Josep Maria Beà y Sergi Puertas (integrantes del dúo electrónico Beà & Puertas), Javier Rodríguez (integrante del cuarteto Laherzio) y Joan Navarro (teclista del grupo pop Melodrama), juntos bajo un mismo techo. Aprovechando el concierto gratuito de Melodrama y Laherzio en la Sala Razzmatazz de Barcelona, el viernes 13 de junio de 2008, cinco personalidades fueron convocadas a una reunión informal para hablar de música y cómic.
Éste es el resultado, una transcripción casi íntegra de unos curtidos profesionales de la historieta con muchas cosas que decir y tocar.
Una declaración de principios y varios parecidos
JOSEP MARIA BEÀ: Aprovecho para hacer una declaración de principios. Jamás dibujaré en mi vida. Pero no cómic: nada, nada, nada, nada. No cogeré un lápiz ni algo que se le parezca: escribiré pero no dibujaré.
JOAN NAVARRO: ¡Traedme los mejores pinceles de Barcelona de la casa Pieras!
HERNÁN MIGOYA: Pido vuestra colaboración, porque yo soy…
JN: Tengo agua y pisco sour.
JMB: Supongo que alcohol solamente tienes esto, ¿no?
JN: Pero cervezas, coca colas y lo que queráis lo traemos de abajo del bar.
JMB: Yo soy bastante alcohólico, está claro. Pero bueno.
HM: El dibujo lo dejas, pero el alcohol no. Hacía un montón que no nos veíamos, Josep Maria. Me recuerdas hoy un montón al actor aquel que hacía de gángster en Casada con todos .
JAVIER RODRÍGUEZ: Joder…
HM: ¡John Stockwell!
JMB: ¿Dean Stockwell o…?
HM: ¡Dean Stockwell! Tienes un aire…
JMB: Yo de jovencito me parecía a Russ Tamblyn. Tanto, que cuando estrenaron West Side Story me puse a la salida del cine Aribau vestido como Russ Tamblyn. No conseguía nada, solamente que me miraran. (Risas) Me ponía allí con una chaqueta roja. Y veía que me miraban. Veían que era un gilipollas que se parecía un poco.
HM: Pues ahora tienes un aire a Dean Stockwell.
JMB: Me alegra, me alegra.
HM: Como un Don neoyorquino. Así, en fino.
JMB: ¿Cuántos grados tiene el pisco sour?
JR: Unos veinte grados.
JMB: Un poco más que el martini. Y yo cuando me parecía a Tamblyn, hice barbaridades. Te voy a enviar una fotografía mía.
HM: Pero era pequeñito, ¿no? Era un actor parecido a aquel que era amigo de James Dean.
JMB: Al icono gay.
HM: Sí. Eran un estilo, ¿no? Más rocker…
JMB: Más rocker. Pelo rizado. Sal Mineo…
HM: Eso, Sal Mineo.
JMB: Sal Mineo era un poco más hispano, ¿eh?
HM: Pero de complexión era ese rollo, ¿no?
JMB: Yo tuve una curiosa amistad con Terenci Moix porque le gusté como Russ Tamblyn. Es un desastre parecerse a un artista y no ser ese artista.
HM: Pero, ¿quién se acuerda hoy de Russ Tamblyn?
JMB: Nadie.
HM: Bueno, pues empecemos.
JMB: Por mí, lo que queráis.
HM: Yo tengo muy poco repertorio al respecto. El tema es bien raro: gente del cómic que también se dedica a la música.
JMB: Nos conocemos lo suficiente como para entrar en una conversación íntima. Dispuestos.
HM: Empecemos. Todos los presentes coincidís en una dedicación paralela en vuestras carreras historietísticas, literarias o editoriales, a la música. ¿Para vosotros supone una segunda línea creativa tan importante como vuestra profesión primera, una pulsión que hubiera podido tener tanta o mayor significación como esa profesión, o se ha mantenido siempre como un hobby secundario?
JMB: Hombre, a mí lo de la pulsión me ha parecido un término importante. Yo creo que hemos cruzado ya el umbral de la coexistencia entre el álbum de cómic y el soporte musical. O dile otra forma de soporte más leve. Pero que posiblemente ambos soportes lleguen a coincidir: el álbum junto a la música u otra cosa. El que no crea en esto, industrialmente lo tiene mal. Estoy seguro. Es cosa de tiempo.
JN: ¿Hablas de música o de banda sonora?
JMB: En este caso, de un soporte musical del cómic. Pero no solamente, el cómic puede ir acompañado de un DVD de imagen.
HM: Pero hablas de interrelación de medios.
JMB: Interrelación. Posiblemente todos los libros irán acompañados por un CD. La forma peyorativa sería decir como ocurre con las revistas: el Metropolitan…
JN: …el National Geographic.
HM: Recuerdo que la autora de Como agua para chocolate hizo eso: publicó una novela acompañada de un CD como banda sonora, por así decirlo.
JN: Si piensas en un tebeo digital, un tebeo que te descargas de Internet, sí que veo lo que Josep Maria dice. Imagínate que se programa de una manera que a la velocidad que se descarga, vas oyendo música. Pero lo de que un tebeo lleve un cd: pues sí o no. No veo yo por qué tiene que estar relacionado.
JMB: Yo creo que sí. Creo que se da un incentivo comercial, una forma de promocionar un objeto de venta. Un cd en este caso puede llevar música, una especie de making of del cómic… Es posible que este cd sea muy habitual en el cómic.
HM: Pero estás hablando de cómo fusionar o marquetear medios. Yo hablaba más de vuestra pulsión artística personal, independientemente de que mezcléis cómic con música: lo interesante de vuestro caso es que la música también la habéis realizado vosotros. O sea, lo que me interesa es vuestra pulsión como autores de cómic y como músicos a un tiempo.
JMB: Ahora no quiero monopolizar más y paso la palabra. (Risas) Para mí la música era una asignatura pendiente. Yo siempre que he dibujado, he necesitado, he convivido con la música. Y me faltaba la música. De alguna manera, cuando dibujaba pensaba lo bien que iría una composición como complemento. No digo que tenga que ser consumido simultáneamente, una viñeta coincidiendo con un fragmento musical determinado. Sino que es la música que yo hubiera hecho para mi cómic: y al que le guste, bien, y al que no…
JN: Pero eso es una situación excepcional: tú dibujas y además puedes componer música. Normalmente, si me apuras, podríamos llegar al dibujante que también escribe guiones. En tu caso, te acercas más a Leonardo Da Vinci (risas). El guión es tuyo, el dibujo es tuyo, y además le imaginas una banda sonora. Para mí, eso es un caso excepcional. No es una cosa normal.
HM: No se suele dar. De ahí nacía mi primera pregunta: para vosotros, ¿es la música un área creativa complementaria o en un momento dado hubiera podido ser vuestra carrera principal?
(Silencio sepulcral)
JN: Este álbum que hemos publicado y que tú, Migoya, desprecias con total falta de criterio, el Lovesongs de Christopher, cada capítulo tiene el título de una canción de los Beatles…
HM: Qué guay eso, ¿eh?
