Rey de los héroes prehistóricos, con permiso de su antecesor Purk, el Hombre de Piedra, Piel de Lobo es hijo de San Manuel Gago y de la fértil y enloquecida imaginación de Juan Antonio Delaiglesia, un novelista, dramaturgo y escritor de cuyo magín salieron algunas de las más memorables páginas del tebeo hispánico de aventuras, esa inacabable fuente de emociones de a peseta que llevo media vida reivindicando frente a una crítica oficial casi siempre ceniza.
No es la Era Prehistórica de Piel de Lobo un mundo al uso: aquí se da cita cuanto pueda ser de interés para el lector, haciéndose alegre menosprecio de verosimilitud y documentación. Y es que una aventura troglodítica sin dinosaurios, mande lo que mande la historia, no es nada.
Imagen superior: nº 1 de ‘Piel de Lobo’ (Editorial Maga, 2-06-1959). Por muy fascinantes que sean, que lo son, los descubrimientos de la fosa de Atapuerca o los de la cueva de Millares, no conseguirán apearme de mi prehistoria preferida: aquella donde lo corriente es que los trogloditas surquen los océanos en galeras, existan rayos de la muerte, y las criaturas hoy llamadas mitológicas resulten ser asunto de todos los días. Vivir instalado en la realidad es mucho más aburrido.
Mitos prehistóricos y aventuras sin fin
No sólo los Lagartos Terribles habitan el frenético mundo de Piel de Lobo, según cuentan las crónicas editadas en noventa entregas por Maga en 1959: toda mitología, toda criatura extraordinaria, todo cuanto escape a la lógica tiene aquí cabida.
Vean si no cómo en sus páginas se encuentran cíclopes homéricos de tranca colosal, hordas de faunos hostiles como los de Arturo Machen, brujas de cuento dispuestas a celebrar caníbales festines, centauros, hombres pétreos, el can Cerbero custodio de los avernos, sapos humanos, sirenas de cola de pez, minotauros, el mismísimo demonio de cuernos y rabo y hasta una dimensión paralela habitada por esfinges y faraones.
Un asombroso desfile de prodigios sin parangón en tebeo alguno: nunca una peseta y cincuenta céntimos dieron tanto de sí.
Imagen superior: cruce de fauno y centauro, lúbrico como el primero y veloz como el segundo, la presencia de tal criatura en la prehistoria inventada de Piel de Lobo no hace sino certificar la supremacía de lo inexistente, el triunfo de lo imaginario, la celebración semanal de la vida a cambio de una peseta y media. Tan expresiva ilustración refleja perfectamente la gozosa naturaleza de la que fuese una de las colecciones más libres e imaginativas del tebeo de aventuras.
Es Piel de Lobo una de las cumbres de la historieta fantástica española; nadie ha de dejarse engañar por una realización aparentemente apresurada que, sin embargo, es capaz de trasmitir casi hasta la vena misma del lector su sentido único del ritmo y la maravilla.
Páginas libres, ajenas al prejuicio, frescas como una lechuga después de sus más de cincuenta años: esta es una pequeña muestra, gocen de ella y sueñen, que el onirismo es raíz y razón de ser de este héroe no por olvidado menos inmortal…
Copyright del artículo © Pedro Porcel. Tras publicarlo previamente en El Desván del Abuelito, lo edito ahora en este nuevo desván de la revista Cualia. Reservados todos los derechos.