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«Shanna» (2005), de Frank Cho

Durante muchos años, la antigua compañía dirigida por Martin Goodman, Timely Comics, basaba su fortaleza y capacidad de supervivencia no en la innovación y la creación de sus personajes, sino en copiar el éxito obtenido por otros. Fue una política que se mantuvo una vez que Stan Lee se hizo cargo de las labores editoriales y Shanna la Diablesa es uno de los ejemplos más claros de esta política.

En la ya lejana Edad de Oro de los cómics, allá por 1937, un joven Will Eisner creó un personaje que pretendía satisfacer la demanda de cómics de aventuras exóticas y al que llamó Sheena, Reina de la Jungla. Su escaso atuendo y redondeadas formas apelaban claramente al lector adolescente que empezaba a interesarse por los misterios del sexo femenino. Como solía hacer entonces Eisner, lo traspasó rápidamente a otros escritores y artistas del taller que él dirigía por entonces y se desentendió de su creación. Sheena sobrevivió en las páginas de varias publicaciones hasta los años cincuenta, cuando se produjo una gran caída en el mercado de los cómics.

Y entonces, a principios de los setenta, Stan Lee lanza un descarado clon del personaje al que ni siquiera se molestó en disimular demasiado el nombre. Por entonces, Marvel estaba tratando de diversificar la tipología de su público. Uno de sus objetivos eran las lectoras jóvenes y para ellas Lee decidió lanzar una tríada de personajes femeninos creadas y/o escritas por artistas del mismo sexo. Shanna fue una de ellas (las otras dos fueron Night Nurse y Tigra) y debutó en el número 1 de su propia colección, Shanna the She-Devil, en 1972. Los creadores de la misma fueron la guionista semi-amateur Carole Seuling y el dibujante George Tuska.

Originalmente, el personaje era una mezcla del atractivo y liberalismo exhibidos por Jane Fonda y la exuberancia de Raquel Welch. En fin, que funcionaba más como un reclamo para adolescentes de libido alborotado que como heroína defensora de valores feministas. Además, el cómic no tardó en seguir el camino de todos los publicados por la editorial: integrarse en el universo superheroico. La andadura inicial de su serie no pasó del quinto número, pasando luego a aparecer en otros títulos de la casa y convirtiéndose en la mujer de otro héroe selvático marvelita: Ka-Zar.

Entonces, en abril de 2005, aparece una nueva versión del personaje realizada por el popular Frank Cho en forma de miniserie de siete episodios publicada bajo el sello Marvel Knights.

Tres años después de haberse estrellado en una selva olvidada por el tiempo, un grupo de militares descubren un laboratorio nazi olvidado pero plenamente operativo, en el que encuentran varios tubos rellenos de líquido y, en su interior, clones de mujer en un estado de animación suspendida. Todas resultan estar muertas…excepto una. Mientas ésta recupera la conciencia, exploran el complejo y encuentran una científico alemana que ha sobrevivido a la matanza de un grupo de velocirraptores que lograron introducirse en las instalaciones. Éstos cogen desprevenidos a los soldados y matan a varios de ellos. Shanna, ahora despierta, liquida con sus propias manos a una de las bestias que iba a destrozar al único oficial superviviente, Doc, el médico.

Cuatro meses después, Shanna se ha convertido en la protectora del grupo, atrincherado en un fuerte que han construido en una isla rocosa para defenderse de los dinosaurios carnívoros. La impresionante mujer, diseñada genéticamente por los científicos nazis para ser la guerrera perfecta, no sólo tiene una fuerza sobrehumana, extraordinarios reflejos y una asombrosa resistencia al castigo físico, sino que es tan inteligente que ha aprendido a dominar el inglés en cinco semanas.

Pero sus habilidades de combate no sirven cuando los hombres empiezan a morir a consecuencia de un virus experimental recogido en el laboratorio en el que la encontraron. La científica alemana, la doctora Elsa, también enferma y les revela que existe una cura, pero que ésta se halla en el laboratorio. Si quieren salvar a los que todavía sobreviven –a duras penas– al virus, deben completar el peligroso viaje de ida y vuelta en ocho días. Para colmo, ha comenzado la época de migración y los dinosaurios carnívoros están más activos. Un equipo compuesto por Doc, Shanna y dos soldados aún sanos, se ponen en camino para cumplir la misión.

Frank Cho no se molesta en intentar recuperar el tono de reivindicación político–social con tintes medioambientales que había pretendido encarnar la Shanna original de los setenta. De hecho, la única relación entre el antiguo personaje y el reinventado por Cho es el bikini de piel que ambos visten. Ni siquiera está la nueva Shanna inserta en la continuidad Marvel oficial, estableciendo en esta miniserie un nuevo origen: de ser una zoóloga cuyo odio por las armas de fuego y el amor a los animales la llevó a establecerse en la Tierra Salvaje, a ser el resultado de un experimento genético nazi.