JN: …con lo que más o menos puedes intentar imaginar que el título de la canción hacer referencia a lo que pasa en el episodio. Es verdad que yo, cuando lo leí, lo que me apetecía era ponerme la canción de cada historieta, a ver si oyendo la canción, aparte de la broma del título, que eso lo hacía ya (la colección) Claro de Luna hacía años con José Guardiola y el Dúo Dinámico ‒luego la historieta no tenia nada que ver con las canciones, ¿eh?‒… si aquí realmente la música también estaba pensada. Porque el autor de Lovesongs parece muy fan, igual ha escogido los títulos pensando que sintoniza como una banda.
JR: ¿Tú te acuerdas de La invasión de los Elvis zombis de Gary Panter, en los 80? Venía con un vinilo que había compuesto él, que era como un rock‘n’roll ruidista.
HM: Ha habido más casos. El dibujante negro éste… el de Why I hate Saturn …
JR: Kyle Baker.
HM: Él publicó a principios de los 90 un comic-book que venía con una casete con música para escuchar mientras se leía.
JN: Y en Francia, Cleet Boris, que montó un grupo. De hecho, ahora es músico y no ha vuelto a dibujar nunca más. Escribió un álbum que era Cómo triunfar en el mundo del rock o algo así…
JR: Había uno de Chaland también…
JN: No, éste. Cleet Boris, que tenía un estilo parecido a Chaland. Su grupo se llama L’Affaire Trio o algo así. (L’Affaire Louis Trio, concretamente).
HM: Bueno, no me habéis contestado aún a lo otro, pero este desvío temático es interesante. ¿Creéis que tiene algo que ver con el cine esa necesidad de escuchar una atmósfera musical mientras se lee?
SERGI PUERTAS: En cine sí que hay más tipos que componen…
HM: No, me refiero al lenguaje del cine, que es un poco globalizador, en el sentido de que te sirve una historia envuelta en una atmósfera musical.
JN: Yo digo sí y no. Por ejemplo, las pocas cosas que he visto en las que se ha hecho el experimento de poner banda sonora a los cómics, en el sentido de oír a los personajes (se hizo con El Capitán Trueno , con El Mercenario , con no sé qué más, ¿no?…), me ha parecido siempre horrible: oír una voz mientras van filmando la página de tebeos. Cuando dices lo del cine: en audio de voz, no funciona; música, sí.
JR: La putada del cómic es que te marcan el ritmo de lectura. El ritmo de lectura lo tienes que marcar tú. La banda sonora tiene que ser suficientemente abierta para…
JN: …Y el ritmo de lectura no es el mismo entre tú y yo. Con lo cual es imposible pensar que el creador puede marcar.
SP: Para mí la gracia que tienen los textos es ésa: que el ritmo te lo marcas tú.
HM: ¡Pero a ti te encantan los libros dictados, por ejemplo! Recuerdo que los descubriste y te funcionaban.
SP: ¿Libros dictados?
JR: Los audio-books .
SP: Ah. No me encantan. Lo que pasa es que, bueno, entre la alternativa de estar mirando al infinito ahí de pie en el metro y estar escuchando un libro que igual me moriré sin leerlo, porque no tengo el momento, pues me parece una opción razonable: a medio camino entre leerte el libro de verdad, que es lo que mola, y no leértelo.
JN: Realmente los audio-books para lo que sirven es para los ciegos.
HM: Pero en el mundo anglosajón cuenta con un consumo masivo. Aquí no. No sé si es un equivalente de lo que hablábamos antes sobre el CD como complemento del cómic…
JR: En Estados Unidos tienen secciones enteras de audio-books . Pero también te marca el ritmo de lectura hasta cierto punto.
SP: Como sucedáneo no está mal, pero que no… no es deseable tampoco.
JN: La cosa es, ¿por qué mantenemos dos profesiones paralelas? La primera cuestión es: a lo mejor es casual. Si estuviéramos en una editorial de poesía, habría también seis poetas que hacen música. Por tanto, simplemente se trata de una estadística proporcional. Pero pienso en Beà, y me acuerdo de una de las historias que cuenta él, que nunca sabes si son verdad o mentira, pero son siempre muy divertidas: esa historia de tu juventud, cuando aseguraste en una actuación, sobre el escenario, que con tu solo de guitarra deslumbrarías al público. Y te pusiste cristalitos en la guitarra, hiciste que el foco te enfocara y deslumbraste al público.
JMB: Sí.
HM: ¿Eso ocurrió?
JMB: Sí, es cierto. Esto ocurrió en el Teatro Calderón, una mañana, hacia el 59, donde se hacía una especie de competición entre grupos de Barcelona y gente que venía de Madrid: los Sirex, los Mustang, Pekenikes y tal. Y yo puse todo de cristalistos… ¡No, espejitos! Lo había visto en una película o algo. Mi hermana me ayudó a pegarlos en la guitarra. Yo pensaba que aquello sería muy divertido, ¿no? Pero, joder, cuando el cañón de luz del anfiteatro me cayó encima, toda la gente… (Risas)
JR: ¡Era glam rock diez años antes!
JMB: Yo estaba en Selecciones Ilustradas, y mi grupo se llamaba Los Dálmatas, y el cantante era Pepe González.
HM: ¡Freddie Mercury veinte años antes!
JMB: Tocábamos en recorrido por la Costa Brava en verano.
HM: Volvemos a la primera cuestión: para vosotros la música, a vuestro nivel concreto, ¿fue una opción creativa más poderosa en algún momento que el cómic, o la literatura en el caso de Sergi?
SP: En mi caso, descarado. Yo empecé a tocar la guitarra con 18 años y tal, y todos los sueños estos ridículos adolescentes de grandeza que puedas tener, todos iban a la música. Y había una disciplina ahí. Empecé aparte con el heavy metal : Yngwie Malmsteen…
HM: ¿Cómo? ¿Quién?
SP: Un guitarra sueco, de estos que agarran unas tendonitis horrorosas…
JR: …que puso el mástil escalopado.
HM: Ya me lo deletrearás.
SP: …un nivel de virtuosismo y una disciplina que me marcaba. Con las escalas. Durante mogollón de años todo tiraba para allí, luego empecé a escribir. Acabé escribiendo porque a la larga hay que centrarse en algo: el diletantismo ése de que tienes muchas ideas y nunca acabas haciendo nada… Y ahora, directamente, seis novelas después estoy súper hasta los cojones de escribir, prácticamente. Y lo otro sigue siendo súper lúdico y súper guay. No sé si respondo a la pregunta, pero… Y con Beà nos lo hemos pasado cañón.
JMB: En mi caso, yo había tocado en un grupo desde los 17 hasta los 20, y con aquello no se podía ganar una peseta. Yo ya era dibujante profesional en Selecciones Ilustradas, y me ganaba muy bien la vida en aquel momento trabajando para Francia. Y siempre me quedó este gusanillo y esta asignatura pendiente de la música. Hasta ahora, que llega la posibilidad de hacer algo. Y pienso: ¿por qué esto va a quedar en un cajón, guardado, cuando puede difundirse a través de un álbum o por Internet?
