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«Male Call» (1943-1946), de Milton Caniff

En diciembre de 1941, Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial. Todos los varones en edad de combatir son llamados a filas y los dibujantes de cómics no son una excepción. Alex RaymondJack Kirby o Will Eisner, por ejemplo, hubieron de incorporarse al Ejército, a veces en puestos en los que podían aplicar su talento creativo y otras en primera línea.

Milton Caniff, el famoso creador de Terry y los Piratas, una de las series de aventuras más populares de su tiempo, no fue una excepción. Sin embargo, aunque reclutado dos veces, en ambas ocasiones fue declarado incapaz debido a la afección pulmonar crónica que arrastraba desde la niñez. Con todo, ningún otro dibujante de cómics contribuyó tanto al mantenimiento de la moral de las tropas norteamericanas durante la guerra como él.

Como ya he comentado, Terry y los Piratas era ya una serie estrella de la prensa norteamericana cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor. A Caniff, que se sentía mal por quedarse en casa mientras veía marchar otros hombres a los campos de batalla, se le ocurrió que podía contribuir al esfuerzo de guerra donando una tira de cómic semanal a los periódicos militares que se distribuían por los cada vez más numerosos campamentos militares estadounidenses. Los oficiales al cargo de estos asuntos pensaron que era una idea excelente y el hecho de que las publicaciones castrenses tuvieran prohibido por ley aceptar material proveniente del mundo civil no fue óbice para que el proyecto se pusiera en marcha. Para ello, el Ejército creó el Camp Newspaper Service (CNS), una suerte de sindicato de prensa con la misión de recoger las contribuciones gráficas de Caniff y otros civiles y distribuirlas al creciente número de diarios militares.

Caniff le pareció natural ofrecer al CNS una versión especial de su famosa serie Terry y los Piratas, alternativa a la que ya dibujaba para la prensa civil. Estaría protagonizada no por los personajes titulares (Terry Lee y Pat Ryan), sino por Burma, una cantante rubia, sexy y de buen corazón pero con un punto pícaro y misterioso que había aparecido de vez en cuando en la tira ejerciendo de mujer fatal. Compuesta de gags individuales sin continuidad, esta serie arrancó en los periódicos militares el 11 de octubre de 1942.

Pero resultó que en el sur de Florida aquella versión humorística –y declaradamente racista– destinada a los periódicos militares fue también publicada por parte la prensa civil. El Chicago Tribune-New York News Syndicate, propietario de los derechos y distribuidor de las aventuras oficiales de Terry y los Piratas, no tardó en recibir quejas de sus suscriptores, del influyente Miami Herald– Tres meses después de debutar la nueva tira, el poderoso sindicato ordenó a Caniff que la cancelara.

Pero tan solo unos días después, Caniff fue llamado a presencia del presidente del sindicato, Joseph M. Patterson, orgulloso veterano de la Primera Guerra Mundial. Le dijo a su dibujante preferido que la tira le parecía una excelente idea y dio su bendición a la misma siempre y cuando cambiara el título y no utilizara los personajes de Terry y los Piratas, Burma incluida.

¿Querían algo distinto a Burma? Pues vaya si lo tendrían, debió pensar Caniff. Diseñó a su nueva heroína, Miss Lace, para ser opuesta a aquélla: morena en vez de rubia; inocente en lugar de mundana y experimentada; y siempre suave y dulce en contraposición a los modales a veces un tanto bruscos de su antecesora. La dirección del CNS propuso como título el de Male Call y Caniff lo aceptó. La última tira con Burma apareció el 10 de enero de 1943 y Male Call arrancó el 24 de ese mismo mes.

La primera tira dejaba claro sus orígenes: un grupo de soldados comentan cómo la rubia cañón que esperaban se ha largado. «¡No es cuento! ¡La tía ha desertado! Creo que ha vuelto a su trabajo…Dejó esta nota. Dice que ya la veremos en los tebeos». En la segunda viñeta ya aparece la inocente Miss Lace preguntando por las señas de su rubia amiga… y causando el primero de tantos revuelos entre la tropa. El único personaje que Male Call heredaría de la tira anterior fue el soldado de primera clase J. Snafroid McGoolly, que aparecería de vez en cuando en la serie aunque siempre como secundario.

Planificada originalmente para que durara un año, acabó prolongándose hasta que se puso punto y final a la desmovilización en 1946, bastante después del final oficial de la contienda. Fueron cuatro años durante los cuales Caniff dibujó estas tiras sin cobrar nada, considerándolo como parte de su contribución al esfuerzo nacional en tiempos de guerra (también donó al ejército una enorme cantidad de ilustraciones para utilizar en manuales, hojas, planchas dominicales educativas, panfletos, posters e insignias).

Miss Lace, cuyo nombre completo, origen, fuente de ingresos y auténtico trabajo más allá de levantar la moral fueron un perpetuo misterio, era la feminidad encarnada, la mujer de los sueños que cualquier joven de los años cuarenta esperaría encontrar en casa: inalcanzable pero terrenal, una mujer increíblemente sexy cuyas curvas venían resaltadas por escotados vestidos de noche y que se dirigía a los soldados rasos como general o almirante dependiendo del arma en que sirvieran, pero siempre con respeto, admiración y cariño. De hecho, prefería relacionarse –significara esto lo que significara– con la tropa llana antes que con los oficiales, normalmente retratados como individuos altaneros. Su aspecto y actitud rezumaban inocencia, pero sin duda era una avezada amante que hacía sentir al hombre que aún tenía el control. Encarnando también el aspecto maternal, Miss Lace no dudaría ocasionalmente en ponerse el delantal y cocinar algo de comida casera para algún soldado aquejado de severa nostalgia.

