Madrid, 5 de enero de 2011.- El director Peter Weir, acompañado por los protagonistas de su película Camino a la libertad –Ed Harris, Colin Farrell, Jim Sturgess y Saoirse Ronan– nos recibe para comentar los pormenores de esta conmovedora y fascinante producción.
El desenvuelto, elegante y siempre fino observador que es Peter Weir consigue que este encuentro con la prensa parezca rebosante de inteligencia. Aunque todos los matices de su obra no pueden condensarse en una reunión como ésta, lo cierto es que le preceden un aire de intelectual cosmopolita y un tono emocional intenso.
En principio, el guión de Camino a la libertad parte de una novela que entusiasmó a Weir: La increíble caminata (The Long Walk: The True Story of a Trek to Freedom), de Slavomir Rawicz. Pregunto al director si le apasionó más su vertiente histórica, en la que se reflejan los auténticos horrores del gulag soviético, o el hecho de que se trata de una aventura de supervivencia, en la línea de los libros de Jack London o de expediciones de alto riesgo que también le apasionaron en la infancia, como el viaje a la Antártida de Sir Ernest Shackleton en agosto de 1914.
«Desde niño –responde–, me ha atraído la aventura al estilo de los libros de Jack London, o reflejada en historias reales, como esa expedición de Shackleton. Cuando uno llega a la edad adulta, el interés se centra en el espíritu humano, y en las circunstancias que lo rodean. En cuanto al gulag… Bien, creo que sabemos muy poco de su historia. Hemos crecido rodeados de libros y películas en torno a las atrocidades nazis. Fue todo un descubrimiento leer sobre este tema y conocer a supervivientes, y tomar conciencia de esta otra experiencia atroz del siglo XX».
Aunque el relato de Rawicz es ficticio, se inspira en la historia real de varios polacos que lograron huir de un campo de concentración siberiano y llegar hasta el Himalaya. No están tan lejos el cine y la investigación histórica, sobre todo cuando hablamos de un realizador como Weir, empeñado en documentar extensivamente cada uno de sus largometrajes.
Al margen de esa pesquisa en archivos y bibliotecas, uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado el realizador australiano en este proyecto es el ritmo de la narración. Dicho en pocas palabras: tenía que transmitir el sufrimiento de los personajes sin agotar al espectador.
Durante los encuentros periodísticos que mantuvo a raíz del estreno de Appaloosa, Ed Harris repitió en más de una ocasión su deseo de colaborar nuevamente con Peter Weir, junto a quien había rodado esa excelente película que es El Show de Truman (1998). Camino a la libertad ha permitido ese reencuentro.
El personaje a quien da vida Harris, Mr. Smith, es un estadounidense que, durante la Gran Depresión, acepta emigrar a la Rusia de Stalin. Como muchos otros norteamericanos, acaba dando con sus huesos en un gulag siberiano. Para dar vida a Mr. Smith, el actor investigó ampliamente sobre la tragedia de esos compatriotas suyos que perecieron o fueron torturados en los campos de exterminio soviéticos. Para ello, le fue de gran ayuda un libro de Tim Tzouliadis, Los olvidados (The Forsaken, 2008).
Cuando le pregunto sobre todo ello, Harris destaca lo que más le conmueve de esos compatriotas atrapados bajo el yugo estalinista.
«Es un aspecto de la historia –dice– que me resultaba desconocido. Eran estadounidenses, que durante la Gran Depresión fueron a Rusia, en busca de trabajo. Algunos trabajaban en el Partido Comunista en América. Algunos eran socialistas. Otros, simplemente, buscaban una oportunidad laboral. Leí ese libro que mencionas, Los olvidados, que trata sobre ellos. A mi modo de ver, el aspecto más conmovedor de su drama es que iban a conseguir empleo y a buscar sustento para sus familias. Pero les obligaron a entregar sus pasaportes al llegar. Cuando empezaron las purgas, y Stalin comenzó a encarcelar a millones de personas, muchos de ellos trataron de regresar a los Estados Unidos».
«Por desgracia –continúa–, ya habían perdido la ciudadanía y les resultó imposible huir. Quedaron atrapados en Rusia y sufrieron el mismo destino que los propios rusos. La sensación de estar perdido, sin tener dónde ir, atrapado… Te diría que eso es lo que más me conmueve».