HM: Hay algo interesante en la música que no posee el cómic y que tiene que ver con lo que hacía Beà de ponerse a la entrada de un cine a hacer de Russ Tamblyn. Ese aura de mitificación del artista que da la música y el cine: la fama. El autor de cómic, siempre detrás de la obra, nunca llega a tal exposición pública. ¿Crees que ese deseo de fama, de ser una estrella, también podría haber influido en vuestro deseo por ser músicos?
JMB: No lo sé, hasta ese punto de narcisismo…
SP: Yo creo que no.
HM: ¿Ni siquiera en la adolescencia?
SP: En la adolescencia seguramente sí. Pero yo ahora, realmente por ejemplo, todo eso de tocar en vivo tampoco es una cosa por la que te mueras de ganas, más bien todo lo contrario. El tipo de Coil, un grupo friqui experimental y tal, da muy pocos conciertos, y decía que él componía, pero no entendía que eso comportara una obligación de ponerse delante de la gente y todo eso. Y supongo que a un nivel adolescente, el rollito éste sí que funciona. Pero luego…
JMB: Hombre, indudablemente la respuesta del público es más inmediata si estás sobre un escenario que si estás en una mesa de dibujo, solo allí, quemándote las pestañas bajo un flexo y sin saber qué va a ocurrir con aquello que haces. A lo mejor al cabo del tiempo, de los años o las semanas, tienes una respuesta de alguien que te dice por la calle: “Oye, me gusta tu cómic”. Pero cuando estás en un escenario, el efecto es inmediato. Hay una onda que es maravillosa.
HM: En el caso de Joan y Javi, vosotros también tuvisteis grupos ya de jovencitos. Javi, tú prácticamente te dedicaste antes a la música que al cómic.
JR: Noooo… Ni de coña. Yo de hecho llegué a la música por los cómics, en parte. Bueno, yo empecé a dibujar en parte por el método de dibujo de Beà.
JMB: Hostia, con La técnica del cómic.
JR: Sí. Mi padre era muy fan de tus cómics y me compró La técnica del cómic fascículo a fascículo.
JMB: Muchas gracias, hombre.
JR: No, no, en serio te lo digo. Fue con lo que empecé a trabajar. Y precisamente hablando de los cómics del Métal Hurlant, yo no me considero músico, pero yo entré en la música por la fascinación del rock’n’roll. De repente ver aquellos cómics franceses con caricaturas de Los Ramones o de Blondie… Todo ese misticismo te venía por el papel impreso, no había Internet. Con 15 años vendí todos los cómics que tenía y compré una guitarra eléctrica, una imitación de una Flying V de éstas (risas). Yo de aquella tocaba rock’n’roll, no hacía heavy ni nada, y se metían conmigo todos los colegas por tocar con una guitarra de heavies. Y yo diciendo: “Pero si es una guitarra de los años 50”. Yo no me considero músico tampoco. Yo sé tocar rock’n’roll, rock. Y la sensación que me da de liberación… Toda mi vida hice historietas, es la profesión que me gustaría hacer hasta que a lo mejor me cambie el chip y diga: “A tomar por culo, a otra cosa”. Pero la sensación de liberación que me da cuando toco la guitarra eléctrica no la tengo nunca con los cómics, porque me exigen mucha más responsabilidad. En cambio, lo otro es una liberación: cojo un instrumento y no pienso absolutamente en ningún problema. Y no estoy pensando siquiera en el público. En cambio, con el cómic sí que tengo esa sensación de vacío y desierto: de estar en casa y decir: “Hostia puta…”. Necesitas el feed back constantemente, son muchas horas de preproducción… La música es algo mucho más inmediato.
HM: Pero en tu caso si llegaste a tener primero un nombre como músico que como historietista: Kactus Jack ya funcionaba muy bien antes de tu profesionalización como autor.
JR: Sí. Pero date cuenta de una cosa. Antes de empezar en El Víbora, que fue donde me hice profesional, la sensación de feed back era mucho mayor que después. Porque hacía un fanzine o me autopublicaba y era una relación mucho más directa con el público. Era mucho más cercana a la música esa sensación, que la posterior de ser pagado por mi trabajo. Estás más a pie de obra, porque tienes que vender tu trabajo y tiene una conexión mucho más cercana con el rock’n’roll. Yo iba a tocar y llevaba los fanzines y mis cómics autopublicados, llevaba el Love Gun, y los vendía con los discos del grupo.
HM: ¿Nunca hubo una supeditación de tu labor historietística respecto de tu música?
JR: No, no. Hubo una época que pude incluso pagar el alquiler tocando. Y ya me pareció la hostia aquello. También toda la vida malviví. Pero hubo una época así. Pero yo a nivel profesional, mi obsesión desde niño eran los cómics. La música para mí se mantiene en el ámbito liberador. En música, soy más chapado a la antigua que lo que hacen Beà & Puertas, que lo encuentro vanguardista. Yo todavía estoy en el punteo de Johnny Be Good, por decirlo de alguna manera. Más rock.
SP: Si de repente fueras un músico con una difusión a nivel internacional y todo el mundo estuviera esperando tu próximo disco con presión, y los tebeos los hicieras para echar el rato o porque te molan, igual sucedería al revés…
HM: Pero si alguna vez hubieras explotado como ídolo musical, ¿crees que hubiera prevalecido tu carrera musical?
JN: De todas maneras, tener la sensación que eres autor de tebeos en las precarias condiciones económicas de este país, es muy difícil. El Víbora no te pagaba suficiente para vivir bien. Ni vendías fuera. Otra cosa es que de repente ganes un pastón: entonces sí te sientes autor de tebeos. Como se sintieron Beà y los autores de Selecciones Ilustradas, que se ganaban la vida de puta madre. Hace veinte años que la mayoría de autores de vuestra generación no se pueden sentir profesionales para nada.
HM: ¿Y tu caso, Joan?
JN: Mi caso es muy raro. Primero, yo no dibujo. La diferencia en mi caso, por lo tanto, es mucho más extrema. Yo siento placer por los tebeos como coleccionista, como aficionado, como editor incluso. Pero es un tipo de placer desde el otro lado de la barrera. Por lo tanto, el placer que yo experimento tocando, en directo o con amigos, no es comparable. No tocando en estudio: en estudio me aburro como una ostra…
Luego, históricamente, es muy distinto todo: yo siempre había pensado que sería un músico cuyo hobby sería los cómics. Estudié la carrera de piano y pensé que entre Beethoven y los Beatles no había discusión: los Beatles. Quería ser un Beatle. Pasas de la música clásica y te dedicas a tocar pop. Luego, encima, yo tuve la suerte de que cuando me dediqué a la música, gané una pasta de cojones. Creo que en mi vida he vivido como el año y pico que estuve de profesional de la música. De hecho, tenía una novia en París y iba a verla cada dos por tres. Entre concierto y concierto me iba a París, volvía cargado de tebeos, lo pagaba todo… en Melodrama ganábamos una pasta acojonante. Con Sisa, sobre todo. En una campaña de verano teníamos 90 bolos por toda España. Y pagaban bien. Por un bolo cobraba 5.000 pelas, y en mi sueldo anterior, que trabajaba en una escuela, eran 8.000 al mes. Si tenías cinco bolos a la semana, imagínate. Te podías comprar de todo: la época en la que compré más colecciones de tebeos antiguos de mi vida.