Dotada de ingenio, inteligencia y belleza, Caniff también se aseguró de que esa personificación de la sensualidad que recordaba al hogar pudiera manejarse con los puños –o una ametralladora si fuera necesario– tan bien como uno de los chicos. Más avanzada la contienda, en algunas tiras explicativas más que narrativas, Miss Lace incluso tuvo tiempo para hacer algunas reflexiones y dar consejos sobre los ajustes a los que deberían enfrentarse los reclutas una vez se encontraran de vuelta en la vida civil

Dado que el público de Male Call era todo masculino y, en general, privado de sexo, la tira se internaba a menudo en terrenos que desafiaban lo aceptable por el Ejército, nunca hasta el punto de ser abiertamente claro en las insinuaciones pero sí lo suficiente como para despertar las protestas del oficial mojigato de turno. De ahí vinieron los frecuentes tiras y aflojas que mantuvo Caniff con los oficiales al cargo del CNS. Aunque éstos simpatizaban con el artista, no tenían más remedio que actuar de censores y rechazar algunas tiras que a su juicio resultaban poco adecuadas en lo que a inmodestia femenina se refería.

No es de extrañar que durante la guerra, la popularidad de Miss Lace entre la tropa como chica pin-up equivaliera a la de estrellas como Rita Hayworth o Betty Grable y que sus peripecias fueran más esperadas que las noticias de casa. Ajenos a las reconvenciones moralistas del CNS, los soldados estaban encantados con Miss Lace, sin duda uno de los iconos militares de la guerra. De hecho, los censores rechazaron en primera instancia el que acabaría siendo el dibujo más famoso de Miss Lace, considerándolo demasiado picante para su publicación. Esa imagen de la heroína reclinada acabaría adornando el fuselaje de muchos aviones (especialmente el del bombardero Boeing B-17G 42-9976 A Bit-O-Lace, que voló en nada menos que 83 misiones). E incluso puede que Miss Lace fuera el primer personaje de cómic en aparecer en televisión: en julio de 1945, la cadena neoyorquina WNBT entrevistó a Caniff, mostrando a la modelo Dorothy Partington ataviada como la atractiva heroína.

Picardías aparte, al éxito de Male Call no fue ajeno el esfuerzo que Caniff puso en documentarse: junto a su amigo y colega Al Capp (que al faltarle una pierna tampoco fue llamado a filas) visitó hospitales de veteranos para escuchar y luego trasladar a sus viñetas no sólo anécdotas reales, sino también el argot militar, el día a día de las bases y los sentimientos de los reclutas.

Sus inocentes –pero en el fondo muy sensuales– aventuras eran gags de entre tres y cuatro viñetas, normalmente con trasfondo humorístico y en los que Caniff disfrutaba de una mayor libertad gráfica que en la más consolidada Terry y los Piratas. Algunos gags han aguantado mal el paso del tiempo, otros están basados en un humor burdo –que nunca soez o de mal gusto– accesible para la tropa o bien hacen gala de un poco edificante racismo, pero el dibujo sigue siendo de una pericia extraordinaria en no poca medida gracias a la habilidad de Caniff para combinar un estilo realista con otro humorístico, a veces simultáneamente en la misma viñeta.

Así, aunque Milton Caniff nunca sirvió en el ejército, su espíritu impregnó virtualmente todos los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Sus dibujos adornaron el morro de cazas y bombarderos y las publicaciones semanales de sus ilustraciones y tiras aliviaron la nostalgia, el tedio y el miedo de millones de lectores diseminados por innumerables campamentos, frentes y puestos militares de todo el globo. Sus tiras fueron publicadas por 3.000 periódicos militares de tierra y mar. Miss Lace entretuvo e hizo soñar a un mínimo de quince millones de lectores semanales sin contar a los civiles.

La última tira de Male Call lleva fecha del 3 de marzo de 1946. En ella, Miss Lace observaba a varios ex soldados hablando acerca de sus problemas tras la vuelta a la vida civil y, tras dejar una nota diciendo que su misión ha sido completada, desaparece. Se sugería, por tanto, que como el Rey Arturo, volvería cuando su país la volviera a necesitar.

Sin embargo, Caniff siempre pensó que Male Call era una creación ligada a un tiempo muy concreto, el de la Segunda Guerra Mundial, y que ya no tendría sentido en otro contexto; por tanto, ya no volvió a revisitarla de forma regular, ni tras el estallido de la Guerra de Corea ni la de Vietnam; y ello aun cuando Caniff seguía siendo un patriota incondicional y sí que hizo participar a su principal héroe de entonces, el piloto Steve Canyon, en ambas contiendas.

La última aparición de la inolvidable Miss Lace, como una versión modificada del diseño original, fue para la revista Airman en 1970. Sí que la dibujó para publicaciones puntuales que, por ejemplo, acompañaron a reuniones y celebraciones de veteranos. Durante toda su vida Caniff siempre se mostró generoso con su arte para los antiguos combatientes y Miss Lace, por supuesto, era uno de sus motivos preferidos para estas ocasiones. Tanto y tan inquebrantable fue su espíritu patriótico que en vida recibió la Condecoración de las Fuerzas Aéreas por Servicios Excepcionales, el máximo reconocimiento concedido a un civil; y cuando murió en 1988, sus funerales merecieron honores militares.

Si te sientes nostálgico de una época que no viviste pero que conoces a través de las películas y las series de televisión, o si simplemente quieres disfrutar de unas tiras de humor excelentemente dibujadas y con sabor a otros tiempos, hazle una visita a Miss Lace. Ella, gracias al eterno arte de Milton Caniff, todavía está allí, esperando…

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".