El trabajo del reparto, muy exigente en el plano físico, tuvo otra peculiaridad, y es que se desarrolló en Bulgaria y Marruecos. En concreto, la etapa búlgara del rodaje les permitió a Harris y a Colin Farrell descubrir los problemas que afectan a ese país: la pobreza, las mafias, el deterioro generalizado…
Pregunto a Colin Farrell cuándo sintió que dominaba a su personaje: ¿fue tras el periodo de estudio y documentación previo o cuando sintió el rigor de la naturaleza búlgara?
«Creo que lo sentí –me dice– cuando hicimos las primeras pruebas de cámara. Para fijar el acento, conté la ayuda de Judy Dickerson, una maravillosa dama de Los Ángeles. Leímos el guión, aprendí algo de ruso, y también leí obras de Pushkin. También escuché lecturas de poesía en ruso. Fue una experiencia maravillosa… Además, el hecho de adquirir ese acento tuvo consecuencias inesperadas. Lo sentía en mi boca, pero también cambió mi expresión física y mi gestualidad. El acento –y esto es algo que no me había sucedido antes– me sirvió para definir al personaje. Luego viajamos a Sofía, en Bulgaria, y durante un par de semanas continuamos la preparación, leyendo libros y documentos, revisando fotografías y preguntando a testigos y expertos».
«Uno de ellos –continúa Farrell–, el instructor Cyril Delafosse-Guiramand, que posee mucha experiencia en el tema, nos enseñó técnicas de supervivencia. Además, el propio Cyril ha recorrido la ruta que siguen nuestros personajes… En fin, todo aquello fue increíble, pero como te decía, yo creo que el momento decisivo fue la prueba de cámara, cuando ya estaba caracterizado como el personaje, con el maquillaje y el vestuario. Ahí ya me sentí dentro del papel. Pero en realidad, cuando te marchas del rodaje, nunca estás seguro de haber logrado lo que pretendías».
Jim Sturgess da vida al protagonista, un oficial polaco que guía a otros compañeros del gulag en una huida que parece condenada de antemano. En el terreno personal, fue toda una experiencia para él rodar en Marruecos o la India, lejos del frenesí urbano. Tanto es así, que el retorno le causó una extraña sensación, luego de haber estado inmerso en la naturaleza más inhóspita.
Uno de los principales logros de Sturgess puede pasar desapercibido, y es que consigue un acento polaco extraordinariamente natural. Cuando le felicito por ello, explica cómo logró adquirirlo.
«Te lo agradezco –me dice–. Es cierto, he visto a otros actores, cuyos nombres no diré… actores a quienes admiro, y a quienes les sucede precisamente eso: es muy fácil que la intensidad del acento impida apreciar su interpretación. Yo era muy consciente de eso, y trabajé con Peter para evitarlo. Por medio de mucha práctica con el profesor de dialecto, leyendo libros que Peter me enviaba con títulos impronunciables de la Europa del Este, conseguí equilibrar esa entonación…. Y me reconforta saber que lo conseguí»
«Creo que Saoirse –interviene Ed Harris– también puede responder a esta pregunta, porque también trabajó muy bien el acento».
«Mi aproximación –dice la joven actriz– fue similar a la de Jim. Trabajamos con un espléndido profesor de dialecto durante varias semanas antes de comenzar el rodaje. Teníamos los diálogos grabados, y los escuchaba durante las sesiones de maquillaje… El acento polaco es una de las cosas más complicadas que he hecho. No tenemos puntos de referencia, porque no es algo que escuchemos todos los días. Fue divertido. Es un acento musical».
Sturgess y Harris destacan una cualidad en Peter Weir: su entusiasmo. De hecho, el realizador sufrió una caída en una gruta donde filmaban, y hubiera sido recomendable que hubiese permanecido durante buena parte del rodaje en silla de ruedas, o al menos manejándose con una muleta. Irritando a los médicos del equipo, Weir se empeñó en moverse por los lugares más escarpados como si nada hubiera sucedido.
«Desde la infancia –comenta Colin Farrell–, los seres humanos aprendemos a través del ejemplo, y Peter es la demostración de eso. A la hora de interpretar mi papel, fue tremendamente específico al indicarme cada matiz, cada detalle… Pone el nivel tan alto y se apasiona de tal modo con el trabajo que es imposible no seguirle. Se esfuerza de una forma extraordinaria a la hora de preparar el proyecto, y ama profundamente la historia que cuenta. Es alguien que te inspira, y como actor, siempre me sentí en buenas manos».
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