionista', 'El guión del siglo 21', 'El espectador es el protagonista' y 'La musa en el laboratorio'.
Su último libro es 'Sabios ignorantes y felices, lo que los antiguos escépticos nos enseñan', dedicado a una de las tendencias filosóficas más influyentes a lo largo de la historia, pero casi siempre ignorada o silenciada. A este libro ha dedicado una página que se ha convertido en referencia indispensable acerca del escepticismo: 'Sabios ignorantes y felices'.
En la actualidad sigue escribiendo libros y guiones, además de dar cursos de guión, literatura y creatividad en España y América.