Yo, cuando era profesional de la música, hacía fanzines. No es lo mismo hacer un fanzine de dibujantes que de teoría de cómics: te diviertes mucho, pero no son tus dibujos, yo me divertía recortando y pegando y descubriendo historietas antiguas. Pero sí comparto absolutamente lo que ha dicho Javier: la época de mi vida en la que yo he estado más cerca de mis lectores, digamos, es el fanzine. Claro que yo lo vendía personalmente en el Mercado de San Antonio, en las Ramblas, en las librerías, o donde fuera. Pero es que si tenías suscriptores, te escribías, los conocías a todos, hablabas con ellos, ¿no? Y había una relación que luego en la editorial no la tienes. Porque en la editorial más que nada te insultan: los lectores te dicen lo que has hecho mal. “¿Por qué has puesto esto amarillo si tenía que ser rojo? ¿Por qué tapa dura si tenía que ser blanda?”. Y ya no tienes eso.
De repente, no sabes cómo, cambian las tornas: se acaban los bolos, no puedes vivir de la música, y coincide por puta casualidad que empiezo a ganarme la vida con los cómics. O sea, yo no lo elegí: fue así. Y como no lo elegí, siempre conservé el grupo como segunda opción, que estaba allí, vinculado a mí. Sólo he tocado en un grupo y con las mismas personas: no puedo imaginarme tocando con otros… Hasta que un día, uno ya estaba de funcionario de Correos, otro de funcionario en el Valle Hebrón, el otro perdió los riñones por una enfermedad… La vida va pasando y de repente aquello desaparece. Porque lo que para mí ya hubiera estado bien tenerlo como hobby siempre, porque ya me iba bien la vida por otro lado, a los otros les hacía daño. Les hacía daño el fracaso, digamos, o no llegar a ningún sitio. Y entonces desaparece el grupo. Y en veinte años de no tener prácticamente relación con ellos, siempre ha estado en mi cabeza todo. Yo siempre he cantado en mi cabeza las canciones de Melodrama, solo en mi coche o en mi casa he puesto el casete o el CD… solo, porque las personas de mi entorno están hasta los huevos de oír Melodrama… Y de repente, se ha producido un milagro, que es que nos hemos vuelto a encontrar, todo el mundo está liberado de cualquier mierda cerebral, pero hay una coincidencia entre los cinco: nadie ha perdido nunca de vista esto. Todo el mundo se ha librado del ansia adolescente de triunfar, pero al final hemos confesado que en nuestras vidas siempre ha estado presente Melodrama. No ha sido una cosa que se ha roto. Y de hecho nos hemos vuelto a encontrar y ha vuelto a salir todo como si hubiésemos dejado de ensayar la semana pasada.
JR: Hay una cosa curiosa en eso. Hace dos años nos juntamos la banda con la que yo tocaba en los 90. Llevábamos diez años sin tocar juntos. Fue juntarse y de repente desempeñar los roles que cada uno tenía antes: el que mandaba sobre el otro, el que hacía chantaje emocional…
JN: El líder es el líder, el que se equivoca porque se pone nervioso con nosequé es el mismo, todo continúa exactamente igual. No cambia. Lo que pasa es que ahora para mí, si tuviera que compararlo con algo, es como jugar a fútbol. Sales de tu trabajo, llegas a un sitio con diez señores que cada uno es de su padre y de su madre, te desnudas, te pones un vestido… este ritual es importante: sentir la bota, el calcetín este ridículo hasta aquí, la camiseta que se te ve la barriga, todo el rollo… En el momento en que empiezas a jugar, el mundo desaparece. Y tú te liberas, incluso dándote una patada con otro o peleándote por una tontería… Yo creo que ahora la música para mí es un poco esto. Los cinco hemos confesado que somos inmensamente felices tocando. De hecho, tocamos los lunes, y yo, que soy un tarambana, no fallo un lunes ni que me maten. Y está bien tocar en directo, es la clave del asunto, como dice Beà: pero no es imprescindible. Sólo tocar aquí abajo, en el local que tenemos en el almacén de Glénat, ya está de puta madre.
JMB: La comunicación que se establece tocando con un compañero, hay momentos gloriosos. Donde todo encaja, qué bien, qué maravilla.
SP: Totalmente.
JN: Si cometes el error a veces de grabarlo, luego descubres que no era tan bueno (risas).
JMB: Yo me reuní en plan costillada, que es patético, con los compañeros de grupo. “Bueno, después de la costillada tocaremos, ¿no?”. Y nos ponemos a ensayar, vamos recordando cuatro acordes… Pero llegó un momento que era muy bonito, qué cosa. Guau. No me lo ha dado el dibujo aquello. La materialización de un cómic es muy lenta, estás solo. No hay un momento de éxtasis inmediato. En cambio, tocando, el resultado es muy rápido.
JR: El placer más cercano en cómic al hecho de tocar, no lo obtengo tanto en el dibujo como cuando veo el libro acabado. Cuando veo el objeto hecho me da mucho más subidón que el hecho de dibujar.
JN: Es un poco el discurso del original en el cómic. El original en el cómic es el libro impreso. Tú lo haces así porque está pensado para reducir, para colorear, para reproducir con los errores habituales de la industria.
JMB: De todas maneras, hay algo que no encaja. Yo por ejemplo, quizá, venga viciado de una época en la que era muy fácil aprender y profesionalizarse como dibujante de cómic. Porque Josep Toutain creó casi una factoría atunera, un chaval llegaba allí con un poco de mano y en cuatro días podía vivir dibujando. ¿Qué ocurría? Yo recuerdo que con 18 años, mi padre tuvo que llamar un día a Toutain y preguntarle si de verdad me había pagado quince mil pesetas ese mes.
JN: Yo soy un privilegiado generacionalmente. Yo creo que de todas las vinculaciones cómic-pop, en mi caso, mi generación tuvo la fortuna o la coincidencia de que fueron dos movimientos que formaron parte, finales de los 60 y principios de los 70, de las mismas ideas. La salida del nuevo cómic a finales de los 60, desde Eric Losfeld hasta la revolución de Pilote, el underground y, finalmente, Mètal Hurlant, todo este movimiento que cambió el mundo del cómic, es el mismo que el del pop británico de los Beatles en adelante. Para nosotros, estaba todo siempre muy relacionado. Los primeros tebeos underground , los de Mariscal y Nazario, se vendían en los conciertos de rock. En mi generación siempre ha habido una vinculación real entre cómics y música.
