Entre tantas tareas que llenaron su corta vida, Mendelssohn emprendió la recuperación de algunas grandes obras religiosas del barroco: un oratorio de Haendel, una Pasión de Bach.
En ellas aprendió las infalibles y ambiciosas fórmulas del contrapunto y la fuga. Por otra parte, su ancha cultura musical incluía un minucioso recorrido por el coral luterano. Sabido es que Mendelssohn tenía ancestros judíos pero que su padre era converso y educó a sus hijos en el protestantismo.
Resultado de estas vertientes es la obra oratorial del compositor, repartida entre el viejo y el nuevo Testamento: Elías y Paulus. A lo largo del tiempo, además fue componiendo diversas piezas en torno a la figura de Cristo: un Kyrie que vale de apertura a la misa cotidiana, pasajes evangélicos sobre el nacimiento y el martirio de Jesús, un par de salmos y unos cuantos corales.
Estaba reuniendo estas páginas con destino a un oratorio en dos partes llamado Christus cuando le llegó la muerte. Poco y nada sabemos del plan de la obra. Puestos en cierto orden, constituyen esta partitura incompleta y póstuma.
Nunca será bien ponderada la ciencia musical de Mendelssohn, su capacidad para construir contrapuntos, dobles coros, su sensatez orquestal, sus buenas maneras en el órgano. El melodismo es cauto y elegante, la religiosidad es ecléctica y vale para distintas creencias, la construcción es clásica y la sensibilidad, moderna. En fin: estamos ante un europeo que, si todos hubiésemos sido como él, habríamos sustituido catástrofes por festivales.
Disco recomendado: Felix Mendelssohn: Christus (Oratorio) / Kammerchor Stuttgart. Bamberger Symphoniker. Dir.: Frieder Bernius / Carus / Ref.: Carus 83.105 (1 CD)
Imagen superior: Mendelssohn y Goethe, retratados en 1864 por Moritz Oppenheim.
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