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Otelo no era negro

Bright Sheng es un músico y profesor de música chino que vive en Estados Unidos enseñando su materia en la Universidad de Michigan. De chico presenció la represión maoísta contra la música cuando fue destrozado a hachazos y quemado el piano de su madre. Ahora vuelve a padecer la violencia ideológica pues sus alumnos han pedido su expulsión aduciendo racismo (*). No se trata del racismo contra su cualidad de asiático, sino porque les ha hecho ver un filme sobre Otelo de Shakespeare protagonizado por Laurence Olivier, que aparece con el rostro maquillado y oscurecido. Los vindicantes argumentan que tanto Shakespeare como Sir Laurence ofenden a los afroamericanos.

Me permito recordar la tragedia del caso como el delirio celotípico de Otelo, un oficial al servicio de Venecia, casado con Desdémona a la cual sospecha de infidelidad. Todo es una venganza tramada por Yago, otro oficial que ha sido desplazado en el favor de Otelo por Casio. Es cierto que el actor se embadurnó la cara, pero es falso que el personaje fuera negro, de modo que mal podría aducirse racismo. En todo caso, el malvado de turno sería Yago, que es un blanco.

En efecto, la obra se subtitula El moro de Venecia y si algo muestra sobre el tema racial es que el moro, moruno, morucho o morocho, resulta víctima del odio racial de un blanco, que siempre alude a él como “el moro de los labios gruesos, presa de una furia turquesca”. Ciertamente, Otelo se siente acuciado ante su mujer por ser de piel atezada, haber sido esclavo y estar casado en su avanzada madurez con una jovencita mona y carapálida. Quizá sea este extremo el lejano origen de su delirante celosía. La historia es trágica porque, tras matar a su cónyuge y haberse herido de muerte a sí mismo, desea un cadáver. Desdémona muerta, fría, blancuzca, muda y hermosa, es finalmente suya para siempre. Por explicar todo esto a la luz del poeta inglés y del compositor italiano Verdi, a Sheng le está costando posiblemente su empleo.

Es obvio que nos parece estar ante un arrebato de cierta corrección política de pésima calidad. No sólo porque Otelo no era negro –es decir: corracial de los afroamericanos– sino porque censurar a Shakespeare, a Verdi y a Sheng por semejante error cromático es en sí mismo un atentado a la tolerancia intelectual y al conocimiento de las tradiciones literarias. Ahora bien: ¿desde qué poder o autoridad se pretende castigar a un trabajador privándolo de su empleo? No se invoca ninguna ley ante un juez, sino que se declara culpable a alguien desde la mera presión de una mínima multitud. Se esgrime una suerte de legalidad paralela sin código expreso y basada únicamente en un sentimiento –no en un razonamiento– de simpatía hacia los afroamericanos. Está en juego una especie de justicia popular sin ley expresa que no sólo juega con la ignorancia y la desinformación, sino que pone en juego la Fuerza de la fuerza. Llevamos siglos tratando de que nada ocurra por el mero juego del empujón, que todo suceda conforme a una ley escrita que hemos decidido acatar como norma común de convivencia. En fin: ¿debió el rubio Laurence Olivier lavarse la cara para encarnar a un moro celoso? ¿No se habría venido abajo la potente tragedia shakespeariana y habríamos perdido la oportunidad de verla recitada por uno de sus máximos intérpretes?

(*) Septiembre de 2021.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")

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