JMB: Es una generación más joven. En la mía, te estoy hablando de mí como aficionado a la música yendo a ver actuar a Bill Haley a Barcelona, ¿eh? Y en el Price a los Shadows. La música rock aquí no tenía sentido. Toutain traía discos de Inglaterra, porque trabajábamos para la IPC , Fleetwood y tal, conocíamos el ambiente inglés… pero cuando quisimos dedicarnos en serio, era imposible ganar una peseta como músicos. Estaba desfasadísimo. Lo que había en cabarets y clubs eran cuatro músicos viejos. Salíamos nosotros, pero no nos pagaban nada. Acabamos tocando en hospitales. Era patético, ¿no? En hospitales, en el frenopático, en aquella cosa de fenómenos…
HM: ¿Fenómenos?
JMB: Sí, fenómenos…
SP: El Cotolengo.
JMB: El Cotolengo.
HM: ¿Qué es eso?
SP: Es un sitio mítico donde hay seres con deformidades.
JMB: Sí, sí.
JR: ¿Pero eso existió de verdad?
SP: Yo también lo tenía como una leyenda urbana hasta que me lo explicó.
JMB: Como no había una estructura química importante para hacer analíticas prenatales, nacían fenómenos. Fenómenos. Y yo había visto fenómenos, sobre todo por la noche. Sacaban a pasear al fenómeno por la noche, que era un niño con capucha. Cosas muy raras. El fenómeno de Sants era un niño con una capucha en plan el Hombre Elefante, que tiraba sifones desde un balcón. Porque su padre fabricaba sifones. Este niño se escapaba y cogía unos cuantos sifones y los tiraba a la calle, hasta que salía una chacha y lo metía de nuevo, pero abajo se había congregado mucha gente. Había fenómenos. Ahora se detectan por la amniocentesis, se descubre que un niño puede estar malformado. Antes no: nacían fenómenos y los llevaban al Cotolengo, una institución de monjas que se ocupaban de cuidarlos. Nuestro agente musical nos llevaba a tocar al Cotolengo.
HM: ¿Pero os pagaban?
JMB: No, no nos pagaban nada. Y claro, yo, cuando tocábamos allí, yo que me ganaba tan bien la vida con el cómic, pensaba: “La música me está llevando a un precipicio terrible. Seguro que Elvis Presley no ha pasado por esto. Estamos equivocándonos. Vamos por muy mal camino”. Decía todo esto porque yo la música la relacionaba con algo con lo que no podía ganar un duro, mientras que con el cómic me ganaba la vida. Hay algo ahí que quizá se vició: todo aquello que no me da dinero, me cuesta hacerlo. Soy así de franco. Yo, ceder un cómic, guardarlo en un cajón o hacer un cómic que sé que no se va a publicar, o tal y cual… a mí ya no me sale muy bien. Siempre me han salido bien las cosas cuando hay alguien que me dice: “Oye, te pagaré muy bien por esto. Adelante, confío en ti”.
JR: Un incentivo, ¿no?
HM: ¿Cuándo se acabaron las vacas gordas del cómic?
JMB: En el 85. Hubo una crisis mundial, un poco parecida a ahora, el petróleo y tal. Yo había salido como editor de la revista Rambla, y constituí una empresa que se llamaba Intermagen, pero en aquel momento ya empezó a caer todo. Subió el precio del papel, los distribuidores no ganaban… cayeron todas las revistas. Fue una debacle. Iba un poco por lo de la música: toda mi vida he trabajado siempre pensando que aquello me va a generar beneficio. Es triste decir esto, ¿no? Me acostumbré a ello.
HM: En eso consiste la profesionalización.
JMB: Exactamente. Entonces, hostia, yo hacer música, decir que dejo el cómic porque a mí me gustaba más la música… pero con la música no ganaba un duro. No podía hacerlo.
HM: ¿Pero te gustaba más la música’
JMB: Sí, sí, es que yo me lo pasaba mejor con la música que dibujando cómic. Lo que pasa es que con el cómic cogí una buena época y gané bastante dinero. En cambio, con la música no hubo manera. Y ahora, hay la posibilidad de hacer un trabajo en un CD. Joan me propone ponerlo en un álbum. Llamo a Sergi, que me encanta lo que hace, y nos ponemos a componer. Pero ya sabiendo que aquello no sería una cosa que se perdería en el limbo. Sabíamos que aquello, aunque el tiraje no fuera elevado, saldrá al exterior, se puede consumir, llegará a alguien.
HM: Cerrando esa vertiente del tema, y aunque sea estúpido hacer cábalas… Si la música hubiera explotado como un triunfo personal, ¿igual no estaríais en el cómic ahora?
JMB: Perdona, eso es una ucronía. Yo qué sé, tú.
SP: Yo veo lo que decía antes del caso inverso en mí, clarísimo: estaría hasta los cojones de la música, y pensaría que lo que me gusta de verdad era escribir.
HM: La música se hubiera convertido en la obligación y el cómic en el hobby.
JMB: Con el cómic ya no había problemas, la cosa iba a más. Pero con la música no había futuro…
HM: Viviste el caso contrario al que han vivido todos de treinta años para acá.
JMB: Exacto.
SP: Bueno, según. Porque por ejemplo, Jaime Martín, que su hermano es músico, siempre dice que el tebeo es un infierno, pero que la música es mucho peor. Es el típico tío que lleva veinte años en diferentes grupos.
JR: Dentro de la música hay una historia interesante también. Yo soy muy músico de grupo, a mí me cuesta estar en casa haciendo escalas. A mí me gusta sonar con banda. Encajar la guitarra, disfrutar cómo entra la batería… Pero igual hay el músico que se prepara como músico, que mañana toca con su grupo de amigos del barrio o es bajista de Bebe o se va a tocar con Estopa. Yo eso no lo he vivido nunca, no soy músico: hago lo que sé hacer, con un solo grupo, ensayando para sacar canciones y tal, pero no tengo esa cultura de músico que hace lo que le pidan. Pero en cómic te puede pasar igual: hay cosas que hacen amigos míos ahora para Estados Unidos que yo no sé hacer. Yo no sabría ponerme a entintar a Fulano o a Mengano. Yo mismo hago trabajos de coloreado alimenticios, y puedo colorear a Marcos Martín o a amigos, pero las veces que tuve que colorear en plan industrial, me cuesta un cojón.
HM: Siempre habéis mantenido una cierta autoría sobre lo que hacéis creativamente, quieres decir. O sea, que aunque la difusión fuera mínima, preferís tener control sobre lo que queréis hacer, en cómic y música.
SP: Claro, claro. Ser músico de Estopa y tal, eso es un infierno. Nadie quiere acabar ahí. Es una cosa que tiene el rollo música, sobre todo en pop-rock, que es que el mejor músico no siempre triunfa. Triunfa el que no se sabe por qué muy bien tiene un algo inaprensible. Yo conocí un guitarrista increíble de estudio, que tocaba lo que sea, pero no era capaz de crear lo mismo que un chaval de Estados Unidos que rasca la guitarra, porque la toca técnicamente fatal, pero lo escuchas y se te caen los cojones al suelo… y el músico de estudio “toca bien”, pero eso no llega a nada.
