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Octavio Paz revisitado

A casi un cuarto de siglo de su muerte, Octavio Paz exige una lectura a la vez global y temática de su obra. Si bien gozó en vida de notoriedad institucional, lo que en ella más vale escapa felizmente a cualquier caracterización escolástica. Es compleja y laboriosa, de modo que demanda lectores igualmente afectos a la complejidad y que conciban la lectura como una labor. El libro de Juan Malpartida (Un camino de convergencias, Fórcola, Madrid, 2020, 262 páginas) abre un espacio que permite a la vez que pide una revisita. Aunque no sea la primera, sí será la inicial.

Los vectores que describe y ordena Malpartida nos habilitan a perfilar una suerte de lógica octaviana, una lógica triádica que apela al pensamiento como más dinámico que eidético, para mostrar cómo actúan las cosas más que para fijar qué son. Es una lógica en movimiento o, cual lo dice a menudo Paz, en rotación.

Quizás sea un elemento gramatical, el entre, lo que Malpartida maneja más asiduamente en aquel espacio. Entre los opuestos que se contradicen hay conciliación. Entre los distintos que se diferencia, hay convergencia. Entre el sentido previsto y la falta de sentido, el camino que produce sentido. Entre el silencio y la significación, el símbolo poético (más o menos, la dualidad valeryana entre sonido y sentido). Entre el cuerpo y el no cuerpo, la imaginación.

Es posible que así examinada por Malpartida, la obra paciana sea una antropología. No fijada por el ser del hombre sino dinamizada por la existencia humana en el tiempo. Lo temporal es efímero, aparece para desaparecer, esquiva cualquier fundamente justamente por falta de tiempo, es vida vocada por la muerte y que no admite detención alguna. Las religiones dieron cuenta de esta ansiedad humana por medio de las seguridades eternas y ultramundanas. La secularización moderna del mundo nos ha privado de tal  recurso y así nuestro mundo se ha vuelto más libre y liviano pero, a la vez, infundado e intrascendente.

Esta crisis del vínculo entre el hombre y lo sagrado es otra de las constancias pacianas que examina Malpartida porque el dinamismo de lo humano exige la otredad, la concreta presencia de lo Otro y el Otro. Si ni la ciencia, ni la política, ni la filosofía nos pueden ya aportar remedio a esa falencia, para eso está la poesía, la exploración de la palabra humana en tanto es lo uno y lo otro de nuestra condición. No nos salva ni nos redime, no nos promete celestiales moradas ni mundos utópicos pero nos deja en libertad para interrogar a la palabra por la palabra, en una rotación incesante de vocablos en libertad, capaces de ir, venir, volver y llegar en el tiempo, evitando la usura de las horas y los años que vuelve inerte resto mortal cualquier momento que fuera fugitivo presente.

Por todo lo anterior, Malpartida indica qué importancia cabal tiene lo histórico en la obra octaviana. El escritor exploró distintos inventos propuestos por las filosofías de la historia que planteaban darle una armazón precavida y las visiones irracionalistas o místicas que la negaban, considerándola una mera dispersión de eventos sin razón alguna que permitiera ligarlos entre sí. Hay sentido en la historia pero es imprevisible y lo ha de construir el hombre encaminando el tiempo, es decir: trazando un camino. Así le será posible entender a sujetos de tiempos y lugares mutuamente lejanos lo que todos hayan hecho al encaminarse temporalmente. Su instrumento privilegiado será poético, una especie de razón analógica que hace del mundo un entretejido de similitudes. Quién sea el tejedor o la tejedora importa menos que la textura misma.

Otros lugares puntuales de la obra paciana examina Malpartida como Méjico y el amor, tanto en su realidad filosófica, erótica y psicológica como en su plasmación literaria. En todos los casos, lo hace con la soltura del buen conocedor, eludiendo estrecheces retóricas y jergas cancillerescas. Un valor añadido es que Malpartida haya sido amigo de Paz y alternado con él de modo constante y frecuente. Un hombre como Octavio, para quien el diálogo es consustancial a lo humano, hubo de conceder a lo verbal hablado la correspondiente importancia y Malpartida lo documenta con anécdotas y conversaciones personales que el libro convierte en universales.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")