La serie tiene un buen arranque, combinando algunos elementos propios de la ciencia ficción y la fantasía: mundos perdidos, dinosaurios, científicos nazis empeñados en seguir inventando maldades… Pero desgraciadamente ese sugerente comienzo se pierde a partir del segundo número en lo que realmente interesa a Frank Cho: (y que los lectores de su magnífica tira Liberty Meadows conocían desde hacía tiempo): dibujar dinosaurios, mujeres poderosas y combinaciones de ambos. Y eso es lo que ofrece. Apenas hay desarrollo de personajes, ni siquiera de los dos principales. Shanna es una especie de fría máquina de matar y Doc es tan sólo un buen tipo que encaja en el cliché de líder comprensivo y audaz. El resto del reparto no deja de ser carnaza para dinosaurio. Tampoco se molesta el guionista en llenar huecos tan básicos como el origen del laboratorio nazi, quiénes son los soldados y de dónde provienen o qué papel juega en todo ese asunto la doctora Elsa.

No importa. Cho plantea todas las cuestiones y las olvida inmediatamente para dedicarse a lo que le gusta: dibujar dinosaurios devorándose entre sí, desayunando humanos o peleando con la hermosa Shanna. Acción, luchas desesperadas, huídas, suspense, mujeres hermosas, monstruos… los ingredientes básicos del pulp clásico de los años veinte y treinta que tanto atraen el autor. Es, por tanto, un cómic vacío de contenido, sí, pero de una factura estética sobresaliente.

Para empezar, Cho es un excelente narrador. Los siete números se leen con la máxima agilidad, entre otras cosas porque muchas de las páginas están dedicadas a mostrar dinosaurios y carecen de textos de ningún tipo. Los tiempos, secuenciaciones, composiciones de página y ángulos «de cámara» están perfectamente diseñados para crear escenas rebosantes de suspense y acción.

Por otra parte, el estilo naturalista de Cho disfruta de una línea elegante y una belleza que salta fuera de la página para cautivar al lector. Ya sean las rotundas formas de Shanna, los soldados o los variopintos dinosaurios, todo está plasmado con un amor al detalle que, sin embargo, tiene la virtud de no recargar la viñeta ni lastrar el ritmo.

Hay pocos artistas de cómic con la habilidad de Cho para dibujar la figura femenina. Y ello no es tanto porque Shanna sea una mujer de curvas muy sensuales –que lo es–, sino porque es tratada y dibujada, en primer lugar, como una mujer, y luego y solo luego, como una mujer sexy, una idea que muchos dibujantes acaban aplicando al revés sin darse cuenta de que el orden de los factores altera el producto. Cho ha sabido siempre distinguir entre una cosa y otra y sus féminas, siendo muy atractivas, parecen también reales, no modelos de revistas eróticas con los pechos de tamaños imposibles. Shanna tiene un cuerpo espectacular, sí, pero sobre él también actúa la gravedad y cuando, por poner sólo un ejemplo, levanta en vilo un velocirraptor, resulta evidente que sus brazos y piernas son lo suficientemente gruesos y musculados como para que tal hazaña parezca verosímil.

Se dice que la serie iba a ser originalmente publicada bajo el sello Max de Marvel (en el que tenían cabida títulos con material más adulto) debido a la inserción de escenas con Shanna desnuda, pero que finalmente Cho recibió la orden de redibujar esas viñetas y tapar las zonas pudendas. En realidad, la presencia o no de desnudos no afecta para nada ni a la historia ni a la belleza del dibujo.

Y dado que estamos ante un cómic americano, puede que las escenas con mujeres desnudas estén prohibidas, pero la violencia no sólo no se censura sino que se celebra. Cho dibuja con meticulosidad los desmembramientos y despanzurramientos de hombres y bestias. Así que si el lector tiene ciertos remilgos hacia la sangre y las vísceras, es mejor es que dedique su tiempo a otro cómic porque algunos números de la miniserie son básica y exclusivamente violentos combates con abundante casquería.

En resumen, la Shanna de Frank Cho es un cómic de inspiración pulp que bebe directamente de obras como Parque JurásicoTarzánEn busca del Arca Perdida o Alien. El género de Mundos perdidos que le sirve de marco no es ni nuevo ni introduce elemento original alguno, pero para muchos aficionados a la aventura de corte clásico –como el propio autor– la combinación de dinosaurios, nazis y supermujeres les resultará irresistible. Y, desde luego, si aprecias un buen dibujo, como mínimo resulta recomendable echar un vistazo, aunque sea superficial.

Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de viñetas y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.

Manuel Rodríguez Yagüe

Como divulgador, Manuel Rodríguez Yagüe ha seguido una amplia trayectoria en distintas publicaciones digitales, relacionadas con temas tan diversos como los viajes ("De viajes, tesoros y aventuras"), el cómic ("Un universo de viñetas"), la ciencia-ficción ("Un universo de ciencia ficción") y las ciencias y humanidades ("Saber si ocupa lugar"). Colabora en el podcast "Los Retronautas".