JR: Como actividades creativas, en las dos el ego es muy importante. Pero tanto en cómic como en la música, encuentras aquel que lleva el ego por la obra, o el que lo lleva por la técnica: conseguir mayor pericia técnica. En cómic ocurre con el dominio de la anatomía o las perspectivas, cuando la verdadera pericia está en inventarse uno el Capitán América. Y yo me acerqué a la música y al cómic así: yo lo que quiero no es dibujar a Spiderman, a mí lo que me hubiera gustado es haber inventado a Spiderman. Con la música me pasa igual.
HM: Sergi, ¿por qué nunca te ha dado por guionizar cómics?
SP: Porque yo creo que se me da mal. La idea ya la tengo en abstracto. Escribiendo me apaño. Pero crear unas tramas cerradas donde todo funcione de puta madre… En un tebeo todo es absolutamente visual y hay que respetar el concepto de que cuanto menos texto, mejor. Y yo creo que mis cosas funcionan por verborrea. A mí hacer una historia con muy poco texto y que tenga una carga emotiva como se supone en toda obra, hostia, me cuesta mucho concebirla. Todo lo que me sale es verbal. Me cuesta mucho pensar en términos visuales. No creo que tenga, de momento, capacidad de síntesis. Pero a la larga algo se intentará.
JMB: A favor de Sergi, he de decir que es muy modesto al decir que escribe más o menos… Escribe MUY bien. Y en el sentido de nuestra colaboración, yo lo busqué porque necesitaba estar cerca de gente muy joven. Me daba miedo quedarme anclado, fosilizado. Oí su música experimental y me encantó. Lo busqué yo. Y ahora hacemos música juntos.
SP: Me contó la idea que tenía de hacer una banda sonora para La esfera cúbica. Fuimos hablando. Se había enterado de que con un ordenata podía uno hacer música solo. Y quería que yo le aconsejara. Pasó el tiempo y, ya con el ordenata, me envía el mp3 de una cosa que había grabado. Y yo pensaba: “A ver qué ha hecho este señor”. Porque claro, a mí con los años, así en frío, cada vez me cuesta más aprender cosas. Pues estaba de puta madre. ¡Qué fiera el tío! Hacía un mes que tiene el equipo, no controlaba nada de música electrónica, y le salió una pasada.
JMB: Hemos pasado un año fantástico.
SP: Pasábamos meses sin mandarnos nada, y entonces uno enviaba una base musical, estábamos una semana frenética sin parar, sin dormir, y luego otra vez a la inactividad…
JMB: Y hacíamos cosas como lo de Sergi de irse a Marruecos y grabar cánticos en la calle.
SP: Con la cámara digital de mi novia. Está toda la ciudad llena de torres y varias voces hacen los cánticos de llamadas a la mezquita. El efecto es Dolby 5.1, especialmente si vas fumado. Y claro, era el rollo “Tía, esto lo vamos a grabar y voy a hacer un tema para el disco de Beà”.
JMB: Me mandaba eso y yo pensaba: “Esto para un tema que se titula Himno nacionalista Crwot . Quedó de coña. Nos salieron cosas muy divertidas. Y lo he pasado tan bien. Hacía años que con el cómic ya no sentía esta ilusión, tan reiterativo todo. De repente, te encuentras con una persona con tus mismos gustos. ¡Parece que seamos almas gemelas!
SP: Nos llevamos bien.
JMB: Aparte, toca muy bien la guitarra. Fue muy generoso, porque me regaló su primera guitarra. Lo primero que hice fue levantarle la tapa de la Strato …
SP: Una Strato, pero como la Flying de Javier.
JMB: Es una Hondo…
JR: Pues una Hondo es una buena Strato, ¿eh? Era el rollo de los 80: era una guitarra barata, pero estaba muy bien construida.
JMB: Tiene un buen mástil. Saqué la placa con las pastillas y le pegué con celo un bigote de mi gata Sheena, que se me había muerto. Se llamaba Sheena por Sheena is a punk rocker de Los Ramones. Con Sergi ha surgido una amistad en la que hemos encontrado una sintonía maravillosa. A mí me encantaría seguir haciendo cosas con él.
SP: Haremos más cosas… más raras.
JMB: Eso también nos ha dado experiencia. Yo he aprendido a manejar secuenciadotes electrónicos y tenemos proyectos, no vamos a dejarlo ahora, sería una lástima.
SP: Para mí es un privilegio total. Ser fan toda la vida de Beà, toda la infancia y juventud flipando con sus tebeos. Conocerle ha sido una fantasía de película americana.
HM: Vas a acabar creyendo en la finalidad.
SP: No. En realidad, no. Pero como casualidad no está mal.
HM: Josep Maria, ¿qué va a encontrar la gente en vuestro CD, cuando compre La esfera cúbica?
JMB: Yo creo que lo que hemos hecho no es para disparar aplausos o para que la gente se rinda de emoción. Es algo que hemos hecho sin ninguna cortapisa, libremente.
JN: ¿El editor no os ha puesto condiciones? ¡Será pusilánime el editor!
JMB: Sí, es verdad. No esperamos…
JN: Yo sí sé lo que espero: ¡que no nos roben el disco, que no lo arranquen!
HM: ¿Hay que escuchar ese CD leyendo el cómic?
JMB: Yo creo que no.
SP: Se lo pueden robar, no hay problema (risas) .
HM: Ahora una pregunta absurda pero tentadora, como todos los espejismos: ¿veis algún paralelismo entre los estilos musicales que os gusta desarrollar y vuestros estilos historietísticos? ¿Alguna coherencia con vuestra personalidad en vuestra carrera artística principal?
SP: En mi caso, para nada, ¿no? Yo creo además que… Vonnegut decía que le llevó tiempo darse cuenta, pero que todos los sueños que tenía de aplicar en literatura lo que le gustaba de la pintura abstracta y de hacer algo genial y caótico y renovador y tal… como que no. Y eso que se trata de un tío que es muy autor, pero a su manera también muy tradicional. Las historias, no se sabe muy bien por qué, tienen una serie de estructuras que, si no se siguen, no funcionan. Qué le vamos a hacer. Lo asumió. Y yo también pienso así.
HM: Pero la música también está formada de estructuras.
SP: No. Yo creo que la música puede funcionar sin estructuras. De toda la vida ‒bueno, cuando me quité del heavy‒, me ha gustado la música súper rara, súper experimental y tal, y entras en un ámbito que no te puedes acabar como creador ni como fan. Crees que no se puede hacer más, y una vez cada año y medio descubres algo que se está haciendo: algo rarísimo y que funciona que lo flipas. Y en literatura creo que, obviamente, está la mano del autor, el estilo, etc., pero siguiendo unos patrones que no te los puedes saltar.
HM: Yo no estoy de acuerdo.
SP: Y creo que hay un ámbito de maniobra amplio a la hora de contar historias. Pero con música puedes jugar directamente con el caos. También ten en cuenta que la música que me gusta y de la que te hablo es para cuatro tarados.
HM: A lo mejor aplicas a la música, creativamente, un criterio diferente al que aplicas a la literatura.
SP: No sólo la mía. El panorama de la música que me gusta es minoritario.
HM: Pero seguro que en literatura también hay cosas rarísimas que a ti no te llaman.
JR: A mí sí me pilla el rollo de la proyección. Igual que en las relaciones personales. Te proyectas mucho en los demás, rellenas tú muchos huecos emocionales de aquello que consumes y que te pone. Con música y cómics me pasa igual. Es increíble lo que yo rellenaba de crío leyendo Historias de taberna galáctica, las cosas que no entendía de los adultos y que yo imaginaba a mi manera. Y con la música igual.
Ahora estilísticamente unifican como cómics clásicos títulos de los 60 que en la época jamás se les hubiera ocurrido emparejar, como juntar Sió con Giménez. ¿A quién se le ocurría en su día juntar a Cream con los Rolling Stones? Y hoy día ves un anuncio en la tele recopilando los dos en un CD. En la adolescencia, uno también unifica proyectándose, le encuentra nexos a cosas que no los tienen.
HM: ¿Encuentras correlación entre tu música y tus cómics?
JR: Puede ser. Pero es que incluso en la música que me gusta, a veces sólo quiero simpleza e inmediatez, y otras veces cosas más barrocas. Y en cómic me pasa igual. Ya sólo leo lo que me apetece. Y de repente leo cosas que hace dos años no me lo hubiera puesto delante. ¿Por qué no? Hay que dejar de negarse, dejarse llevar si te pone.
JMB: Estoy de acuerdo con él.
SP: Sí, totalmente. Además, cuando llevas tiempo escuchando música rara, igual te pones un disco con canciones punkies de tres minutos y eso, que lo tenías aborrecido, ahora te vuelve a molar y te parece fresquísimo. Y luego te da por otra cosa. Y eso es sano.
JMB: Nosotros hemos recuperado todo lo que era twang , que era la gente guitarrista que parte de Duane Eddy.
JR: Yo soy de Stratocaster con twang . Es lo que me gusta escuchar de guitarra.
JMB: Exactamente. Y de repente estuvimos un mes que Sergi me pasaba todo tipo de grabaciones de mp3 de esa época, gente a la que llamábamos los twangueros, que había la tira. Son compartimentos que tienen un valor muy determinante.
HM: ¿Y ves un hilo conductor entre tu carrera artística principal, entre tu enfoque de los cómics y tu enfoque de la música?
JMB: Yo, como he dicho al principio, siempre, cuando estaba leyendo un cómic, he tenido un disco cerca, o una música me recordaba algo de la obra. Pero claro, no es lo mismo sonorizar a Hal Foster que a Hugo Pratt o al tío que me pasó Sergi el otro día, que me encantó.
SP: Thomas Ott.
HM: ¿Y con respecto a tu obra?
JMB: Creo que hay una relación, un tipo de música específica.
SP: Una música demencial, ¿no? (Risas)
JMB: Claro, porque ya de por sí la obra, en concreto La esfera cúbica, es demencial.
SP: Maravillosa y con mil ideas por metro cuadrado.
HM: En cierto sentido, es muy Vonnegut también.
SP: Hay humor y hay mal rollo.
JR: Tiene aristas por todos lados.
JMB: Pasé una época muy jodida y en el cómic pude reflejar por un lado la ansiedad y por otro el sarcasmo. Aquello precisaba una música como la que hemos intentado hacer, sin patrones conservadores ni convencionales. Teníamos que transgredir un poco. ¿Qué álbum me queda? “Siete vidas”. Tiene un punto biográfico y es más romántico, un poco onírico… me recuerda más la música de Nino Rota. Más orquestal.
JR: Toque Novecento y tal.
JMB: Exactamente. Pero no le pondría la música de La esfera cúbica , no le pegaría para nada.
HM: ¿Pero veis una coherencia entre vuestra creatividad historietística y musical?
JR: Yo sí. Pero es proyección. Me da pudor concretarlo.
HM: Tú de hecho introduces la música en tus historietas como contenido.
JR: Tampoco en todas. Por hablar de lo que me afecta en ese momento también, claro.
JMB: A mí me hubiera encantado que a los 17 años me hubiera podido comprar un cómic y que llevara un CD de los Shadows. No es que se hubiera complementado, pero poder tener dos cosas a la vez, que yo deseaba… ¿Qué me gustaba de la música y del cómic en aquel momento? Los Shadows y Frank Robbins. Joder, un libro de Robbins con un CD de los Shadows, quedo más contento…
HM: ¿Y crees que combinarían juntos?
JMB: Haré un ejercicio de regresión al 59. ¿Qué suponían para mí ambos? Hombre, pues mira, se parecían mucho. Y me baso en que ambos me gustaban mucho. Y si me gustaban mucho, para qué establecer diferencias.
HM: Hablemos de vuestros proyectos concretos. Joan: con Melodrama dices que habéis retomado el grupo en el mismo punto donde lo habíais dejado.
JN: En concreto, hemos hecho canciones nuevas, que como ahora hay una relación más libre entre nosotros, sorprendentemente quedan mejor que antes, que entrenábamos más, cosa que no entiendo muy bien el porqué. La idea es grabarlas sin ningún objetivo, simplemente para tenerlas bien, para que yo pueda seguir escuchándolas en el coche otros veinte años. Esto es lo inmediato. Lo que más nos jode es el concierto del viernes en Razzmatazz. Porque en teoría nos habíamos reunificado para hacer el concierto. Pero no queremos hacerlo, porque una vez lo hayamos hecho, ¿qué? Teóricamente ya no tenemos que seguir ensayando. Casi mejor que no se hiciera el concierto hasta dentro de un año, para poder seguir ensayando. Ya lo hemos hablado: ¿qué pasará después del concierto? Pues seguiremos viéndonos los lunes para tocar y pasarlo bien. Yo tengo un gran plan: tal como está la Seguridad Social y el Estado, estamos abocados al Imserso y los viajes. Yo he pensado que si Melodrama, que tenemos la misma edad, viajamos con el Imserso a Benidorm, a Marbella, y a estos sitios maravillosos, pero nosotros somos los que tocamos en los hoteles… pocos grupos de pop se dirigen a la tercera edad y tenemos un público cautivo, porque los de nuestra generación y los mayores no saben bajarse cosas del e-mule, con lo cual son los únicos que seguirán comprando discos. Eso nos hace creer que en quince años podemos estar números uno de la lista de ventas de la FNAC. La juventud estará bajándose cosas por el ordenador, pero entre la tercera edad arrasaremos. Éste es nuestro plan.
HM: Javi, en tu caso, has sido muy minucioso a la hora de encontrar un nuevo grupo. ¿Qué significa para ti Laherzio?
JR: Es un poco lo mismo de siempre. Yo no disfruto tocando por tocar, no soy intérprete nada más. Me gusta el concepto grupo y que haya un sonido, una coherencia.
HM: ¿A qué suena Laherzio?
JR: Es muy curioso. Siempre fui muy fan del rock’n’roll, pero me costaba horrores, por un tema técnico, el meterme a hacer cosas. Vienes después de los grandes virtuosos del heavy , pero tocar como Scotty Moore o como Duane Eddy es muy difícil. Ese sonido le puede parecer a la gente arcaico, pero ponte tú a hacer los punteos ésos de Moore con Elvis Presley. Era una técnica muy complicada y un sonido muy difícil de conseguir hoy en día. Y de repente me encontré con la guitarra desnudo y me encantó. Estaba acostumbrado a la cejilla y a la distorsión, quinta p’arriba y quinta p’abajo, y de repente empezar a notar la cuerda, el punteo que no sea a velocidad, sino de ambiente. Y la relación de la guitarra con el amplificador, que me encanta ese sonido. En los 80 se decidió quitarles a las guitarras el ruido, y a mí en cambio me parece parte del instrumento.
Y encontré un batería que estaba en lo mismo en la batería: con ganas de volver a grabar con dos micros de ambiente, y no grabar cada timbal por separado. Esa relación más física con los instrumentos. Y ahí estamos. Ninguno de nosotros habíamos hecho antes el sonido que hacemos. Es como en los cómics: yo leo a Corben y me flipa, pero no tengo ganas de hacer cómics como Corben. No tengo el punto éste de ser el califa en lugar del califa. Y con la música igual: escucho mucha, pero me gusta hacer algo muy concreto. El batería y yo nos descubrimos haciendo ritmos de cumbia y de reggaeton. Y ni escuchábamos ni hacíamos nunca esa música, temas latinos en patrones rítmicos. O balcánicos. Y como no tenemos pericia para tocar esos ritmos, precisamente por eso salen cosas súper interesantes. Salgo del del 4 x 4, o del 3 x 4, y a ver qué pasa con un 5 x 6. Me cuesta, tengo que luchar por ello, y salen cosas interesantes.
JN: Hay una solución, que es ir hacia la ortopedia. A nosotros no nos sale para nada, tampoco, cualquier ritmo afrocubano, digamos. En cambio, si vas a aplicar cierta deconstrucción ortopédica, consigues una cosa a veces medio interesante. Pero que no te lleva a ninguna parte. Porque no hay como un cubano tocando.
JR: Ahí no hay cojones.
JMB: El instrumento es el cubano.
HM: ¿Laherzio es también un desahogo creativo?
JR: El tema es el siguiente: yo estoy diez horas dibujando al día. Digo: hostia, piro a ensayar y no pienso en dibujar ni en entregar. Ahora ensayo dos, tres días a la semana. Estamos a muerte. Grabamos un disco ahora este verano. La idea nuestra es quemarlo. En vez de moho, gastar. ¿Que dura un año? Pues un año.
JN: Grabar es un coñazo, pero es una disciplina. Te tienes que enfrentar a ti mismo y a tus carencias. Ahora grabar es una mariconada, llevas a tocar a uno que toque mal y hacen que toque bien, tiran para atrás y lo arreglan.
HM: ¿Qué significación tiene el concierto en Razzmatazz para Melodrama y Laherzio?
JN: Para Melodrama será una fiesta. Y sobre todo que todos los amigos y la gente que tuvo una relación personal o musical con nosotros, lo verán. Al principio, la obsesión era no hacer el ridículo. Yo el primero. Mi hija había oído los discos pero no me había visto nunca. El día que tocamos en la sala Monasterio, los once hijos que tenemos entre todos estaban allí. Y superamos esa prueba. Si hemos superado la prueba de los hijos, ya nada nos da miedo. Y, por supuesto, queremos que la gente se lo pase bien.
JR: Nosotros es el tercer concierto que damos. Estuvimos muchísimo tiempo buscando cantante, pero no encontramos a nadie, así que cantamos nosotros. Somos malos cantantes. Pero eso también tiene su encanto.
HM: ¿No tenéis un líder?
JR: No.
JN: Nosotros sí, ¿eh? El Dionís. Descarado. Y aceptado por todo el mundo sin discusión. Para todos nosotros es un genio. Cantante y compositor. Tenemos la suerte de tocar con alguien a quien consideramos como a Paul McCartney.
JMB: Sergi para mí ha sido un regalo.
JN: Esta palabra me parece a mí estupenda. Para mí, Melodrama también ha sido eso este año: un regalo. Y sobre todo para los que somos más grandes. Ya no te lo esperas.
JMB: Después de la experiencia tan buena que he tenido con Sergi, cualquier proyecto que esté incubando… por ejemplo, tengo uno que es la construcción de artefactos electroacústicos de absoluta inutilidad, y pienso en él.
JN: Por lo de la inutilidad. (Risas)
JMB: ¡Qué malo eres! Eres terrible, ¿eh?
HM: ¿Te ves tocando en un próximo concierto con Melodrama y Laherzio?
JMB: Hombre, si fuera necesario…
SP: En un momento dado…
JMB: Yo ya le he perdido el respeto.
JN: Yo he pensado que cada año en el Salón del Cómic, Glénat debería ofrecer una fiesta rock, un concierto. Un año Puertas & Beà; otro año mi distribuidor en SD, que también tiene un grupo; etc. ¿Por qué no?
JMB: Yo me veo maquillado duro. Como el Keith Richards. Rímel negro. Los labios también. Estaría quince días, perdería unos kilos. Siempre he dicho que una persona alta tiene una gran suerte: siempre puede desmesurarse estéticamente. Una persona baja tiende un poco al ridículo: como Prince, que se apayasa un poco. Pero un tío alto como Sergi, si sale con un abrigo de piel hasta los pies, con unas gafas negras, estaría ahí acojonante. (Risas) Yo me apuntaría, sí, a una cosa de éstas.
SP: Pero habría que preparar algo especial. A mí me gusta la música electrónica, pero la música electrónica en directo es la cosa más horrorosa del mundo. Es aburridísimo ver a un tío detrás de un portátil. Haríamos algo especial, en directo de verdad.
JN: Oye, por cierto, esto sí hay que decirlo: este concierto del viernes es en el Razzmatazz, y nosotros inauguramos Razzmatazz, cuando se llamaba Zeleste, en una Fiesta del Cómic. El primer concierto en la sala grande que se hizo en el Razzmatazz fue del grupo Los Viñetas, donde Josep Maria Berenguer, responsable de Ediciones La Cúpula , cantó “Gangrenado de amor chupo tu joya”, con las Viborettes. Y Beà tocó la guitarra, yo el teclado, dos de Melodrama tocaban guitarra y bajo, Jerónimo la batería. Y con Beà tocamos “Apache”, siempre nos obligaba a tocar “Apache”. Manda cojones. Habíamos ensayado un día y no nos salía nada. Yo hubo un momento que con los teclados le puse la distorsión total, y tenía una ruedecilla y le daba. Cada uno parecía que tocaba una canción diferente.
JMB: Fue espantoso aquello.
JN: Pero el público quedó encantado.
Copyright del artículo © Hernán Migoya. Previamente publicado en Comicsario, un blog para la fenecida editorial Glénat España. Reservados todos los derechos.